Noche sin paz. Tan lógica como previsible. Si la caída con Central era un golpe duro que había enardecido ánimos, la derrota 1 a 0 con Racing de un Newell’s inexpresivo puso al hincha con una bronca desbordante. Sebastián Méndez hizo todo para ser despedido; los futbolistas le dieron la razón a la reprobación de la gente; y el partido de Copa Argentina del miércoles aparece como la última oportunidad para evitar el caos.
El clima del Coloso se puso caliente desde temprano. El enojo acumulado por las derrotas en los Clásicos puso al hincha en modo crítico y la hostilidad hacia los futbolistas apareció apenas pisaron el campo de juego. Perder con Central tuvo su costo y Newell’s salió con esa mochila a la cancha. Ni siquiera la ausencia de los cuestionados Ramiro Macagno y Francisco González podía calmar a la gente. Paciencia cero, tensión al límite y poco espacio para pensar en un partido a largo plazo.
Miljevic intentó manejar la pelota, a veces bien, otras mal; Fernández Cedrés intentó contagiar con su entrega; y Besozzi metió un par de enganches para insinuar algún ataque que pudiera calmar a la gente. Pero entre nervios e incapacidad, Newell’s se quedó en intenciones. E incapacidades.
Las únicas chances claras fueron de pelota parada, con un cabezazo de Velázquez que se fue apenas desviado y otro de Salcedo que sacó con un manotazo Arias.
Del otro lado, Hoyos se paró en un arco caliente, reemplazando a un Macagno que difícilmente pueda recomponer su relación con la gente y la confianza de Méndez. Y para que todo sea más cuesta arriba, Roger Martínez sacó un remate potente desde lejos y vulneró un manotazo débil del arquero leproso. Ese gol, pasada la media hora, exacerbó aún más al hincha, que desde allí sacó a relucir todos los hits hostiles que pueden cantarse en medio de la bronca. Jugadores, Méndez y Astore cayeron en la volteada y el equipo se fue al entretiempo en medio de una reprobación difícil de soportar.
Con el Coloso explotado, Mèndez ayudó poco a apaciguar las aguas. El decidió sacar a Chiaverano y mandó a la cancha al resistido Panchito González, quien se presentó en el partido resbalando en la primera pelota que tocó. Todo un presagio de la continuidad de una larga noche sin paz.
La impericia de Schott, los laterales mal sacados de Calderara, un Ramírez que no ganó una pelota, un Juan Méndez inexpresivo, pocas ideas y nervios. El combo puso a Newell’s en la cornisa y a la gente más furiosa.
Para peor, como sucedió en el Clásico, Méndez demoró en los cambios y cuando los hizo, dejó dudas. El pibe Silvetti entró de volante y luego ingresaron Carabajal y Jacob, con Juanchón y Cardozo, dos refuerzos ofensivos, mirando desde el banco.
El partido le dio un guiño a Newell’s. Una mano en el área revisada por VAR fue penal. Pero Ramírez le dio sobre el travesaño para enardecer más a los hinchas. El final estaba cantado. Y los insultos estuvieron justificados. Sin juego, sin alma, Newell’s tambalea por la vida y cuesta imaginar que pueda ponerse de pie pronto.