Ciudad

Perfiles de gestión

Fabrizio Fiatti: “Nuestro principal desafío es la construcción de la paz y del tejido social”

El concejal del oficialismo valoró las políticas implementadas en materia de seguridad y destacó el diálogo con el gobierno provincial en la articulación de políticas públicas para la ciudad


Fabrizio Fiatti nació Frías, Santiago del Estero, la misma tierra del cantante Raly Barrionuevo. Se mudó a Rosario para estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Rosario y comenzó a militar en el espacio político de Carrió. Ahí conoció a Pablo Javkin y comenzó un camino de militancia conjunta donde fue primero asesor del actual intendente y luego concejal por el partido Creo en 2019 y 2023. Hace dos años le diagnosticaron Miastenia Gravis, una enfermedad autoinmune que lo tuvo un mes en cuidados intensivos. El diagnóstico le cambió la percepción del tiempo y del sentido de las cosas. Por eso, reafirma su elección de la militancia política como una vocación de servicio donde busca abrir el diálogo entre las instituciones y las personas. Hoy, desde una banca en el bloque oficialista apuesta a fortalecer el debate local y a buscar consensos. Asegura que el principal desafío de la gestión municipal es asegurar la paz social, luego de los trágicos hechos de violencia de principios de año. En ese sentido, destacó el diálogo con el gobierno provincial de Pullaro y la articulación de políticas públicas que ayuden a la seguridad social. En la órbita nacional, cuestionó la falta de continuidad de políticas públicas, acompañó el ordenamiento macroeconómico, y defendió el reclamo ante Nación por la quita de subsidios al interior contra el cuestionamiento de la oposición que acusó al gobierno local de no pelear por los recursos federales.

—¿Qué balance podés hacer de la primera mitad de año en el Concejo y cómo se dieron los debates entre los diferentes bloques? 

—Tenemos una enorme fortaleza a partir del resultado electoral pasado en la conformación de Unidos, que hoy tiene una mayoría absoluta que le da un respaldo importante a la gestión municipal de Pablo Javkin como intendente. También nos permite saldar algunas discusiones que en otros momentos fueron más complicadas y nos obliga a un ejercicio importante que es el diálogo con la oposición. Cuando asumimos por primera vez, y durante los primeros años de gestión, tuvimos una posición de minoría muy marcada y esa condición nos obligó a un diálogo resolutivo y pragmático de soluciones que es una esencia que no queremos perder y se nota en las discusiones. Quizás la más trascendente que tuvimos en lo que va del año es la nueva ordenanza de regulación de la noche que se votó por unanimidad y en conjunto con una ordenanza específica de promoción de fomento de los espacios culturales, que también era una deuda. Ahí se ponen en juego estas dos cuestiones: una fortaleza de inicio a partir de una posición mayoritaria y, a la vez, enriquecer las normas con el diálogo que se obtiene a partir de la mirada de la oposición para alcanzar mejores instrumentos que se terminan reflejando en una votación por unanimidad.

—Si tuvieras que hacer un ranking dentro de la oposición ¿con quién o quiénes tuviste más roces? 

—Me toca dialogar con todos y lo hago con mucho convencimiento y naturalidad. Es el mejor juego de la democracia aunque podemos disentir y que el disenso se haga público. Venimos de sesiones en las que la contradicción pública nos lleva a tener posiciones diferenciadas, en particular con el bloque de Ciudad Futura, en temas que entendemos que merecen una defensa muy férrea y en los cuales tenemos diferencias lógicas, por ejemplo, en cómo extender nuestro suelo industrial. Venimos de dar una discusión para sumar el 21% más de suelo catalogado con ese uso y, en particular, el desarrollo de un parque industrial para permitir y facilitar radicaciones que son fuentes de trabajo y son inversiones. El Estado tiene que ceder y no exigir lo mismo que en una urbanización para vivienda, por ejemplo. La ciudad tiene una historia en casi todos los parques industriales que se han desarrollado en cuanto a tener menores exigencias urbanísticas. En ese punto tenemos una postura distinta. Creo que es legítimo siempre que sea en defensa del sistema de ideas que uno tiene. Creo que hay una relación diferente en este tiempo, pero que no tenemos que dejar que lo peor de la política intoxique nuestro debate local que en cualquier circunstancia siempre ha sido muy maduro y eso caracteriza a la política rosarina. 

