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Osvaldo Bocón Frascino, el inconformista e incansable «trabajador de la cultura»

Líder de bandas como Engranaje y Sacramento, integrante del primer Pescado Rabioso, con quien grabó “Desatormentándonos” y para el que compuso cuatro temas, el guitarrista y bajista le escapó al estrellato y al mercado discográfico, pero fue un pionero reconocido por los grandes del rock nacional

Cuando murió el músico, guitarrista de Pescado Rabioso y coautor junto a Spinetta de algunos temazos de esa súper banda, como “Me gusta ese tajo” y “Algo flota en la laguna”, Osvaldo Frascino, a quien todos conocían por “Bocón” –apodo que cargó no solo por el tamaño de su boca sino por su voz grave, de bajo, como el instrumento que tocaba–, en 2020, el periodista especializado de rock Sergio Marchi escribió en su Facebook: “Nos dejó otro maestro: Osvaldo «Bocón» Frascino, un gran guitarrista de nuestro rock, que tuvo la vocación de comandar temporalmente el bravío bajo del primer confrontativo Pescado Rabioso”. Y Marchi no exageraba cuando lo llamaba de esa forma.

Porque el “Bocón” Frascino había comenzado allá por 1968 con una gran banda que se llamó Engranaje, cuyos restantes integrantes eran Pappo Napolitano, Tito La Rosa y Horacio Gianello. Engranaje también contaría entre sus miembros con el Negro Black Amaya, Tito Milanesa y Ricardo Jelicié en sus distintas formaciones para tocar en vivo. En 1971, junto al Flaco Spinetta y a Black Amaya formaron la banda más sofisticada de rock pesado que existió hasta el momento en Argentina. Desatormentándonos (1972) sería la primera proeza de Pescado y allí Bocón fue coautor de joyitas como “Dulce 3 nocturno” (compartido con el Flaco y el Negro); “Mi espíritu se fue” (con el Flaco); las referidas “Algo flota en la laguna” (también con Spinetta), canción que ocupa el puesto 61 entre las 100 mejores del rock nacional según la Rolling Stone, y “Me gusta ese tajo”, que ocupa el puesto 57 de esa misma lista. Bocón fue uno de esos eximios músicos cuyo talante lo sitúa siempre en un lugar secundario y que luego, cómodo en ese puesto, no perseguirá la figuración, más allá que sus dotes hayan crecido con el tiempo y lo destaquen donde quiera que toque.

Pertenece entonces a ese linaje de músicos  del rock argento que eligen profundizar esa matriz sonora que le permitió lucirse y que, saben, tiene mucho más para ofrecer, sobre todo en el formato de bandas, donde siempre es posible enriquecer las estructuras musicales desde los lugares que suelen aparecer como soportes.

La oreja al lado del Winco

La historia surgida de entrevistas y notas en distintas publicaciones cuenta que Bocón Frascino era oriundo del oeste bonaerense, de Ramos Mejía más precisamente, y que en sus inicios, como no pocos de sus coetáneos, aprendió guitarra con un profesor amante del folclore que lo iniciaría en ritmos y armonías escuchando –y tratando de reproducir– temas de los Fronterizos y los Quilla Huasi. Hasta que se topó con The Beatles –como buena parte de su generación– y  la cosa cambió radicalmente para el adolescente que ya tocaba temas folclóricos enteros sin partitura. Frascino había contado esa escucha originaria de The Beatles de este modo: “…escuché por primera vez el tema «Twist y gritos» cantado por John Lennon en esos discos de pasta N° 78 que si se caían se rompían y que además no podías pasarlo mucho porque se dañaba el surco –aunque yo hacía eso, arruinaba los surcos–, y ahí sí puedo decir que me transformé y empezó todo”. Ya algo fanatizado, con sus recursos afinados por las clases que seguía tomando, Bocón pronto fue capaz de reproducir un disco completo de la banda de Liverpool.

“Había que poner la oreja al lado del combinado Winco y tratar de sacar los temas con los tonos que sabía”, contaría más tarde. Para 1968, cuando iban surgiendo las primeras bandas del rock nacional, un grupo de músicos que solían encontrarse en La Cueva, ese espacio original donde la escena del género tendría carácter fundacional, formó Engranaje, en donde Frascino tocaría el bajo o la guitarra en sus sucesivas etapas. El sótano ubicado en la porteña Avenida Pueyrredón llamado originalmente La Cueva de Pasarotus, y luego conocido simplemente como La Cueva fue copada al principio por músicos provenientes del jazz, pero luego fue abriéndose a los del rock. Allí se emborrachaban un poco –junto a otros consumos– Pappo, Billy Bond, Jorge Pinchevsky, Ricardo Jelicie, Black Amaya, Edelmiro Molinari, Moris, Tanguito, Pajarito Zaguri, Alejandro Medina, Claudio Gabis y una interminable lista de jóvenes rockeros. Engranaje surge de ese seno, de zapadas e intercambio de roles en formaciones sui generis para la ocasión.

