Una de las referencias ineludibles para un camino emancipador
Quienes quieran oír que oigan;
Quienes quieran seguir que sigan.
Mi empresa es alta, y clara mi divisa:
Mi causa, la causa del pueblo;
Mi guía, es la bandera de la Patria.
PERÓN
(Del mensaje leído al prestar su juramento como Presidente de la Nación)
Este 1° de Julio, al cumplirse cincuenta años del paso a la inmortalidad del General Juan Domingo Perón, es imprescindible rendirle un merecido homenaje a uno de los hombres más trascendentes del siglo XX, una referencia ineludible para cualquier proyecto emancipador de nuestra Argentina.
Son horas difíciles y desgarradoras para el pueblo argentino.
En esta cruzada que tiene la Patria “herida” frente a los vendepatrias, antipatrias, regalapatrias, siendo negocio para monopolios extranjeros como en este gobierno de Javier Milei (hoy condensado con la aprobación de la Ley Bases), pretendiendo convertir a la Argentina en un protectorado, en una colonia, en una factoría, con nuevas formas de esclavizar a los pueblos y a las naciones bajo la voracidad del imperialismo, si hay algo que sintetiza la declinación de nuestra soberanía es la falta de un “proyecto soberano”.
Las enseñanzas de las páginas gloriosas de nuestra historia, de nuestros próceres y sus causas y legados, es que siempre la Patria fue, es, y será un desafío.
El pasado 20 de junio, “día de nuestra bandera nacional”, tuvimos el privilegio de protagonizar en la ciudad de Rosario el II Encuentro Federal por la Soberanía.
Con una masiva participación, con la adhesión de más de doscientas organizaciones, contando con la presencia de referentes académicos, científicos, sindicales, políticos, sociales, del empleo y la producción, estudiantiles, trabajadores de todos los ámbitos, de la región y de más de quince provincias del país, aunados en la búsqueda por darle contenido real y programático a la consigna “¡la Patria no se vende, se defiende!”, el grito unificado que enmarcó la jornada, hacíamos referencia a la obra de grandes hombres y mujeres que, como el General Perón y sus “Planes Quinquenales” y la Constitución de 1949, son una referencia ineludible para la Argentina justa, libre y soberana que soñamos, convencidos de la necesidad de construir un consejo nacional, federal, de planificación estratégica integral, con soberanía y emancipador. Un verdadero proyecto colectivo que parta del principio de defender y recuperar lo nuestro, de poner en valor nuestro potencial material y sobre todo el tesoro de los “recursos humanos” que sí tiene la Argentina. Un proyecto industrial que ponga en valor al mercado interno, a las economías regionales, al trabajo argentino y al empleo, pregonando la creación de ocho millones de puestos de trabajo industriales.
El Plan Quinquenal
El Plan Quinquenal y su realización fue lo que permitió por primera vez una planificación integral, estratégica, de corto y mediano plazo, de la soberanía argentina bajo el principio de defensa y de mantener nuestra integridad territorial, fluvial y marítima.
Además de la nacionalización de la banca, del comercio exterior, hizo posible la limitación como nunca antes tuvo el latifundio terrateniente donde en lo fundamental la tierra dejó de ser un bien especulativo y pasó a ser un bien productivo. Congeló los arrendamientos, hizo bajar el valor de la tierra y obligó a venderla dando prioridad a los arrendatarios facilitándoles créditos a tasa de interés cero, etc. Más de 60.000 arrendatarios pasaron a ser propietarios haciendo realidad para esa masa de inmigrantes súper explotada la consigna “la tierra para quien la trabaja”.
Así también el Estatuto del Peón Rural, la Ley más revolucionaria. Antes de Perón, como mil veces escuché en el relato de gringos y peones que no surgen de los libros, la oligarquía en las estancias “usaba el látigo” contra sus peones.
Con Perón vinieron las ocho horas de trabajo y el fuero laboral, el descanso dominical, el medio aguinaldo, las vacaciones.
Nuestro río Paraná tenía rango ministerial bajo la órbita del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, luego desde la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables que contemplaba al río como una integridad. Se ocupaban de administrar la estadística, la planificación de obras, puertos, trazos, dragado y balizamiento, flota, atención de las vías navegables, etc.