—¿A qué te referís con “una relación diferente”? 

—Una instancia de una conformación más clara de espacios políticos donde se expresan propuestas electorales distintas. En este momento nos toca gobernar. Con intoxicación me refiero a determinadas prácticas de la política nacional que tienden a la espectacularización del debate y de la presencia política que no son propias de la política local que tiene otra calidad y que se evidencia en el carácter genuino y en la coherencia. Tenemos que evitar que la impostura se apropie de los posicionamientos y terminar discutiendo de una manera que no es genuina sobre asuntos que son de profundo interés público.

—¿Cuáles considerás que fueron los debates más importantes en lo que va del año?

—La economía del conocimiento es uno de los temas prioritarios. También en la Comisión de Planeamiento debatimos una modificación de toda la regulación sobre cocheras y playas de estacionamiento, que marca una continuidad de una mirada pública sobre cómo valoramos el juego entre las edificaciones sobre el espacio privado y el espacio público. El fuelle son las plantas bajas, por ejemplo, y hace unos años atrás hemos modificado la regulación. Ahora queremos que las cocheras no ocupen toda la línea de frente, sino que tengan un límite porque hay edificios que ocupan esquinas enteras con portones y perjudican el entorno. A su vez, dejar de generar un incentivo inverso a los monoambientes. Hoy tenemos una normativa que incide en cómo se diseñan los proyectos. A menor escala de la unidad se exigen menos cocheras, entonces para ahorrar se construyen unidades más chicas y hoy necesitamos promover unidades más grandes. En cuanto a las cocheras más comerciales, hoy tenemos un límite de 50 boxes como mínimo y dificulta que en el centro aparezcan emprendimientos cuando necesitamos más espacio para estacionar. En esta misma línea, hemos venido discutiendo cómo la ciudad crece y aspiramos a pensar algunas modificaciones en zona norte, Carrasco, Parque de la Cabecera, donde buscamos potenciar un perfil más turístico comercial en Costa Alta y ver hacia dónde se extiende la mancha céntrica de la ciudad, que entendemos que es hacia el norte. Es una discusión desde lo urbano que también queremos poder dar.

—¿Cómo analizás la situación del transporte público a partir de la quita de subsidios? 

—Por un lado, hay una discusión que tiene que ver estrictamente con lo local y con la problemática de un servicio público y, por otro lado, una discusión profunda que está detrás. En cuanto a cómo funciona el servicio público, tenemos una materia que está en un permanente progreso de avance. Tenemos un sistema que tiene un crecimiento en relación a los meses pre-pandemia del 2%, con restricciones en la calidad del sistema, sobre todo en materia de frecuencia, que nos pone una exigencia en la cual hay que trabajar. No hay ningún sistema de transporte público del mundo que se financie sólo por los ingresos del propio sistema, es decir, por el pago del pasaje de los usuarios. Hemos incrementado los fondos públicos del Fondo Compensador, que surgen de la propia recaudación, pero que en el contexto recesivo bajan porque la recaudación cae. Aún así se prioriza poner más recursos ahí que se retraen de otros fines. El gran ausente es el gobierno nacional que tiene una fuente específica que es el impuesto a los combustibles. La recaudación de ese impuesto ha aumentado un 500% en lo que va del año, sin embargo, esos fondos que por ley deberían volver en infraestructura vial y en subsidios al transporte no vuelven. Evidencia también una falta de federalismo y una mirada de cómo crece el país porque el transporte hace a las condiciones de desarrollo, de vida, de educación y de trabajo. No es sólo de nuestra ciudad, sino del conjunto del país y desde la mirada porteño céntrica no se tiene en cuenta. Necesitamos sostener el sistema, asumimos que falta para que esté a la altura de la circunstancia, pero de fondo tenemos esta problemática.

