El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, admitió que el Mundial ya no es simplemente una reunión futbolística «emotiva», «donde la gente se reúne, canta, baila y es feliz cuando gana». «Ahora es algo más, el fútbol ha tomado una gran importancia económica», añadió.
La comisión ética de la FIFA castigó el 18 de noviembre con uno y tres años de suspensión respectivamente al tahitiano Reynald Temarii y al nigeriano Amos Adamu, miembros del comité ejecutivo de la organización, por corrupción, dejándoles fuera de la votación en la que se elegirán las sedes mundialistas.
La decisión llegó sólo dos semanas antes de que el comité ejecutivo decida los países organizadores de los Mundiales 2018 y 2022.
El escándalo saltó a la luz en octubre, tras las revelaciones del diario británico Sunday Times, según el cual Temarii pidió 1,6 millones euros a favor de una academia de deportes a cambio de apoyar una candidatura, mientras que Adamu reclamaba unos 570.000 euros.
Blatter, que lleva doce años en el cargo, reconoció que son necesarios cambios para que no se repitan casos parecidos en el futuro.
Por otra parte, la FIFA investigó un presunto pacto entre las candidaturas de Qatar y España-Portugal a albergar los Mundiales de 2018 y 2022, intercambiándose apoyos en ambas elecciones, aunque el organismo rector del fútbol sobreseyó el caso por falta de pruebas.
A escasos días de la votación, Inglaterra parece la mejor posicionada para 2018, junto a España/Portugal, mientras que para 2022 hay más opciones, con Qatar, Estados Unidos y Japón por delante del resto.