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“Lulú o las preguntas”: un futuro de profunda oscuridad que aparece oculto detrás de la inocencia perdida

Con trabajos notables de Gustavo Guirado, Laura Copello y Sabrina Marinozzi, bajo la dirección de Ricardo Arias y Javier Palomino, la propuesta teatral recientemente estrenada se revela como una especie de drama rural con una insoslayable bajada de línea donde las verdaderas preguntas quedan latiendo en la platea

Miguel Passarini

En un lugar ajeno, un lugar prestado donde lo único propio está en lo puesto y en los recuerdos, tres personajes se abisman a la indiferencia del resto, del entorno, y finalmente ponen distancia de lo que no les pertenece. Son dos adultos cruzados alguna vez por el deseo que ahora vuelve en forma de preguntas con Lulú, una joven desencantada y perdida desde que nació que, sin embargo, no quiere esa quietud polvorienta, vacía, austera y sin nombre para ella.

Con actuaciones conmovedoras de Gustavo Guirado, Laura Copello y Sabrina Marinozzi, bajo la dirección de Ricardo Arias y Javier Palomino, varios mundos conviven en Lulú o las preguntas, un material muy marcado por el contexto, por el entorno, por la realidad que atraviesan familias marginadas como ésas, pero también el arte, los artistas o los que alguna vez lo fueron; la cultura y ellos mismos, teatristas en un mundo que, como las historias del Chulo, su otrora amante conocedora de las bondades del sexo tántrico y Lulú, se caen a pedazos.

Lulú o las preguntas es una propuesta que, como particularidad, se construye en escena, donde desde una intuición inquietante va de lo pequeño, del detalle, a lo grande, a lo atroz y doloroso, y que precisamente por esas capas que la edifican admite muchas puertas de entrada, muchos modos o formas de lectura. Pero sobre todo, una vinculada con una teatralidad poderosa a partir de tres actores formidables que transitan un estado que va de la ternura a lo incierto, y otra muy política, gestada a partir de una serie de inteligentes metáforas y búsquedas de sentido incluso desde los objetos. Y del mismo modo que por momentos deciden ir por el lado del vértigo, en otros transitan secuencias o pasajes de gran contemplación donde adquieren una singular espesura dramática los silencios.

Emergentes de una clase proletaria que representa la pareja adulta unida casi por el azar o quizás por la inquietud artística que, como la planta que encuentra “su lugar”, hace tiempo que decidió quedarse allí, quieta y repetida a la espera de algo que nunca pasará, comen una picada acompañados por el infaltable Amargo Obrero con soda de sifón y hielo, ese aperitivo creado por el sindicalismo anarquista, mientras una especie de ruido blanco, una bruma sonora tan propia de esos entornos, emerge de una vieja radio Tonomac Súper Platino, y a los pies de la mesa, una acordeón Serenelli deja entrever que pronto sonará.

En ese contexto, un cuadro hiperrealista que emula la casa habitada como un útero materno, en ese supuesto “mejor lugar del mundo” que ofrece una hospitalidad que se vuelve barroca, asfixiante, late una tensión sexual que incomoda, un sexo de otro tiempo que no acuerda con éste, un sexo sin reclamos, un deseo que se expresa. Y allí llega Lulú, la hija hallada, la que vino a completar lo incompleto, con algo de lo que imaginó para ese personaje la ópera clásica o Almudena Grandes en Las edades de Lulú y hasta incluso Fito en la inocencia fantasmal de “11 y 6”. Lulú es el afuera, lo emergente de un futuro a punto de perderse, de estallar. Ella trae las preguntas, quiere saber lo que desconoce de ese mundo y de la vida que le tocó en suerte, pero sobre todo de su origen, de la identidad, mientras ejecuta con su lozanía fatal un poder sobre los otros que atrae hasta el peligro.

De hecho, la identidad como temática es un tema transversal en el material, donde esa joven, al mismo tiempo que es la “intrusa”, es la esperanza. Y del mismo modo que une, desestabiliza e inquieta cada vez que pregunta quién es y de dónde viene.

“Lulú o las preguntas”, tres sobrevivientes que resisten frente a una sociedad que los expulsa

Corrido de lugares ya transitados en otras experiencias, Ricardo Arias, un creador alejado de las modas y siempre fiel a su deseo, esta vez en dupla con Javier Palomino con quien compartió La Troupe, pareciera evocar una tradición teatral argentina algo ajada, como una estampa de un viejo almanaque, pero con una saludable visión crítica, bajando línea en cada detalle, desde una dramaturgia que se sostiene por la inconmensurable presencia escénica de dos actores del recorrido de Coppelo y Guirado, que eligen correrse de cualquier posible lugar de comodidad para asumir el riesgo de dos personajes que exponen sus cuerpos, sus grietas, pero sobre todo sus angustias y vacíos, y junto a ellos el enorme hallazgo que significa Sabrina Marinozzi, cómodamente de pie y muy inquietante a la par de los otros dos.

Lulú o las preguntas es un material que de tan conmovedor, duele. Es una especie de drama rural que de tan bellamente político, tanto por lo que dice como por lo que calla, los que salen de allí llenos de preguntas, sin duda, son las y los espectadores.

Desafiar a esa niña mujer en un conocimiento que le será útil alguna vez, esa mujer enamorada nunca correspondida, hija del destiempo y la desazón puede volverse un juego peligroso, porque el amor puede ser igual que la muerte. En Lulú o las preguntas, como en la vida y en este presente ominoso de sucesivas violencias ejercidas sobre los cuerpos de las mujeres, hay algo que se extingue, algo que no da más, algo que de tanto doler sólo podrá terminar mal. Escapar, huir con lo puesto quizás sea una salida; siempre hay una salida (siempre está el teatro). Las puertas se cierran y el silencio se vuelve insoportable cuando un futuro de oscuridad se revela detrás de la inocencia perdida. Sólo el aplauso, primero tímido e incómodo y después en tono de homenaje y ovación, podrá aliviar ese último suspiro.

Para agendar

Lulú o las preguntas se presenta por el momento los viernes 8, 22 y 29 de noviembre, siempre a las 21, en el Teatro de La Manzana (San Juan 1950). Las entradas anticipadas se pueden reservar a través del WhatsApp +549-341-5765535. IG: https://www.instagram.com/luluolaspreguntas/

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