Por: Gastón Marote/ NA
Cordell Farrington, conocido como «la bestia de Bahamas» fue un asesino serial que mató entre 2002 y 2003 a cuatro chicos de entre 11 y 14 años y luego hizo lo propio con su amante homosexual de 22 años.
Nacido en 1968, Farrington reconoció una vez detenido que de pequeño había sufrido abusos, al tiempo que ya cuando era un adolescente se volvió adicto al crack , pero logró rehabilitarse.
Este sujeto trabajó en varios lugares, pero sin suerte, y hasta se formó como sacerdote, antes de establecerse en un almacén.
En sus tiempos libres, dibujaba imágenes de niños llorando, algunas de las cuales incluso se exhibieron en exposiciones en la Asociación de Artistas de Gran Bahama.
Farrington se casó con una mujer identificada solo por el nombre de «Dean», con quien tuvo una hija. Según su esposa, señaló que el múltiple homicida era un buen padre, pero ella contó que finalmente tuvieron que separarse después de que notara que él había comenzado a perder peso demasiado rápido y sospechara que había vuelto a fumar crack.
Durante cinco meses se reportó la desaparición de cinco niños en forma repentina. Ellos fueron: Mackinson Colas de 11 años, DeAngelo Mackenzie de 13, Junior Reme de 11, Desmond Rolle de 14 y Jake Grant de 12. Más tarde se determinó que el caso de Grant no estaba vinculado a estos hechos.
Las muertes de esos cuatro chicos generó una gran conmoción en Bahamas y los policías locales no soportaron la presión social que se había generado exigiendo resultados y que se detuviera al
responsable.
Fue así que los uniformados se contactaron con Scotland Yard y el FBI para poder avanzar en forma veloz con la detención del asesino.
Sin embargo, no hizo falta que las fuerzas extranjeras se pusieran en marcha, ya que el 26 de octubre de 2003, Farrington se entregó a la Policía.
Allí, confesó los asesinatos de los niños, así como el crimen de su amante Jamal Robins en Freeport en 2002, a quien había conocido mientras estaba en un centro de rehabilitación.
Luego le relató a la Policía los detalles de los homicidios y los condujo a partes remotas de la isla y a su casa, donde, en cajas numeradas, se encontraron los huesos de algunas de sus víctimas.
Este sujeto fue procesado tiempo después ante el tribunal y posteriormente condenado a muerte por matar a Robins y a cuatro cadenas perpetuas adicionales por los asesinatos de los chicos.
De toda maneras, sus cargos se redujeron a homicidio involuntario , ya que se determinó que sufría un trastorno grave de la personalidad.
En 2014, declaró nuevamente ante el tribunal, con la solicitud de que se anulara su sentencia en relación con el homicidio de Robins, con la jurisprudencia sentada a partir del caso de Dominic Moss, un hombre inicialmente condenado por matar a una mujer en un incidente de conducción en estado de ebriedad y luego liberado de prisión.
Fue así que el 31 de marzo de 2015, el tribunal anuló la sentencia y la reemplazó con otro cargo de cadena perpetua.