No hay que menospreciar el poder de una mirada optimista, de señales positivas, de recuerdos felices que se confabulan para que la finita sea para vos, para que el pozo le juegue una mala pasada al rival, para que Fatu esté parado en el lugar indicado y para que los errores no cuesten un gol.
Ese es Central hoy, en plena construcción del modelo Holan y con los hinchas mirando por televisión, puteando o festejando a la distancia, ofrece buena parte de esas situaciones que crispan los nervios y algunas otras buenas intenciones que son novedad.
El vaivén emocional frente a la tele es permanente, mientras los comentaristas resaltan la tenencia, uno responde a la nada que tenerla no sirve si no generás riesgo y desequilibrio. Ni hablar cuando después de toquetear durante dos minutos se equivocan en un pase y con dos toques un delantero de ellos queda solo contra el arquero.
Con la Amlodipina y el Ramipril diario se supone que el corazón ya infartado está cubierto por las dudas, pero tampoco es cuestión de arriesgar tanto.
Pero si de señales felices se trata, el Madre de Ciudades es un talismán gigante y esa creencia ciega en que todo va a estar bien muy canalla y muy de inicio de ciclo hace que todo lo que pueda salir mal no salga mal y que cada rebote sea tuyo.
Claro que poner la patita, trabar fuerte y meter bien los cambios ayuda. Si ni siquiera se perdió la fe ante las ausencias y las nuevas lesiones, no era de extrañar que el destino tire un premio extra en la raspadita del fútbol. Ahí un córner raro (¿fue adrede o suerte?), un toque raro (¿fue adrede o suerte?) y un Dupuy bien ubicado rompió todas las rachas negativas que se venían juntando. Y claro, a Marco le va a quedar algo antes de la despedida.
No hay que menospreciar el poder de una mirada optimista.