Política

Balance, actualidad y futuro

Marcos Corach: “A Pullaro, este nivel de sumisión con Milei va a terminar jugándole en contra”

El ex ministro de Gestión Pública de Omar Perotti le sugirió al gobernador actual "aferrarse más a sus convicciones y no dejarse llevar tanto por los cantos de sirenas" del acompañamiento al gobierno nacional. Sobre la reconstrucción del peronismo, fue tajante: "No es un proceso del todo honesto y dialogado". En el rubro autocrítica, señaló que no funcionó replicar fórmulas que sí habían daro resultado en Rafaela 


El ex ministro de Gestión Pública de Omar Perotti conoce al ex gobernador como pocos. Voz autorizada para analizar los últimos cuatro años de gobierno, se anima a la autocrítica: “Al lado del gobernador, ví como replicaba fórmulas que en Rafaela funcionaron y que quizás como gobierno provincial eran deficitarias para algunos sectores”. Y remata: “Es muy difícil sacarse un modelo de gestión y de vida a la hora de sentarse como gobernador”. Uno de los hombres que acompaña al ex gobernador desde principios de los 90 reconoce también que fue determinante para la suerte del gobierno no haber dado con la clave en seguridad, reconoce avances del actual gobierno, pero a  la vez cree que esos logros se deben, en buena medida, a que ellos dejeron “un piso muy superior” al que recibieron. Sobre la reorganización del peronismo y la elección de nuevas autoridades, fue tajante: “El proceso por el cual el peronismo se reorganizó, no es un proceso del todo honesto y dialogado”. Para Corach, lo importante hacia adelante es que el peronismo se pregunte “para qué” quiere volver al poder. Al gobernador Pullaro le recomendó “aferrarse más a sus convicciones y no dejarse llevar tanto por los cantos de sirenas”, y pronosticó que “este nivel de sumisión va a terminar jugándole en contra”.

—¿Qué rol ocupabas en ese grupo de jóvenes militantes peronistas de Rafaela que lideraba Perotti en los 90?

—Mi cargo como ministro de Gestión Pública termina siendo una consecuencia de mi rol de gestión de aquella época: yo hacía la campaña en una ciudad de Rafaela mucho más chica, con una militancia cuerpo a cuerpo, con la inexistencia absoluta de redes. Y yo en aquel momento tenía el rol del militante que gestionaba la campaña, pero básicamente era un soldado de la causa. En términos de roles, había que repartir folletos, repartía folletos; había que pensar estrategia, y yo participaba, pero básicamente era un gestor. Aprendí la gestión de la mano de Omar, allá por los años 90.

—¿Cómo fue esa relación de aquel grupo con el peronismo provincial?

—En la expresión del peronismo de los 90, claramente Omar era una rara avis: profesional, joven, 32 años, un emergente completamente novedoso dentro del peronismo, en una ciudad que nunca había votado al peronismo, que venía de muchas intendencias, de vecinalistas, era como que el peronismo en aquellos tiempos en la ciudad de Rafaela estaba bastante encapsulado. Y la relación con el gobierno provincial era una relación no sé si secundaria, que puede ser una palabra fuerte, pero como rafaelinos siempre entendimos que podíamos resolver los problemas con un modelo de gestión muy localizada, desde los recursos hasta los servicios.

La relación con los gobiernos provinciales después fue mejorando, tanto la política como la gestión, tuvo altibajos, estamos hablando de la época de Carlos Reutemann, Omar fue candidato a vicegobernador de (Héctor) Cavallero en 1995, después fue ministro de (Jorge) Obeid. Fue mejorando el vínculo, pero en términos políticos el peronismo de Rafaela siempre tuvo un manejo muy particular, muy cerrado, porque costaba muchas veces que los gobiernos provinciales entendiesen cómo era gestionar una ciudad como Rafaela, en ese momento. Claramente, muchas cosas que se consiguieron no se hubieran conseguido sin el apoyo económico de los gobiernos provinciales y nacionales, pero en términos políticos siempre nos manejamos bastante autónomamente, lo que a veces es bueno y a veces es malo.

—¿La Rafaela de Santa Fe sería la Córdoba del país?

—Sí, estamos hablando de otra escala, los rafaelinos siempre fuimos muy particulares. El crecimiento de la ciudad, al ser aún hoy caso de estudio, tiene mucho que ver con la idiosincrasia nuestra, de poder resolver los problemas con la nuestra. Entonces, me parece que no sé si el ejemplo es el más feliz, pero básicamente por desconocer la idiosincrasia de los cordobeses.

—Lo decía porque el peronismo en Córdoba también hizo pie en territorio, pero siempre diferenciándose del PJ nacional.

—Puede ser, sí.

—Quería introducir por ahí, porque después, en la gestión que le tocó a Perotti, y a todos ustedes, los de su grupo más cercano, ¿puede que se haya repetido algo de esta lógica de autonomía rafaelina, pero esta vez ya en un marco diferente?

