*Alejandro Duchini
El ensayista Juan José Sebreli, fallecido el viernes 1 de noviembre a sus 93 años, despotricaba contra el fútbol y su incidencia popular. Lo dejó más que claro en su La era del fútbol (Sudamericana), libro publicado en 1998. Una joya en la que cuenta -a través de la crítica- la historia de este deporte. Y también lectura imprescindible para periodistas deportivos.
Contiene además una bibliografía que es a la vez excelente guía para introducirse en la temática. Aún hoy, porque lo de Sebreli fue publicado en tiempos muy distintos a los actuales. Entonces, los trabajos sociológicos vinculados al fútbol eran escasos. Lo mismo los libros periodísticos. Hoy, en cambio, sociología y periodismo en relación al deporte son habituales. De hecho, Sebreli arranca su prólogo: “Mi preocupación por el fútbol data de la década del sesenta, una época en la que los intelectuales en general y los sociólogos en particular no consideraban digno de atención”.
Lo interesante con La era del fútbol es que Sebreli se animó a criticar al fútbol, a denostarlo, sabiéndose -equivocado o no- que se quedaba solo, en off side, en una sociedad futbolera como la nuestra. De hecho, es conocida la anécdota que el escritor Juan Sasturain le dedicó, tras su Fútbol y masas (Sebreli, 1981) un texto titulado “Sebreli, vos andá al arco”.
Sebreli hizo un trabajo de largo aliento que incluyó charlas con apasionados futboleros como Antonio Carrizo y Dante Panzeri. Pero a la vez recopiló textos de George Orwell, Roberto Arlt y Ezequiel Martínez Estrada, entre otros, en los que encontró vínculos con el fútbol. Cuando en 1981 publicó Fútbol y masas, no pudo escribir sobre el Mundial 78, contó, por la dictadura militar. En esos años y en los siguientes siguió trabajando en la temática. Entendió que en algún punto la idolatría por los futbolistas podía compararse a la que se sentía por las estrellas de Hollywood. El tiempo y las lecturas, además de charlas con referentes del ambiente futbolero, intelectual, de la sociología y la psicología, le permitieron La era del fútbol.
Sebreli invita a pasear por la historia. Refiere al culto del cuerpo y hasta al nazismo. Analiza al deporte y sus vínculos con la aristocracia y con las clases bajas. “Los deportes en general y el fútbol en particular no fueron creados por el pueblo, ni fueron propagados por el pueblo, ni estaban destinados al pueblo. El fútbol, del mismo modo que la cultura y el arte popular, así como muchos hábitos y costumbres populares, surgen de las clases dominantes y son luego copiados y deformados -y en eso consiste su originalidad- por las clases subalternas”, escribe. Y después: “A medida que el fútbol se convertía en juego de clase baja primero y luego en espectáculo para las masas populares, la clase burguesa que lo impuso se alejaba de él”.
Uno de los mejores capítulos es el dedicado a las barras bravas (antes también analiza al hincha en particular). Da cuenta, entonces, de datos muy detallados. Como, por ejemplo, que entre 1894 y la Primera Guerra Mundial “se registraron 2.030 casos de vandalismo en el fútbol inglés, de los cuales 1.020 incluían violencia física”. Es muy interesante lo que cuenta sobre la historia de las barras y la política.
Si bien lo desarrollaría en otros trabajos, la figura de Diego Maradona nunca pasó desapercibida para Sebreli. El capítulo que le dedica se titula “El mito Maradona”. Entre críticas, escribe: “El mito de los orígenes oscuros no es válido sin la otra cara de la medalla que es el triunfo; solo se puede reivindicar la cueva de la infancia cuando se ha salido de ella y se exhibe con insolencia la riqueza conquistada: Carlos Gardel evocaba el conventillo del Abasto desde París y Nueva York luciendo galera y frac. Evita proclamaba ser la más humilde de las mujeres vestida de Christian Dior y cargada de joyas Van Cleef”. A la lista suma a Gatica, Bonavena, Monzón, Pelé y Garrincha.
En La era del fútbol sí se despacha con el Mundial del 78. Escribe que “con el aval popular, las democracias burguesas europeas, las izquierdas y la bendición del Papa, la dictadura militar vivió su momento más glorioso”. “Los intelectuales, los escritores, los profesores, los artistas, salvo raras excepciones como Borges, también aclamaron el acontecimiento”, polemiza. Y agrega: “El objetivo de la dictadura fue logrado y ésta salió fortalecida del Mundial”.
También dedica líneas a los empresarios del fútbol y al periodismo: “El entrenador Enrique Sívori aseguraba que ‘el 40 por ciento de los periodistas está en la venta de jugadores’”, cita.
“En una sociedad basada en el principio del rendimiento, el cuerpo humano pierde su cualidad específica para transformarse también en un factor más de la producción. El cuerpo se convierte en una mercancía, en un objeto cuyo valor de uso individual ha sido subordinado a su valor de cambio en el mercado”, analiza Sebreli en otro capítulo. Pero a la vez contrapone con una idea del sociólogo Pierre Bourdieu, quien -escribe Sebreli- “señalaba que la clase baja muestra su dureza porque la única arma que tiene en la lucha de clases es la fuerza de trabajo y la reproducción de la fuerza de trabajo que implica la potencia del cuerpo”.
La “homosexualidad reprimida” en el mundo del fútbol y la discriminación a las mujeres (“especialmente en el fútbol es un tabú para los varones, ya que les quita su verdadero objetivo que es la manifestación de la virilidad”, escribe) son otras de las temáticas analizadas.
Casi sobre el final de La era del fútbol, Sebreli analiza su masividad a través de la industria y los medios de comunicación. Compara 1984 (Orwell), “el Gran Hermano te vigila”, con la pantalla televisiva que muestra 24 horas ininterrumpidas de fútbol. “No hay resquicio donde poder estar consigo mismo, o con otra preocupación que no sea el fútbol”, escribe. Y justifica: “Se alegará que estamos exagerando, que se trata tan sólo de un entretenimiento inocente, pero no lo es: por una mera diversión nadie desea la muerte del adversario, y en algunos casos aún lo mata, ni se suicida, ni se muere de un infarto ni cae en la depresión a causa de una derrota -todo lo cual suele ocurrir con bastante frecuencia-”.
Bien vale leer este libro aún cuando pasaron 26 años desde su publicación. Salvo la aparición de internet y de Messi, verán que hay cosas en el fútbol que no cambian más.