Por Pedro Bollea (*)
Habría que sopesar si las intenciones y las realidades son compatibles. Me refiero al plan refundacional que Milei quiere llevar a la práctica. ¿Podrá imponer su plan revolucionario por sobre realidades y tendencias históricas fuertemente arraigadas en nuestro país? Digo “refundacional” y “revolucionario” porque de eso se tratan el DNU y la ley ómnibus llamada Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos, justamente remedando las Bases de Alberdi que fueron el fundamento teórico de la Constitución Nacional de 1853 (Bases y puntos de partida para la organización política de la Rep. Argentina). Esa revolución conservadora llevaría a la sociedad a un estadio pre peronista similar a configuraciones societales como la paraguaya o chilena, en las que existe una élite rica, un extenso sector popular empobrecido y una raquítica clase media. Para ello debería operarse una brutal distribución del ingreso en favor del gran empresariado y una anulación o neutralización del movimiento obrero organizado y las distintas agrupaciones sociales. Argentina no es Paraguay ni Chile como salta a la vista y tiene en su ADN la experiencia pertinaz del peronismo, los derechos sociales y laborales y una fuerte conciencia de la justicia social. Hubo varios intentos anteriores de reformular la sociedad, que si bien golpearon fuertemente a ese universo, no consiguieron descalabrarlo. La llamada “Revolución libertadora” (1955), la “Revolución argentina” (1966-73), El “Proceso de reorganización nacional” (1976-83), la década de Menem-Cavallo (1989-99), el gobierno de la alianza Cambiemos (2015-19), fueron todos intentos frustrados. Significaron sí una gran transferencia de recursos de los sectores populares al capital y una retracción de los derechos laborales, pero no pudieron liquidar el ideal igualitarista arraigado en la sociedad toda sin distinciones de partido. Ese ideal es anterior al peronismo y tiene que ver con los grandes contingentes de inmigrantes que llegaron desde distintas partes del mundo desde finales del S XIX. Esos italianos, españoles, polacos, sirios-libaneses, judíos, suizos, alemanes, japoneses etc. venían a nuestro país para mejorar sus niveles de vida, si no se hubiesen quedado en sus países de origen en los que sólo comían y no siempre.
Ahora, en 2024 ¿podrá Milei hacer lo que otros no pudieron? Él está convencido de que sí y cree o simula creer que el porcentaje de votos conseguido en el ballotage es sustento suficiente para lograr semejante transformación. El 56% de los votos podría hacerle pensar de que se trata de un presidente plebiscitado, es decir con un apoyo tan grande que le permitiría gobernar a piacere sin negociación con los demás partidos y organizaciones de la sociedad, la religión, la cultura, la ciencia y la economía. Su gesto simbólico de hacer su discurso de asunción de espaldas al Parlamento es una manifestación clara de esa ilusión.
Pero veamos con detenimiento, de ese 56% un 30 son votos propios y el otro 26 son votos obtenidos del antiperonismo, reunidos y direccionados antes y durante, por el macrismo. De ese 30% que se supone propio una parte son de gente que antes votó al peronismo y quedó desilusionada con el gobierno de Alberto Fernández, es decir un voto fluctuante que hoy vota a éste y mañana a aquel. La otra parte de los “propios” también son fluctuantes y se corresponde con una amplio sector de trabajadores informales (cuentapropistas, subempleados, trabajadores de las plataformas digitales, trabajadores en negro no sindicalizados, etc.) Un sector que no ha encontrado respuestas ni representación en ninguno de los gobiernos post dictatoriales, ni liberales ni nacional-populares como el kirchnerismo. Para ellos la democracia no cura, ni educa, ni da de comer. Sus trayectorias laborales y vitales han surgido de los ciclos de desocupación y precarización masivos, como una respuesta desesperada a la subsistencia. Son precarios, empobrecidos, informales y no “emprendedores” como se intenta disfrazarlos. Son la larga deuda social que nunca se salda, sus elecciones como votantes son tan inmediatistas como sus expectativas de vida, no pueden pensar a mediano o largo plazo y en consecuencia tampoco significan una fidelidad duradera con ningún partido. Más pronto que tarde sufrirán el ajuste económico y aceleradamente quitarán consenso a La liberad avanza y estarán disponibles para abrazarse con quién sabe cuál opción (o falsa opción).
El otro 26%, mayormente de clase media, tampoco es una base de apoyo estable, han sido lo suficientemente antiperonistas como para evitar que Massa gane pero nunca han estado dispuestos a firmar un cheque en blanco y también prontamente abandonarán el barco cuando perciban que el ajuste no sólo es por abajo sino también por el medio.
(*) Licenciado en Historia, docente