Estos son solo algunos ejemplos de los argumentos por los cuales decimos que “los hombres hablan por sus obras” y que es una experiencia de referencia ineludible adecuada al siglo XXI y de cara al futuro y a las necesidades de la Patria, más vigente que nunca: por su espíritu, su contenido político e ideológico y sus objetivos.
La Constitución de 1949
Con la sanción de la Constitución Nacional de 1853, y sus modificaciones, Buenos Aires plasmó en los papeles su hegemonía a fuerza de divisas y dependencia extranjera.
Las discusiones sobre el control del comercio exterior, el puerto único, la reforma agraria y la navegación de los ríos interiores, quedaba en los debates perdidos del Pacto Federal. Y con ellos, quedaban a un lado Artigas y su “tierra libre”; Belgrano y su desvelo por la industria nacional, la navegación, la educación, los originarios; Güemes y la defensa nacional; Azurduy y el antiimperialismo; San Martín y la independencia truncada.
Los dominadores abrazaban el constitucionalismo liberal, tan de moda y tan ajeno a los intereses del pueblo. Y ganó el centralismo del gobierno porteño, la deuda externa, el puerto único, el genocidio al Paraguay, la entrega de los recursos, la concentración de la tierra. Se sancionó la Constitución de la dependencia.
El constitucionalismo social, que se desplegó en el mundo en el siglo pasado, dejó su obra de ejemplo en Argentina. Bombardeos, fusilamientos y golpes de Estado, fueron necesarios para intentar derrotar al proceso que dio origen a la Constitución Nacional de 1949, tras la declaración de la Independencia Económica de 1947. Una junta militar, amiga del extranjero, tuvo que “derogarla” y poner en vigencia una Carta Magna liberal que ya no era aceptada por el pueblo en la práctica. Sabedores de eso, solo dejaron en pie los derechos de los trabajadores.
Pero las bombas apuntaron a los artículos que consagran al control del comercio exterior como privativo del Estado, la defensa nacional, al control de la moneda, de los servicios públicos y los recursos naturales, como el artículo 40: a) la economía al servicio del bienestar del pueblo y conforme el principio de la justicia social; b) autorización y legitimidad del Estado como ente monopolizador de la actividad de importación y exportación; c) protección de la actividad privada lucrativa, siempre que no afecte los intereses generales; d) propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación de todos sus recursos naturales (petróleo, gas, carbón, recursos hídricos) y e) servicios públicos estatales y expropiación de aquellos que aún no pertenecen al patrimonio nacional; como al inciso 16 del artículo 68 que proponía la “extinción del latifundio”. Golpearon los institutos jurídicos que sustentaban los cambios materiales necesarios para un país libre.
La reforma de 1994, en nada cambió la ideología de la Constitución liberal ni sus fines concretos. Y no es para menos, la desregulación pasó a ser la directriz de las leyes, de la economía y de las finanzas. La reforma posibilitó la privatización a granel de todos los sostenes de un Estado soberano. Se garantizó constitucionalmente la depredación extranjera.
Hoy, los principios de la Constitución del gobierno del Gral. Perón se levantan ante la declinación integral de la soberanía y proponen la posibilidad de la recuperación de algunos de los elementos constitutivos de la independencia. La dependencia solo puede ser enfrentada recuperando el control de las importaciones y las exportaciones, la moneda nacional, las finanzas, el IAPI, la Junta Nacional de Granos, la extinción del latifundio, del monopolio, la recuperación de las vías navegables, los servicios públicos, recuperando los mismos principios de la Constitución Nacional de 1949. Lo que la oligarquía y el imperialismo desean destruir, nos indica los aciertos de esta Constitución.
Están en pugna los mismos principios que defendieron nuestros patriotas, y ya es hora de que nos unamos y triunfemos quienes deseamos ser ¡LIBRES DE TODA DOMINACIÓN EXTRANJERA!
Por todo lo dicho y con el argumento de los “hechos”, más allá de las pertenencias políticas o partidarias que se expresan en el amplio arco nacional y popular, vaya este merecido homenaje al General Juan Domingo Perón y su obra. ¡Nobleza obliga!