El primer team estuvo integrado por Pappo  en primera guitarra; Horacio “Droppy” Gianello en batería; Tito “Milanesa” La Rosa en rítmica y voz y Bocón en el bajo. En unos pocos meses hubo otra formación donde Bocón agarró la primera guitarra, el Negro Amaya la batería, Ricardo Jelicie el bajo y Tito La Rosa continuó en guitarra rítmica y voz. Engranaje existió hasta inicios de la década del 70 e hizo recitales en el Teatro Coliseo, en el Luna Park y en el festival B.A. Rock I y ya había conseguido un nutrido grupo de seguidores, muchos de los cuales grababan esas presentaciones con registros más precarios pero que resultan hoy una fuente de datos sonoros y hasta se han digitalizado “limpiando” algo del ruido de las originales.

Esa historia escrita y también oral cuenta que el nombre de la banda se lo deben a una vaporosa noche en que Javier Martínez (Manal) andaba inspirado y decía que la viola de Pappo siempre buscaba activar el “engranaje” para armar una banda. El Carpo había abandonado la primera formación de Los Abuelos de la Nada y una noche vio a Bocón tocar el bajo en una formación integrada por Pajarito Zaguri, Moris y Willy Gardi, y le gustó. Frascino contó esa experiencia así: “Pappo  y Tito “Milanesa” Larrosa me citaron en la confitería La Giralda y estuvimos hablando un montón, de lo que escuchábamos, de qué músicos nos gustaban, sobre todo de los argentinos, a los que, por lo menos en Buenos Aires, los conocíamos a todos. Bueno, y al otro día comenzamos a ensayar con mis composiciones, eso le había gustado a Pappo cuando me escuchó tocar”.

Un mes después se incorporaría “Droopy” Gianello en batería y tuvieron la primera y única actuación en vivo como teloneros de Almendra –que estrenaban los famosos equipos Robertone, toda una novedad en la escena local–, en una jornada que el diario La Prensa mencionó como magnífica y donde “…Engranaje fue tan aplaudido como la banda que lidera Luis Alberto Spinetta…”. Un poco después Pappo pasaría a formar parte de Los Gatos, pero Engranaje continuaría porque hicieron su ingreso el Negro Amaya, el bajista Jelicie y con Bocón prácticamente al mando, puesto que se afianzaba cada vez más en la composición de los temas.

Después se produce un hiato de un par de décadas y Engranaje reaparece en 1995 en formato trío e integrada por Daniel Molinari en batería, Adrián Domanski en bajo, dos músicos jóvenes, y el mismísimo Bocón Frascino en viola. La banda sonaba con gran contundencia en su reinterpretación de un rock de los 70 pero con la incorporación de otras sonoridades más acopladas a la época. Ese momento fue graficado por Bocón: “Que los músicos jóvenes revitalicen viejas expectativas es maravilloso. Además, a ellos es bueno que les sirva la experiencia nuestra para que el rock tenga esa descendencia lógica que es como tendría que ser. Yo no soy un tradicionalista recalcitrante pero en cierta manera, aunque no tengo intención de buscar lo nuevo porque para mí ya se hizo, lo que si me interesa es profundizar en lo que quedó de la época fundacional y que mucho fue quedando sin valor”, dijo el guitarrista y bajista a modo de cifrar su experiencia en este otro contacto con músicos de generaciones más nuevas.

 

El primer chispazo con Spinetta

Pero antes Bocón había participado de Pescado Rabioso, en su primer y portentoso disco conocido como Desatormentándonos, a donde llegó junto con el Negro Amaya. Todo comenzó en un garaje perteneciente a Pappo y en donde se guardaban los equipos de Los Gatos, cuando en una tarde lluviosa Bocón conoce al Flaco Spinetta y se armó de improviso la infaltable zapada, que era como la forma en que los músicos daban cuenta de en qué lugar del rock se encontraban. También estaba Emilio del Guercio, que era parte de Almendra junto Edelmiro Molinari y Rodolfo García. A pesar de que tanto la acústica como la ventilación y la limpieza dejaban mucho que desear, a lo largo de una hora y mientras bebían unos tragos que había preparado Pappo, la zapada cobró vuelo y Bocón se floreó ante la atenta mirada de Spinetta.

“Al Flaco le gustó mucho lo que hice ese día con la guitarra, pero creo que más le gustó cómo toqué el bajo, porque esa noche estaba embalado y toqué los dos instrumentos. Ya habíamos tocado como teloneros de Almendra pero esa vez no habíamos podido hablar mucho porque ellos tenían que tocar en otro lugar y se fueron rápido. Creo que fue en ese garaje donde surgió el primer chispazo para que el Flaco se acordara de mí cuando estaba armando Pescado”, confiaría Bocón en una entrevista radial. De todos modos, la llegada de Frascino a Pescado la habilitaría Black Amaya, con quien estaba tocando en lo que más tarde sería Pappo’s Blues, una banda que sonaba muy bien, pero que en ese momento no conseguía posicionarse. Para Bocón eso había pasado porque “…éramos muy inconstantes para los ensayos y había algunos que venían pasados de rosca aunque tocaran muy bien, y eso a la larga no funciona”. Black fue el que habló con el Flaco y le recordó a Frascino.

