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Tristeza: a los 85 años, murió este miércoles el escritor y gestor cultural Rafael Ielpi

Cercano y siempre dispuesto a ponerle el hombro a las causas rosarinas, había nacido en Chubut en 1939. Fue responsable de la política cultural de la ciudad entre 1984 y 1989 y desde 2003, dirigió el Centro cultural Roberto Fontanarrosa

Con una larguísima lista de libros publicados y un recorrido por la gestión cultural de Rosario que sin duda dejó una marca para siempre, en las últimas horas se conoció la triste noticia del fallecimiento de Rafael Ielpi, o el Negro como lo conocían en su entorno, quien murió de un paro cardíaco a los 85 años. Sus restos serán velados durante la jornada en la cochería Caramuto.

Nacido en Esquel (Chubut) en 1939, desde los 10 años vivía en Rosario. Fue un destacado periodista, escritor e historiador. Codirigió junto a Aldo Oliva y Romeo Medina la revista El arremangado brazo, fue responsable de la política cultural de la ciudad entre 1984 y 1989 y desde 2003, director del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa.

Entre sus libros aparecen El vicio absoluto (1964, reeditado en 2003), Para bailar esta ranchera (1975), El vals de Hermelinda (1981), Viajeros y desterrados (1988) y Día de visitas (1994), entre muchos más.

Reconocido oportunamente como Ciudadano Ilustre de Rosario y concejal por el radicalismo, fue el primer secretario de Cultura que tuvo la  ciudad en el marco de la intendencia de Horacio Usandizaga.

El Negro Ielpi fue traductor de poetas brasileños como Vinicius de Moraes, Manuel Bandeiras y Carlos Drummond de Andrade. De gran trayectoria periodística y artística, el escritor y poeta fue reconocido por sus trabajos de investigación sobre la historia de Rosario que plasmó en la publicación de varios textos que indagaron en aspectos destacados de la ciudad.

Entre esos libros aparece Prostitución y rufianismo, que Ielpi escribió junto con Héctor Nicolás Zinni y que en 2022, a casi cincuenta años de su primera edición, fue publicado nuevamente.

Pionero en la investigación de un pasado prostibulario y rufianesco relegado al olvido, este libro fue el punto de apoyo fundamental para que una nueva pléyade de escritores a nivel local y nacional se interesara por historiar aquellos hechos y personajes que son o fueron dejados de lado por su “falta de mérito” oficial y, principalmente, para que los rosarinos encontraran un espejo donde se hallaran reflejadas muchas de sus vivencias, preocupaciones e inquietudes actuales.

Material de consulta ineludible para quienes se interesan por indagar en el pasado local, esta obra se encuentra atesorada en innumerables bibliotecas públicas y privadas, nacionales y del extranjero, como en la New York Public Library, donde es consultada por investigadores de todo el mundo.

Con motivo de la reedición de su libro fundacional, el referido El vicio absoluto, Ielpi dijo a El Ciudadano hace unos años: «Hay ejemplos históricos de escritores que denostan su primer libro o descreen de su primer libro. No es mi caso, no es que digo que no lo hubiera vuelto a escribir sino que, con el paso del tiempo, yo pensé que era muy primerizo y quizás no tuve noción real de si tenía valor o no ese corpus poético que había publicado. Además, incluía algunos poemas que hice cuando tenía 19 años».

Y también se refirió a los cambios que transitó su poesía a partir de ese primer libro: «Me fui olvidando un poco de ese primer libro y mi poesía fue derivando hacia otra cosa, mucho más narrativa. Algunos dicen que era más interesante aquella poesía más contenida y sintética de mi primer libro, después me dediqué a una poesía más pro prosística, como lo que alguna vez hizo (Juan José) Saer. En esa búsqueda me olvidé de mi primer libro».

En la misma charla, sobre lo ineludible de una buena poesía, planteó finalmente: «Siempre peleé porque la poesía no dejara de lado cierto costado coloquial. A mí la pura fracción no me gusta. La poesía metafísica la admiro en Rilke pero no para practicarla. Creo que estos tiempos exigen una mirada distinta sobre lo que pasa en el mundo y adentro de uno mismo también. Rosario ha sido una ciudad de muchas generaciones de poetas, más que de narradores. No quiero ser peyorativo con nadie pero no hay grandes narradores, están Jorge Riestra, Angélica Gorosdicher, Ada Donato, Gloria Lenardón o Alberto Lagunas y creo que ahí hay que parar de contar. Pero sí hay muchos poetas. Siempre nos reímos con otros escritores amigos cuando intentan rotular a la poesía de Rosario como si fuera un movimiento, cuando en realidad es muy diverso todo».

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