—Desde la oposición cuestionan que falta contundencia en el reclamo a Nación por la quita de fondos y de subsidios, ¿cuál es tu visión?

Hay un reclamo constante de mayor federalismo y de defensa de la ciudad con todos los gobiernos, entendiendo que la ciudad merece ser considerada. En cada una de las instancias pertinentes lo defendemos pensando que hay que encontrar las mejores vías de respuesta. Dentro de las condiciones de una república democrática hay que procurar la respuesta que la sociedad y nuestra ciudad necesita. Por eso, a veces, uno tiene el marco conceptual, pero después tiene que ser práctico. En lo práctico estamos construyendo un acuerdo para lograr una ley federal de financiamiento del transporte público, con una red federal de intendentes que es inédita en Argentina, con más de 40 ciudades entre capitales y ciudades importantes, pensando en una lógica del desarrollo donde el interior productivo tenga los recursos que genera y que no vuelven. Es un proyecto de ley para generar un fondo compensador nacional que se nutra de los fondos del impuesto a los combustibles, con un coeficiente de distribución similar al de la coparticipación para financiar los sistemas de transporte. Estamos construyendo el acuerdo en el Congreso de la Nación para conseguir ese instrumento por ley. 

—¿Cuál es el principal desafío de la gestión del Ejecutivo y del Concejo municipal? 

—La ciudad ha empezado a transitar otra etapa. Nuestro principal desafío es la construcción de la paz y del tejido social. A partir de ese objetivo se planifican un conjunto de políticas, en particular las que tienen que ver con la generación de trabajo, que es lo que permite recomponer el tejido social. Tenemos políticas productivas, industriales y educativas. Nuestro municipio se ha comprometido en materia educativa por el desarrollo de las infancias y de las juventudes desde la primera infancia. Tenemos la red de centros Cuidar, instancias formativas, el programa Andamios que permite educación formal, estaciones de alfabetización para complementar las capacidades de lectoescritura y estaciones digitales. También la generación de articulación público privada. Hemos tenido la visita del ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, que fue en sí misma un ejercicio de articulación entre la Fundación Rosario, la Provincia, la Municipalidad y el sector privado para empezar a ver cómo cambiamos la piel, que fue una definición que él dejó pero que hace profundamente a este presente donde tenemos que empezar a trabajar sobre el miedo. El miedo deja profundas secuelas en lo individual y en lo colectivo. Hay una habilidad que como ciudad tenemos que priorizar y construir que es la resiliencia. Afrontar con esa capacidad las secuelas que deja el miedo para volver a encontrarnos, a caminar tranquilos, a construir condiciones de vida. Falta mucho, pero estamos mejor. Estamos viviendo otra etapa. Eso se siente y el futuro de la ciudad depende de lo que podamos hacer en este tiempo.

—¿Cómo es la interacción con el gobierno provincial? 

—Nos ha costado mucho reclamar públicamente las necesidades de la ciudad. Necesitábamos que se pueda poner control sobre aquellos lugares en donde se organizaba lo que ponía en estado de peligro y generaba la mayor cantidad de hechos de violencia: las cárceles, que tuvieron un sistema de inteligencia penitenciaria desarticulado en el gobierno nacional anterior. También la desarticulación de los pabellones de máxima seguridad, que transformaba a las cárceles en un coworking del delito, es decir, era una oficina con toda la conectividad necesaria para tener la comunicación hacia el afuera y organizar los hechos más crueles y violentos que perturbaban nuestra tranquilidad pública y se transformaron en mucho dolor para muchas familias rosarinas. A su vez, la falta de presencia en la calle hacía que no hubiese prevención. 