—Claramente, para el ex gobernador haber podido llegar a la Gobernación, después de un par de intentos previos, sin lugar a dudas tiene que ver con lo que el ex gobernador le dio a Rafaela y con lo que Rafaela le dio al ex gobernador. Es muy difícil sacarse un modelo de gestión y de vida a la hora de sentarse como gobernador. Yo no tengo dudas de que ha mudado un modelo de gestión al gobierno de la provincia, estamos hablando de otra escala, y de otras incidencias, pero fue un gobierno que tenía una clara impronta de ese rafaelismo que traía, porque insisto, es muy difícil dejarlo de lado. Yo lo sentí, trabajando al lado del gobernador, y ví como replicaba fórmulas que en Rafaela funcionaron y que quizás como gobierno provincial era deficitario para algunos sectores, o había algunos sectores que no se sentían contenidos por las políticas de gobierno. La fuerte impronta de la producción, que siempre estuvo, o la vinculación con el sector privado, fue una impronta muy fuerte que Perotti puso en su gestión, lo que muchas veces hizo que se perdieran de vista algunos otros aspectos, que claramente afectaron la vida de los santafesinos.

—¿La seguridad?

—Con respecto a la seguridad, el gobernador llegó con una máxima, que no iba a transar con las mafias y con la delincuencia. Lo mantuvo firme durante 4 años. Era y sigue siendo una convicción del modelo de gestión, que yo comparto. Creo que no terminamos de acertar en las políticas de seguridad. Lo único que ratificó es que no le temblaba el pulso a la hora de pedirle la renuncia a un funcionario, porque estamos hablando de cuatro ministros. Básicamente, a nosotros nos miden por resultados, y claramente los resultados y los aciertos no estuvieron a la altura de las circunstancias. Los números eso indican y las elecciones eso indican. Me parece que claramente no hemos tenido un acierto en las políticas de seguridad.

—¿Pensás que estuvo mal asesorado?

—Es difícil sacarle la responsabilidad de los aciertos. No funcionó. Hoy ya ponernos a ver cuáles fueron los aciertos y los desaciertos de cada uno de los ministros, queda viejo, pero claramente no acertamos en las políticas de seguridad y nos ha costado muy caro como gestión. Y a quien más le ha costado es a la ciudadanía. Básicamente en Rosario y Santa Fe, son quienes más se han visto más afectados.

—¿Pensás que el gobierno actual está haciendo cosas que ustedes no pudieron hacer en materia de seguridad, como los controles en las cárceles, por ejemplo?

—Sería muy necio decir que no. Básicamente por los números, pero cuando uno mira la foto se está olvidando un pedazo de la historia y de la película. Porque cuando nosotros tomamos el gobierno, la seguridad estaba en una determinada condición, la inversión en seguridad era infinitamente menor a la que hicimos nosotros durante los cuatro años de gestión. Cuando vos te referís al control de las cárceles, los inhibidores de teléfonos los pusimos nosotros, los escáneres los pusimos nosotros, el 911 lo montamos nosotros, con una inversión de 3.500 millones de dólares, para poder equiparlo. No me voy a poner a enumerar las inversiones hechas, pero yo estoy convencido de que gran parte de la política de seguridad del gobernador Pullaro tiene que ver con que nosotros dejamos un piso muy superior al que recibimos nosotros. A partir de ahí, todo podría ser mucho peor, pero tomando ese punto de partida, creo que el gobierno de Pullaro arranca de un lugar mucho mejor del que arrancamos nosotros.

—¿Qué flanco débil deja el gobernador actual para que el peronismo se reconstruya como opción de poder en la provincia?

—Yo creo que un flanco importante que hoy tiene el gobernador, es el diálogo con el territorio. Yo estoy convencido de que el gobernador no está hablando con los dirigentes y con el territorio. Está más enfrascado y más ocupados en sus diálogos para adentro, y en el funcionamiento, y no está queriendo profundizar diálogos con intendentes y presidentes comunales.

—Ese siempre fue su fuerte.

—Sí, pero estas cosas se terminan convirtiendo después en decisiones, en leyes, donde se nota la falta de diálogo del gobernador con intendentes y con presidentes comunales. Yo creo que el peronismo tiene que aprovechar ese espacio, tiene que volver a hablar con la gente, pero no con el peronismo únicamente. Creo que los dirigentes del peronismo tenemos que retomar el diálogo.

El otro flanco que tiene el gobernador Pullaro es la ambivalencia, en esta relación tan complicada que tiene con el gobierno nacional. Y básicamente con el presidente Milei. Yo creo que el clima de época termina cooptando la mente y la gestión. La foto de Bukele, el endurecimiento de las penas, porque entiende que hay un clima de época que exige eso, creo que eso lo hace abandonando sus propias convicciones. Creo que él no está convencido de las cosas que cree que tiene que hacer para poder quedar bien con un presidente que lo ignora, con un presidente que no dialoga, con un presidente que dice y hace lo que quiere, y me parece que ese nivel de sumisión, entre comillas, va a terminar jugándole en contra.

