Por Javier Elena/Télam
¿Recordás en el fútbol argentino a algún jugador que haya dicho abiertamente que era gay? Seguro que no… El 19 de febrero se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol. La fecha es en recuerdo de Justin Fashanu, un futbolista inglés que en 1990 se convirtió en el primero con reconocimiento público en hablar abiertamente de su homosexualdiad, y que terminó suicidándose en 1998. Desde Grow-género y trabajo reflexionamos sobre por qué en el fútbol está tan instalada la homofobia.
¿No hay futbolistas gays?
Si en nuestro país no hay un solo caso (en lo que refiere al fútbol profesional), a nivel mundial son contados. En los últimos años han habido algunos: en 2021 Josh Cavalho, en 2023 Jakub Jankto, son de los que tuvieron mayor relevancia en el último tiempo. Pero siguen siendo excepciones en un ambiente en el que parecería no haber gays.
Más que creer que no los hay, lo que tenemos que preguntarnos es por qué en el mundo del fútbol cuesta tanto aceptar otras formas de vivir la sexualidad. En el último tiempo, desde el colectivo LGBTIQ+ se empezó a cuestionar la idea de fobia, para pensar más en términos de odios. No se trataría de fobia, sino de odio a quien no es heterosexual. De ahí la agresión, la discriminación, la exclusión.
¿Por qué es tan difícil?
La construcción cultural del futbolista demanda actitudes que se vinculan con lo que denominamos masculinidad normativa: la fuerza, el coraje, la resistencia. Actitudes probablemente valorables para la práctica deportiva, pero que nada tiene que ver con la orientación sexoafectiva, aunque también se imponga. Y en esa construcción, se excluye a lo que no responda a esos parámetros: no se puede ser débil, no se puede no tener coraje, no se puede ser homosexual.
En nuestro fútbol, esto se ve de forma evidente en lo que llamamos folklore. Cualquier repaso por las canciones que se escuchan en los estadios de nuestro país no deja lugar a dudas. Al interior de los equipos, al día de hoy siguen vigentes los denominados ritos de iniciación, en los que en muchos casos la masculinidad es puesta a prueba. Georgina Sticco, directora y co-fundadora de Grow-género y trabajo, sostiene que «el fútbol masculino continúa siendo una métrica de la masculinidad, la que asocia lo masculino al aguante, el esfuerzo, y la heterosexualidad. La narrativa épica del fútbol, relacionada a la batalla, al enemigo, se centra en la humillación de quién es el contrincante, y lamentablemente en nuestra cultura se hace desde el odio a lo homosexual».
¿Qué hacer?
El mundo del fútbol tiene sus propias lógicas a partir de las cuales se reproducen estos discursos homofóbicos, pero como sociedad es fundamental revisar aquellas ideas que incorporamos desde nuestra infancia, y que reproducimos en actitudes, discursos, comportamientos. Desde el equipo de masculinidades de nuestra ONG desarrollamos talleres con varones, en los que intentamos poner en discusión estas formas que tenemos naturalizadas. También trabajamos con empresas de comunicación, especializadas en el deporte, acompañando en sus procesos de transformación vinculados a la agenda de diversidad. Creemos que el intercambio, la puesta en común y la pregunta son herramientas muy potentes para desarmar estos discursos, y colaborar con la construcción de una sociedad más igualitaria, libre de violencias.