Hoy tenemos una articulación directa constante y una identificación de cuáles son los barrios más conflictivos de la ciudad para ponerlos en el plano de la intervención pública municipal, provincial y nacional, y desarrollar los operativos que ataquen específicamente situaciones o factores que se presentan en esos puntos. A su vez, una prevención general y una política pública con visión de futuro como, por ejemplo, las estaciones policiales y el regreso de una política pública muy importante en la gestión del gobernador Lifschitz como el Plan Abre. Intervenciones urbanas e integrales que permiten cambiarle la cara a los barrios y las condiciones en las cuales se desarrolla la vida en la ciudad. Los resultados hoy son contundentes en términos de estadística, que son frías y que mientras haya una vida perdida o en peligro hablar de números es complejo, pero sí permite pensar cuál es el camino correcto y cómo planificar la gestión pública. Se empieza a notar un cambio sensible y creo que la percepción de todos hoy es diferente.

—¿Cuál es el mayor impacto de las políticas nacionales a nivel local y cómo pueden encontrar cauce en el Concejo? 

—Tenemos pendiente como país una discusión sobre qué Estado queremos construir, cómo se diagraman y se fortalecen capacidades estatales. Tenemos que poder identificar políticas públicas que funcionan y darles continuidad. La salud pública en la ciudad es una política pública que no cambia, al contrario, se fortalece gestión tras gestión. Tenemos recientemente inaugurados dos centros de salud y reconocemos una historia tanto de Hermes Binner, y de otros intendentes, como de Ena Richiger, quien fue la madre de la política de los centros de salud. Argentina no lo tiene. Necesitamos que la lógica de resolución y de abordaje de los problemas, que el diálogo constructivo y de soluciones se evidencie también a nivel nacional y dejemos de ser un péndulo que va de orilla a orilla, de extremo a extremo, sin encontrar las mejores soluciones para Argentina. Pasamos de una Argentina corporativa a una Argentina mercantilista donde sin ningún pudor se discuten los recursos naturales como si fueran una mera oportunidad, que es una hipoteca a futuro si no se diseñan políticas públicas que atiendan al verdadero desarrollo de Argentina. Son las joyas de la abuela y hay condiciones que se tienen que discutir en cuanto a la explotación, pero no puede ser que estemos expuestos al mejor postor. Defendemos que el modelo del interior sea el modelo de Argentina, porque tenemos buena experiencia de desarrollo que deberían ser tomadas a nivel nacional. Vamos a seguir peleando por lo que nos corresponde como ciudad, elevando la voz en los reclamos que son necesarios y también acompañando cuestiones como ordenar la macroeconomía y tener un país que pueda ser un poco más previsible. 

—En el ámbito más personal, después de que te diagnosticaron Miastenia Gravis ¿cambiaste la forma de ejercer la práctica política?

—Me cambió un montón de cosas. Hay una dimensión del tiempo donde no es una secuencia cronológica, sino que hay una secuencia lógica y eso tiene prioridades y formas de administrarlo. Hay una dimensión del sentido de por qué uno se propone determinadas cuestiones y objetivos. Como dijo el por entonces secretario de Cultura, Dante Taparelli, uno anda más liviano por la vida después de pasar por determinadas situaciones jodidas. Lo vivo de esa manera, con una vocación de servicio como la que tengo, pero sabiendo que las cuestiones tienen otra dimensión y no la mirada lineal, quizás hasta de carrera con las que uno podía pensarlas. Hay razones y otra forma de llevar adelante la vida.

—¿En algún momento pensaste en dedicarte a otra cosa? 

—Para mí la política tiene que ver con una búsqueda de un sentido y de generar un servicio hacia los demás. Desde ese lugar uno no la puede dejar. Procurar soluciones, encontrar en el diálogo un mecanismo, ser facilitador de acuerdos, generar ideas, acercar las instituciones a la gente y la gente a las instituciones es un rol que me gusta. Además en la relación con los compañeros y con amigos en la militancia también hubo una instancia hasta terapéutica que me resultó muy productiva en ese momento, más allá del rol que a uno le toca ocupar. Hoy soy concejal nuevamente, pero es independientemente de eso. 

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