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El dilema del reparto: pasan los gobiernos, queda la transferencia de trabajadores a sectores concen


La torta siempre es la misma, el tema es cómo se reparte. Este suele ser uno de los postulados más reiterados en el escenario político argentino y a la vez uno de los problemas que no pudo, no supo o no quiso resolver la dirigencia nacional en su conjunto, independientemente del color partidario.

Más allá de los diagnósticos o de la cuota de responsabilidad que se pueden machacar unos y otros, ninguno puede quedar absuelto de culpas o negar una realidad: la transferencia de recursos de los sectores populares hacia los más concentrados es un variable inalterable en las últimas décadas y que se profundiza aún más en procesos de ajuste brutal como el que atraviesa la sociedad argentina con la llegada de Javier Milei a la presidencia.

El eslogan de campaña se desmoronó rápido. La promesa de que el ajuste lo pagaría la casta se desvaneció a los pocos días de asumir la administración libertaria. El salto devaluatorio dispuesto por el gobierno libertario en diciembre significó un golpe brutal al bolsillo de trabajadores y un beneficio directo a los sectores exportadores de materias primas o empresas energéticas, entre otros.

Hay más de un ejemplo que evidencia esa transferencia de recursos de millones de bolsillos a unos pocos en estos escasos meses que lleva la presidencia de Milei. El debate por la Ley Bases quizás cristalizó de manera más clara como funciona este proceso. El proyecto ingresó a su última instancia de tratamiento sin contemplar Ganancias para la cuarta categoría y sin incluir rebajas en Bienes Personales, pero ambos temas se colaron en el epílogo, para que trabajadores tributen el primero de ellos y grandes beneficiarios paguen cada vez menos a través del segundo.

Los datos oficiales también lo ratifican. Así lo dejó en evidencia el último informe de Indec referido a la distribución de ingresos. Durante este primer trimestre el índice Gini, que mide la distancia entre los más pobres y los más ricos, arrojó el resultado más alto desde que se inició la nueva medición en el año 2016. El ingreso de una familia rica en Argentina fue 15 veces superior al de una familia pobre.

Los números le dan dimensión a una crisis que nunca sabe cuándo encontrará su piso. Hasta el año pasado el dilema era cuándo llegaría la recomposición de ingresos para trabajadores y jubilados que venían castigados de la era Mauricio Macri y que siguieron como variable de ajuste con Alberto Fernández. El propio Sergio Massa reconocía esa deuda en campaña: prometió con el corazón pero la gente le respondió con el bolsillo.

Con mayor o menor intensidad de ajuste, el hilo siempre corta por lo más delgado. El argentino no sólo que lo percibe, sino que lo sabe. Trabajar para seguir siendo pobre se convirtió en una realidad cada vez más naturalizada y validada por el pluriempleo o el trabajo precarizado.

Contarlo en tercera persona no nos excluye de esa pobre realidad, pero nos queda el consuelo de visibilizarlo para cuestionar, para reflexionar, para empatizar con el que lee cada línea. (Sobre) vivir para contarlo y contarlo para vivir. Un año más surfeando esta ola, un año más repitiendo esfuerzos.

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