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“Convertimos al libro y al escritor en algo natural”

Periodista, escritor y guionista, el director de la legendaria “Fierro” lleva cuatro años con “Ver para leer”.

Por: Paola Cándido

“La influencia que puede tener un programa de televisión sobre el acto de leer, es muy difícil de medir”, sostiene

, el periodista, escritor y guionista que desde hace cuatro años conduce el programa “Ver para Leer”. En cada capítulo el autor debe resolver un problema doméstico a través de la literatura, con recorrida por librerías y la recomendación de títulos y autores. De paso por Rosario, en el marco de la feria del libro Rosario Lee, Juan Sasturain habló con El Ciudadano sobre una pareja cuya relación es más que compleja: la literatura y los medios de comunicación.

—¿Cómo utilizar la televisión, teniendo en cuenta su experiencia para acercar la lectura a los jóvenes?

—Mi experiencia con “Ver para Leer” no es un modelo de cómo se deben hacer las cosas. Es una experiencia que nunca estuvo concebida en términos didácticos, incluso el título del programa no era el título original, aunque pareciera que tiene una intencionalidad didáctico-docente. En realidad se iba a llamar de otra manera y terminó quedándose con ese título, el cual no me pertenece. No hubo nunca una intención didáctica, por eso no tiene nada de orgánico, ni programático, ni sistemático. Suelen preguntarme: “Usted, ¿qué recomendaría?”. O “¿cómo hay que empezar?”. Y yo no tengo la menor idea, honestamente. Lo que hicimos en “Ver para leer”, es un programa de libros que habla de libros, más claramente que habla de literatura. Y el efecto que produjo y que pudimos verificar es que el programa funcionó durante cuatro años. ¿Qué quiere decir que funcionó en términos televisivos? Que se mantuvo en pantalla con un nivel de audiencia, verificable por el rating, aceptable. El programa funciona. Ahora, cuáles fueron los efectos para la audiencia, es algo muy difícil de determinar. De ninguna manera se puede decir que porque lo vieron muchos entendidos o hizo 6 u 8 puntos de rating por emisión, no significa que hubo lectores y en consecuencia de ello se fueron incorporando nuevos.

—Pero ayudó a difundir la literatura…

—Creo que el programa cumplió una función anterior a la lectura, que es convertir al libro, el objeto libro, y a la persona, el escritor, en algo natural. No en mi caso, sino escritores que pasaron por el programa: los naturalizó. Los libros dejaron, por lo menos en este programa, de ser un objeto extraño, un objeto hermético, cerrado, difícil, inaccesible. Son un bien de uso, los libros son usados, son “mis” libros. Habitualmente los libros suelen estar en la biblioteca, en el colegio o en la librería, que más allá de la flexibilidad que fueron adquiriendo con el tiempo esos ámbitos, suelen ser para la mayoría de la gente un lugar un poco intimidatorio. Entonces los libros son cosas de otros, que escriben unos señores que son medios raros y que no tienen una cabeza habitual y que circulan por lugares que no son los de uno.

—En un artículo reciente habló de “desmitificar” la figura del escritor.

—Algo de eso hay, pero me gustaría hablar de “naturalizar”, porque muchas veces cuando conversamos respecto de cómo se produce “Ver para leer” o qué sucede durante el programa, suelen comentar el hecho de que los escritores se sueltan, que parecen más desacartonados. No es que se suelten, es a la inversa, es que no se endurecen, no es que tengan que actuar en forma más espontánea, no tienen que armar un personaje como suele pasar a veces que el rol de escritor, o el lugar o el tono que se impone es ese, un tono artificioso, el efecto de ese tono o de extrema seriedad o de un uso del lenguaje que se aleja del coloquial, da la imagen de que el escritor es un señor que piensa cosas extrañas todo el tiempo, cosas profundas. Y en ese sentido coincidimos con la definición de (Haroldo) Conti que está muy bien: “Un escritor, ¿cuándo es escritor? Cuando escribe, que  es una de las tantas cosas que hace uno”. El carnicero es carnicero cuando trabaja, cuando está en la casa es marido, padre, tío, hace los mandados, cuida al perro, es hincha de un equipo, en fin; la escritura es una de las formas de relacionarse. Entonces lo que ocurre en el programa no es que se suelten, sino que son como son y eso a mí me parece que está bien. Todo lo que sea disolver barreras artificiales que nos permita tener un contacto más directo y más genuino con los objetos, con las cosas, me parece que es saludable. Eso no garantiza que se lea más, pero por lo menos ese mundo deja de ser un mundo ajeno, es un mundo que se puede compartir; esa es la idea.

—¿Cómo afecta el lenguaje televisivo a su propuesta?

—La televisión tiene su propio lenguaje, sus propias reglas, su propio ritmo que no son por ejemplo los de la lectura, la visión de un programa de televisión no sustituye el hecho de leer, son dos operaciones totalmente distintas, casi contradictorias. Es decir, la influencia que puede tener un programa de televisión sobre el acto de leer. Vuelvo a repetir: son muy difíciles de medir. Además hay otra cosa, a veces se formula el concepto de que lo bueno que tiene un programa como “Ver para leer” es que hace más simple, más rápido el acceso a ciertos conocimientos y creo que eso no es demasiado exacto ni bueno. Como diciendo que los otros programas de literatura son aburridos; en cambio éste no.

—¿Qué opina sobre los programas tradicionales de literatura?

—A mí no me resulta desagradable ver a dos tipos sentados hablando durante dos horas, depende de quién habla, de qué habla. No creo que sea necesario que todo dure quince segundos, rapidito. Una cosa es la regla de la televisión y un programa como el que hago que está hecho por Telefé, que tiene su concepto, su idea. Pero no es la única manera que se debe hacer un programa cultural. Creo que como todo, un medio como la televisión tiene un valor específico. La virtud de un programa que hable de libros no es hablar de libros sino que sea un buen programa. Se hable de libros, de chismes, de comida o de fútbol, se puede hacer bien o mal. En este caso, bajo virtud mía, es un programa que está muy bien hecho, y hay que buscarle sus virtudes ahí, como hay libros que están bien hechos, y otros que no.

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