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Tehuelches, como curiosos «salvajes», participaron en los terceros Juegos Olímpicos de 1904

Tras una disputa alrededor de la sede, los "gigantes fueguinos" fueron parte, junto a filipinos, sioux y africanos, de competencias alternativas en el marco de la Exposición Universal, que en clima supremacista y segregacionista desplegó un "zoológico humano" para solaz de los espectadores blancos

Fernando Duclos es periodista. Mientras recorre los Balcanes, Asia central y el Cáucaso ruso publica en X, a través de su cuenta Periodistán, hilos narrativos sobre historias lejanas o desconocidas que apoya en abundante información. Estos días, recordó la participación de una etnia que habitó el hoy territorio de Tierra del Fuego, frente al Estrecho de Magallanes, en los Juegos Olímpicos de 1904 que se organizaron en Estados Unidos.

Se trata de los tehuelches, también conocidos como patagones o aonikenk. En su hilo, Periodistán repasó que los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna habían sido en Atenas, en 1896. Le siguieron los de París en 1900. Y para los terceros, cuatro años después, la decisión fue cruzar el Atlántico y el país elegido fue Estados Unidos: era claro emergente poderoso de ese otro continente, América.

La ciudad elegida inicialmente fue Chicago. Pero cambió. Saint Louis, en el estado de Missouri, era entonces pequeña pero influyente, ya que concentraba el comercio del algodón y mantenía una fuerte actividad comercial. Allí se organizaba, para las mismas fechas, la Exposición Universal, un evento con tintes antropológicos y de carácter racista y segregacionista que imprimió a los Juegos Olímpicos. Es que, ante la competencia de las dos grandes actividades, una campaña de desprestigio surtió efecto, el Comité Olímpico (COI) intentó una mediación y el entonces presidente estadounidense Theodore Roosevelt resolvió que los Juegos y la Exposición se concentraran en Saint Louis.

La supremacía blanca, destaca Periodistán, convivió así con el deporte, el deslumbramiento por lo «nuevo» de los avances tecnológicos y descubrimientos y la curiosidad por lo «ancestral» llegado del sur del continente.

Así, se organizó un museo viviente con la presencia de individuos de diferentes etnias y grupos raciales del planeta. Un «zoológico humano», un «circo» con individuos tan diferentes en los cuales reflejarse como superiores, calificó Duclos. Y allí estaba el Cacique Mulato encabezando la delegación de tehuelches. Llevados a Estados Unidos sin que importara su consentimiento, fueron siete: el cacique Guechico o Mulato (71 años), su esposa Lorenza (45), Giga (hija de Lorenza, de 8), el subcacique Sinchel (45), Colojo (30), Casimiro (28) y Bonifacio (25).

Los tehuelches llegaban con la fama de las leyendas que los describían como «gente enorme, con muchísima fuerza; más de dos metros de altura, pies gigantes. Son Hércules del fin del mundo», repasa Periodistán.

Esos Juegos Olímpicos, finalmente parte de la Exposición Universal, duraron casi cinco meses: entre el 1 de julio y el 23 de noviembre de 1904. Participaron 651 atletas (645 hombres y 6 mujeres) de 12 países, compitiendo en 91 eventos de 16 deportes olímpicos. Muy poca presencia de europeos que le permitieron sobresalir a los estadounidenses y una mala organización, coinciden las crónicas.

El desfile inaugural, bajo el título de Anthropological Day (El Día Antropológico), fue una de las expresiones supremacistas. El pasar de representantes de razas supuestamente inferiores para regocijo de los espectadores, que luego los pudieron ver en competencia de eventos paralelos a los Juegos, sin registro oficial. El barón de Coubertin, pedagogo e historiador francés que fundó los Juegos Olímpicos y el Pentatlón modernos, se negó a presenciarlos y los calificó de espectáculo bochornoso.

De izquierda a derecha: Casimiro Kolojo (nieto de Casimiro Biguá), Lorenza y su hija (mujer de Mulato), Awaik, Mulato y Sinchel.

 

Periodistán recuerda que tres tehuelches compitieron en esa ronda de segunda de los juegos. Fue el 12 y 13 de agosto en las competencias étnicas alternativas, curiosidad a contramano de las prestigiosas disciplinas de los blancos. Los “nativos” participaron así de las capciosas categorías de salto, arco, lanza y carreras. Hasta una que era «trepada de árbol». «¿Creen que somos como los guanacos con los que divertirse?», mencionan algunas crónicas palabras atribuidas al cacique Mulato.

El espectáculo no fue el que esperaban los atildados expectadores con curiosidad por esa raza de gigantes que habitaban el confín austral del continente. Los tres tehuelches no tenían experiencia ni preparación en esas lides. No descollaron. Bonifacio salió tercero en la carrera de 100 yardas. El cacique Guechico ganó una competencia de «lanzamiento de béisbol en precisión», que consistía en golpear un poste de telégrafo a una distancia de 25 pies. En lugar de la medalla de los blancos, lo premiaron con una bandera de Estados Unidos. Todo un símbolo del espíritu colonizador de esas jornadas.

 

Los gigantes fueguinos participaron con esquimales, sioux y “ejemplares nativos” de Africa. La fotógrafa Jessie Tarbox Beals hizo posar a los tehuelches Awaik y Casimiro con un enano filipino vestido con traje al estilo europeo. Otro toque “exótico”, como describieron los diarios norteamericanos.

 

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