Spinetta no dudó: “El Bocón, sí, un bajista así estamos necesitando, que ponga las pilas cargadas que tiene y estamos hechos”, había dicho el cantautor. Pescado Rabioso fue la banda que descolló en la época y la que dejaría una profunda huella para el rock pesado de calidad que vino después, aunque nadie alcanzaría su nivel compositivo y sonoro. Frascino vivió esa experiencia como una de las más promisorias de su carrera como músico, ya que participó de la composición de cuatro temas de Pescado: “Algo flota en la laguna”, “Dulce tren nocturno”, “Mi espíritu se fue” y “Me gusta ese tajo”. “Recuerdo que trabajábamos mucho las armonías en la casa de Luis, la de la calle Arribeños. Nos pasábamos horas y horas él y yo hasta que llegaba el Negro Amaya, armaba la batería, y nos poníamos a tocar y ensayar. Casi todos los temas tienen riffs, algo realmente novedoso para la época. Con Pescado grabamos Desatormentándonos en cuatro canales, logrando además una carga energética impresionante. Es más, si se grabara con estas nuevas tecnologías que existen (ahora) estoy seguro que no se podría mejorar. Ni siquiera igualar, por la magia que se produjo en ese momento”, destacaría Bocón un par de décadas después.

Frascino siempre se reconoció como guitarrista antes que bajista, sin embargo su bajo en el primer disco de Pescado sostiene de manera virtuosa y rica la estructura de los temas, todos muy armónicos pese a la carga vital con que suenan. “Luis Alberto estaba muy contento con mi trabajo en la banda como bajista. Tocando con púa y enchufando mi instrumento en un equipo de viola. Pero como amo la guitarra hablé con el Flaco y abandoné Pescado Rabioso después de haber cumplido con la grabación del primer disco”, explicó Frascino su paso por esa gran banda.

Arreglate como puedas

Después, ya en 1972, vendría Sacramento, una banda con músicos grosos y experimentados como los ex Gatos Ciro Fogliatta y Alfredo Thot; Roberto López, que venía de Los Walkers, y Ricardo Jelicié con quien Bocón ya había tocado en Engranaje. Sacramento grabó un disco de título homónimo en RCA Víctor justo cuando el sello presentaba la consola de 12 canales, lo que produjo un súper sonido para el álbum. Bocón sentía que había crecido como instrumentista y compositor y escribió nuevas canciones para otro posible registro, pero ciertas circunstancias, entre ellas el cambio de esencia en relación a lo que venían haciendo ya que comenzaron a tocar con dos guitarras, y la partida de Fogliatta a España por la inestable situación política del país, hicieron que la compañía abandonara la idea de grabarlo.

Sacramento mostró los temas del disco que no fue –nunca llegó a mezclarse– en una presentación en el porteño Teatro Trocadero. En 2009, Frascino vivió esa jugosa experiencia que fue el concierto del Flaco Spinetta en el estadio de Vélez Sarsfield y que se conoció como Las Bandas Eternas, un evento formidable para la historia del rock nacional. En un estadio repleto de gente y convocados/as por Spinetta se repasaron las diferentes formaciones lideradas por él. “Poder volver a juntar a Pescado Rabioso después de tanto tiempo era algo que parecía imposible y sin embargo sucedió y lo vivimos como aquella vez”, dijo Bocón luego de ese éxtasis que significó para él tocar en un megaevento, tan alejado de sus pretensiones musicales. En 2014 resucitó a Engranaje y grabó un álbum llamado Mito, que fue editado el mismo año en un estudio de la localidad de Hurlingham que pertenecía a Federico Gil Solá (baterista de Divididos), con el que luego giraron por varias provincias argentinas y presentaron también en Montevideo.

Osvaldo “Bocón” Frascino murió en julio de 2020. Poco antes, casi como declaración de principios e intenciones, a las que fue fiel durante toda su trayectoria, había dicho: “El nunca estar conforme con el establishment, el poder ni con el mercado del rocanrol, que hizo que lo nuestro tuviera que pagar un alto costo para poder difundirse… (porque) si no hacés lo que te pide la industria, no entrás. Por eso, a muchos/as nos cuesta mucho trabajar. Porque parece que si no triunfaste nos dejan colgados/as y arreglate como puedas. Y yo sólo soy un músico que trabaja para la cultura y para darle al poco público que va a mis conciertos un mensaje de esperanza. Por eso, lo único que quiero es dar un buen show y tener una buena relación con la gente que me sigue y que le gusta lo que hago”.