Revolución Scaloni, de Alejandro Wall, es una biografía sobre el entrenador del seleccionado en la que nos recuerda sus inicios en Pujato, en Newell’s y en un insólito paso por Central.
Antes de ser el DT campeón del mundo, y antes incluso de ser el futbolista que se fue a Europa y que a la vez jugaba para la Selección Argentina, hubo un Lionel Scaloni que empezó en Pujato pero, para ser el que sería -el que es-, se preparó también en Rosario. Es el pibe que jugaba en la categoría 78 del Sportivo Matienzo y que, a fines de los 80, acompañaba a su padre, Chiche, a ver jugadores de la zona.
Una noche -nos cuenta el periodista Alejandro Wall en su libro Revolución Scaloni (Planeta)-, y con apenas diez años, el futuro entrenador del seleccionado argentino señaló a un jugador determinado, uno que no estaba en los planes de su padre ni de quienes los acompañaban. Quien le recuerda la anécdota es Beto Gianfelice, ex jugador del Matienzo y entrenador de las inferiores. Gianfelice grafica así la mirada futbolera que tenía, a pesar de su edad, el pequeño Lionel.
Revolución Scaloni – Un viaje por la formación del entrenador campeón del mundo cuenta al Scaloni menos conocido y al otro, el que debutó en Newell’s y que siguió en Estudiantes y después en Europa. Pero el libro busca, sobre todo, trazar un paralelo con el DT que rompió el molde al asumir al frente del Seleccionado campeón del mundo. Es por eso que los capítulos se alternan entre su vida deportiva en relación a clubes (sin entrar en lo privado) y su irrupción al frente de la Selección.
Para armar el rompecabezas, Wall entrevistó a allegados al entrenador, consultó material de archivo y contó lo que vil como periodista. Nos habla de las exigencias de su padre y de sus respuestas en los entrenamientos. También cuenta sobre su hermano, Mauro, quien no pudo tener una carrera similar a pesar de los intentos. Aunque lo llamativo se centra en el hecho de que el padre -una suerte de agente de ambos- imponía en los acuerdos por Lionel la incorporación de Mauro.
Un hallazgo es el recorte del diario La Capital del 14 de mayo de 1986: “(…) se descubriría un dato oculto para la vida futbolística de Scaloni. ‘Rosario Central campeón categoría 1978’, decía un recuadro suelto en esa edición y la acompañaba la foto de unos pibes con la camiseta de Central parados detrás de los trofeos ganados en el Torneo Cebollitas. ‘El elenco auriazul terminó invicto su campaña y contó, además, con el goleador del certamen, Lionel Scaloni’”. Quien encontró la noticia fue el historiador de Central Germán Alarcón; y escribe Wall: “Agregaría una pieza desconocida a la biografía de Scaloni, que además pegaba en una rivalidad asfixiante, en la que se cuentan no sólo los partidos ganados y los títulos de cada equipo, también los ídolos, los jugadores y los entrenadores. Según el recorte, además, Central había empatado 2-2 con Newell´s A durante el torneo y le había ganado la final a Newell´s B por 2-1”.
Apodado Chacra, primero, y Gringo, después, se destacaría además de por su juego por pelo largo y enrulado, una imagen física que dista de la conocida. A sus 15, jugando en las inferiores de Newell ‘s, aparece en una foto detrás de Diego Maradona, la noche en la que hizo su presentación en un amistoso ante el Emelec. Sería, también según recortes de entonces, “Lionel Sebastián Scalloni”, según otro aporte de Wall a partir de un recorte de la desaparecida revista Sólo fútbol. También nos recuerda que años más tarde Scaloni pudo haberse incorporado a la Universidad Católica de Chile tras una semana de prueba. No se dio porque su madre quería que también incorporaran a su hermano menor, a lo que el club se negó.
El Scaloni de Rosario que nos describe Wall optó luego por raparse. Mientras se preparaba para debutar en la Primera de Newell’s, se volvería “entrador” o “pícaro” con sus entornos: amigos, chicas, compañeros. Se avistaba, así, al conductor de grupos que años después manejaría un nuevo seleccionado tras el malísimo Mundial de Rusia 2018. Aquel Scaloni era, al mismo tiempo, una suerte de calentón que si tenía que insultar a un árbitro lo insultaba; y si tenía que irse a las manos en un partido, no lo dudaba.
“Muy buena gente. Nunca dejó de ser buena gente”, lo recuerda el ex futbolista de Newell´s y hoy escritor Kurt Lutman. Lo que sigue en el relato es un viaje, siempre en capítulos alternados, del Scaloni que jugó en Europa, donde se terminaría volviendo ídolo del Deportivo de La Coruña, etapa en la que el club obtuvo su único título de Liga. Luego, la historia conocida: West Ham, Racing de Santander, Lazio, Mallorca y Atalanta, donde se retiró como profesional. Y, claro, el inolvidable período con José Pekerman al frente del Seleccionado (juveniles y mayores) entre los 90 y los 2000. Bien vale leer el capítulo dedicado a su paso por La Coruña para entender la dimensión que tuvo Scaloni en ese club.
Y así, yendo y viniendo por su vida, pero siempre regresando a Rosario, Wall describe al Scaloni que empezó en Pujato, debutó en Rosario y rompió todos los manuales cuando, con perfil bajo y vapuleado por su inexperiencia, agarró el fierro caliente de la Selección, convenció a Messi de que valía la pena volver a intentarlo y, juntos, conquistaron el mundo.