Todo eso más allá de que hoy el presidente de la Nación tenga aparentemente un nivel de aceptación considerable. Yo estoy en contra de todas y cada una de sus políticas, porque creo que hay una cuestión de fondo, esto que hablamos ahora, del paradigma cultural, el enfoque de la política, de la frustración de mucha gente. A diferencia de lo que piensa el presidente, y de este equilibrio que hace el gobernador para no pelearse con el presidente, pero yendo en contra de sus convicciones, porque él es un militante radical de mucho tiempo, que abrazó la política como vocación y hoy es gobernador, porque decidió y puso su meta, y fue para adelante, y fue la política la que lo sostuvo, y yo creo que hoy hay que sostener la política como herramienta, no como una cueva. Y hay que defenderla. Y me parece que el gobernador en esas cosas es tibio, hace equilibrio, para que no lo disciplinen con la chequera, pero termina siendo un mensaje que no es de él. Yo no lo conozco tanto al gobernador, pero imagino que él deja muchas de sus convicciones, influenciado por un clima de época, influenciado por un presidente que dice y hace lo que le viene en gana, que genera miedo.

Vemos lo que pasó con la ley Bases, ¿apoya o no apoya? Es la contracara de lo que hace el presidente, lo que genera que mucha gente termine eligiendo ese modelo. El presidente dice “es por acá” y no negocia, está convencido y va a morir con las botas puestas. El gobernador Pullaro no está transmitiendo ese mensaje. Tiende a hacer un equilibrio, que en términos políticos y para la provincia, creo que ir con este viento nos va a hacer mucho daño. Y el capitán del barco hoy se llama Maximiliano Pullaro y me parece que debería aferrarse más a sus convicciones y no dejarse llevar tanto por los cantos de sirenas, que no lo van a a terminar estrellando a él en términos personales o políticos, van a terminar chocando la provincia. Y lo digo habiendo sido funcionario. Me hago cargo de lo que hice, fui ministro, soy diputado, pero me permito ponerme de este lado, soy opositor a este gobierno. Él mandó todas las herramientas que él quiso a la Legislatura, con algunas diferencias hemos apoyado todo. No obstante creo que esta indefinición va a terminar siendo nocivo para la provincia.

—En la reorganización del peronismo, ¿cómo va a jugar el perottismo? Porque siempre hay fantasmas sobre el alineamiento de Perotti, además de una relación resentida entre los sectores internos.

—Yo creo que la reorganización del peronismo va a llevar mucho tiempo. Hubo un esfuerzo por encontrar una unidad. El perottismo, como vos decís, tiene a Juan Carlos Pusineri, el ex ministro de Trabajo, sentado en la mesa ejecutiva. Nosotros, como muchos otros sectores del peronismo, no formamos parte de esta discusión.

La vez pasada me preguntaban si el silencio del ex gobernador era deliberado. Y sí, claramente es una decisión de él, de aparecer poco y hablar menos. No sé dónde nos encontrará en el futuro. Pero hoy, a pesar de tener una representación, no estamos formando parte de la discusión de este rearmado del peronismo.

—¿Por propia decisión?

—Sí.

—¿Ustedes creen que hay que buscar algo por afuera de la frontera partidaria?

—Nosotros no podemos mirar para otro lado. Fuimos y somos protagonistas de este momento. El proceso por el cual el peronismo se reorganizó y llegó a esta unidad, no es un proceso del todo honesto y dialogado. Había que resolverlo, se terminaba el mandato. Las personas que tomaron la iniciativa de hacerlo, no dieron el debate de lo que queremos para el peronismo en el futuro. No voy a hablar por todos, pero nosotros no fuimos incluidos en esta discusión, que debería darse. Se puede dar ahora, y va a ser una decisión sentarse o no. Pero me parece que a esta construcción actual se llegó porque había una fecha, un vencimiento, las autoridades había que cambiarlas. Y con que una persona tome la iniciativa y se haga cargo, es suficiente para que el resto se termine reacomodando para cumplir con la formalidad, y después vemos. Esto es tremendo, pero no sólo para un partido sino para cualquier decisión que uno toma. Sobre la decisión de participar o no, lo primero que tendríamos que preguntar es para qué. Pero esta discusión no se ha dado y creo que lo que predomina en el peronismo santafesino es mucho individualismo, poco diálogo y falta un denominador común: ¿cuál es el objetivo?

Yo puedo decir que el objetivo es retomar el gobierno en las próximas elecciones, Pero la verdad es que termina siendo un objetivo muy vacío. Hay que darle contenido. ¿Para qué queremos ser gobierno? Necesita un proceso de discusión. Yo tengo 57 años. Milito desde hace un montón de tiempo. Y hoy hay jóvenes que tienen otra cabeza, tienen otra visión. No estamos hablando de lo mismo. Qué le vamos a hablar de Menem si ni lo han escuchado. Qué podemos hablar del kirchnerismo, que quizás les resulta un poco más cercano. Me parece que cuando todos estos procesos se dan con esta falta de diálogo, yo tengo serias dudas del éxito de cualquier proceso. Lo que está faltando es la pregunta del para qué, del cómo, el ser generosos, porque no podemos ser generosos con las nuevas expresiones y entender las nuevas realidades.

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