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Argentina rojo sangre: Eduardo Sacheri presentó su segundo libro de historia nacional, de 1820 a 1852

"Los días de la violencia. Una historia de Argentina cuando empieza a ser Argentina (1820-1852)", es el título del segundo libro (en total serán cuatro) en el que el escritor, guionista, profesor e historiador se sumerge en el período más convulsionado del país, todavía en formación

Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

“Mi plan original, si tal cosa existiera, era sólo escribir el primero de los libros, que se llamó «Los días de la Revolución». Pero desde la editorial me propusieron interiorizar el asunto, o extenderlo. Y claro, a partir de la inquietud pensé en la mirada de conjunto, y pensé que se podría ampliar la pregunta a la conformación de la Argentina como Estado Nación en una perspectiva de un largo siglo XIX, hasta 1916. De cómo se construyó la Argentina en diversos planos. Eso, pensado en cuatro libros”, arranca la entrevista Eduardo Sacheri al referirse a su nuevo libro «Los días de la violencia. Una historia de Argentina cuando empieza a ser Argentina (1820-1852)», que presentó ante libreros el pasado jueves 13 en Rosario. En diálogo con El Ciudadano, el escritor, guionista de cine, profesor de historia e historiador deslizó algunos conceptos que caracterizan a este texto que aborda un periodo conflictivo, violento de la historia nacional, además de referirse a su interés de divulgación de la historia, de su perfil de narrador y docente, y de su visión de la historia como proceso de cambio.

 

Tiempos violentos

“En referencia al nombre de los libros llamados «Los días de», necesitaba buscar un concepto para el segundo. Estuve entre dos ideas. Uno era «los días de las provincias», a partir del enfoque de José Carlos Chiaramonte, en el sentido que desde 1820 no hay nada parecido a un Estado central, lo que hay son provincias. El otro era este de «la violencia» porque me daba la sensación de que la militarización revolucionaria y el descalabro económico le daban al sistema político del período como un primitivismo muy violento y de mucha exhibición de esa violencia. Esto adquiere en este periodo un carácter semántico en el sentido de que ejercer la violencia, teatralizarla, se convierte en un mensaje. En una manera de vincularse políticamente de manera más fuerte que en la etapa previa, y más clara que en la etapa posterior”, explica Sacheri a raíz del título de su segundo libro de historia. El primero, “Los días de la Revolución. Una historia de Argentina cuando no era Argentina (1806-1820)”, indaga en la Revolución de Mayo y en la Guerra de la Independencia, mientras que su segundo volumen aborda el periodo de disolución de las Provincias Unidas y del Rosismo.

La cuestión, sin embargo, es que nunca dejó de existir la violencia, aunque el autor redunda en por qué eligió ese concepto.

“Por supuesto que es una hipótesis, pero a partir de Caseros, el siguiente periodo 1852-1880 sigue siendo muy violento; pero a medida que emerge el Estado nacional me da la sensación que tiende a regularse esa violencia. Ni hablar en la década de 1870, cuando empieza a intervenir el Poder Judicial sobre las rebeliones, etcétera. Esto de la teatralización de lo que se hace con los muertos”, señala Sacheri, poniendo como ejemplo a la ejecución de Chacho Peñaloza que fue sanguinaria pero que en la década de 1860 llamó la atención a diferencia de la exhibición que recibieron los hermanos Reinafé (acusados de asesinar a Facundo Quiroga en 1835) cuando sus cadáveres fueron expuestos por un largo tiempo en el Fuerte de Buenos Aires. “O el baño de sangre de Oribe en 1841, 1842, recorriendo el interior”, agregó el autor.

 

Ni mitristas ni revisionistas, ni buenos ni malos

La historiografía argentina surgió a partir de los textos de Bartolomé Mitre con sus historias de Belgrano y San Martín desde donde se forjó la llamada “historia oficial” o “mitrista” que ponía a algunos personajes de nuestro pasado como héroes y condenaba al fracaso o al lugar de villanos a otros, en particular a los caudillos. En la década de 1930 surgió el “revisionismo” que condenó a la mirada de Mitre y restituyó a caudillos como Juan Manuel de Rosas, entre otros. Sin embargo, esta nueva perspectiva no salió de la oposición de buenos y malos.

“Yo estudié en la Facultad en las décadas de 1980 y 1990, profesorado y licenciatura. Lo que yo mamé en la Facultad fue una superación de eso y lo que lamento es que eso no perfore el sentido común en la agenda pública. Y con eso no me refiero solamente a los políticos, los medios de comunicación, sino el sentido común compartido que tiene una visión y eso me parece inevitable y que está bien. Es cierto que el mundo académico por lógica tiene su dinámica interna, muy interna y muy poco conectada con el exterior. Sí se puede hacer algo con la divulgación para conectar eso con ese mundo académico. Poner una nueva visión de la historia al alcance de la gente que no tiene por qué saber qué ha escrito Tulio Halperín Donghi, Hilda Sábato, José Carlos Chiaramonte, Marcela Ternavasio”, explicó Sacheri y agregó: “Por eso, me puse a pensar que yo tengo un público gestado a partir del mundo de la ficción y que me da una cierta visibilidad que sería bueno divulgar esta historia”.

 

Contarla como un profe

Al adentrarse en “Los días de la violencia”, el lector o la lectora advierten que el tono elegido por Sacheri es el del profesor dando una clase de historia, con metáforas, con explicaciones, con una narración llevadera a la que muchos les hubiera gustado tener en su paso por la escuela.

“Sigo dando clases en la secundaria. Dejé la universidad hace un montón. Fui reduciendo las horas que daba y me quedé con algunas horitas en una secundaria los lunes a la mañana. Lo hago porque es una parte de mi vida que yo valoro. También me reconozco como profesor de historia y nunca voy a dejar de serlo. Me parece que es un laburo útil para otras personas aunque todos los trabajos tienen su utilidad, y que le da un plus. Yo estudié historia porque me pareció valioso para compartir con otros. Y descubrí que me gustaba”, confesó Sacheri, que aprecia su tarea docente porque también le ayudó a encontrar el tono para escribir libros de historia.

“Para estos libros, terminé descubriendo que la oralidad de la clase es el único tono posible para escribirlos”.

 

El peldaño de la divulgación

“Ahora estoy escribiendo el tercero. Para eso estoy leyendo qué se escribió en estos últimos diez años, porque hace diez años que dejé la Facultad. Estoy haciendo el dichoso «estado de la cuestión». Pero cuando me pongo a escribir sé que me voy a encontrar con el mismo lío. Cuando vos escribís una novela, cuando vos afinás el tono que querés conseguir para esa novela, lo mantenés”, explica el autor.

Sacheri confesó que se siente más cómodo al escribir novelas que sobre historia, porque en la segunda la cuestión es más compleja.

“En cuanto a libros de historia no es sencillo, porque te ponés a escribir y, claro, vos estás frente a problemas complejos. Entonces te ponés complejo y redactas un paper, pero te das cuenta que nadie lo va a entender, nadie lo va a disfrutar. La idea es que tiene que haber un disfrute para el público en general”, advierte el profesor cuando señala que se siente en una situación bascular donde el texto de divulgación de historia tiene que ser entretenido pero serio, y con lo más actualizado de lo que se discute en el ámbito académico a la vez.

“Por eso me digo, esto tiene que ser entretenido, divertido y pienso, me estoy volviendo un chanta. Lo toma alguien del mundo académico y dice que es una pavada. Entonces, la oralidad de la clase termina siendo lo más correcto porque en la escuela vos ponés al alcance de alumnos temas y los acompañás a la complejidad de los mismos. Lo hago de un modo pendular porque te llevo pero cuando siento que te estás perdiendo aflojo un poco, y después retomo”.

“Eso tiene que ser la divulgación. Un peldaño de comunicación entre lo académico y el mundo de afuera. Como una correa de transmisión al mismo tiempo placentera para la lectura y compleja desde el conocimiento. Lo digo y suena muy lindo pero es difícil”, completa la idea el autor.

 

Series de anacronismo

En los últimos años aparecieron series de televisión o streaming que son de época y buscan incluir a personas de color o brindan a las mujeres espacios de poder que no tuvieron en ese momento. Sacheri expresó que se opone a esa idea porque muestran un anacronismo de algo que no pasó y que borran el cambio, meten bajo la alfombra las luchas por tener un mundo donde no exista el racismo y donde la mujer goce de derechos como los varones.

“Lo audiovisual se está aproximando mal al pasado porque está ofreciendo una mirada anacrónica del pasado. Me saca de quicio”, confesó Sacheri.

“Hay como un malestar para aceptar que el pasado era distinto al presente y eso me parece peligrosísimo como síntoma de estos tiempos. No necesitamos reescribir el pasado, necesitamos entenderlo. Lo que necesitamos escribir es el futuro, con lo que decidamos hacer con la humanidad. Además, esa reescritura del pasado borra la noción del cambio que es esencial para la historia. Y borra lo que los seres humanos se han esforzado en cambiar. Si ahora resulta que la nobleza inglesa del siglo XVIII está llena de negros y llena de mujeres en roles importantísimos en todos los ámbitos, borramos que era una sociedad absolutamente machista y racista. Si hoy no lo es, festejemos que tenemos una sociedad más diversa y horizontal y aceptemos que las sociedades cambiaron porque las personas decidieron que había que cambiar. Porque va a seguir cambiando”, arremetió Sacheri contra esa perspectiva anacrónica de la historia.

“Esta cosa mítica de que vivimos en una sociedad definitiva, es una noción muy totalitaria. Todo totalitarismo parte de la base de que se siente el final de un camino en tanto perfección de algo. Y eso no está bien y uso a propósito el concepto totalitario aunque suene fuerte. Pero si te considerás el final de un proceso de cambio, la cúspide de donde puede llegar una sociedad. No pasa ni va a pasar eso. La cosa va a seguir cambiando y tenemos que tener cuidado de hacia dónde queremos ir. Si yo digo que el pasado no tiene cambios y el futuro tampoco, le quito a las personas las herramientas emocionales y racionales para operar cambios o para poder divisar las direcciones. Estudiar historia implica comparar, al igual que otros estudios sociales. Tergiversar los pasados para disminuir la tensión comparativa, para mi es una pésima idea”, finalizó Sacheri.

 

Datos del libro

Nombre: Los días de la violencia. Una historia de Argentina cuando empieza a ser Argentina (1820 – 1852)

Autor: Eduardo Sacheri

Editorial: Alfaguara

 

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