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Rescate por el bien de todos

En el barrio Ludueña los vecinos ayudaron a jóvenes a salir de sus problemas de adicción y trabajan juntos en el comedor comunitario y la entrega de la copa de leche a niños y abuelos de la zona
Un comedor en Ludueña donde se se alimenta el cuerpo y el alma de los jóvenes.
Un comedor en Ludueña donde se se alimenta el cuerpo y el alma de los jóvenes.

Desde hace siete años un grupo de vecinos trabaja y concurre al comedor de Felipe Moré 763, otros reciben su copa de leche en Camilo Aldao y García Manzo. La iniciativa surgió del preocupante número de jóvenes con problemas de drogas, delincuencia y desocupación que vive en la zona. “Vimos a nuestros jóvenes del barrio casi perdidos y decidimos hablar con ellos, como padres, en vez de vecinos preocupados, y muchos salieron y otros están saliendo adelante en este proyecto solidario”, dijo a El Ciudadano Mary Sciaria, la responsable de ambos espacios comunitarios del barrio Ludueña y del trabajo que están realizando los vecinos para sus propios pares.

“Ellos consumían de todo y a la vez se quedaban con muchas menos posibilidades de progresar, de tener un trabajo o estudio. Entonces, junto a un grupo de padres nos reunimos con ellos y emprendimos este trabajo. Primero conseguimos ayuda y pudimos brindar la copa de leche, y muchos de estos chicos en estado crítico, con el tiempo, se fueron sumando y además de recibir la leche nos ayudaron a repartirla entre los vecinos. Hoy, muchos chicos pudieron salir de ese infierno de la droga y el alcohol y construyeron su propia familia”, describió Mary. La realidad que dio vida a su tarea es la que sufren muchos barrios de la ciudad de Rosario y alrededores. Muchos jóvenes pasan gran parte del día en la calle, sin ningún tipo de objetivo en su vida, mucho menos un proyecto al cual abocarse.

“Es importante que sepan que son ciudadanos como todos, y que deben hacer valer sus derechos, pero si ellos se matan de esa manera, tirados en la calle todo el día, seguirán siendo discriminados por la sociedad”, remarcó la titular del comedor.
Tanto al comedor como a recibir la copa de leche van niños y abuelos. Incluso, debido a la temprana paternidad de muchos de los jóvenes “rescatados”, como aseguró Mary, hoy llevan a sus hijos a recibir el alimento diario, entre las 156 raciones del comedor y la misma cifra en la copa de leche.

Mary fue más allá del logro de cada día y comentó que el ocuparse de su prójimo surgió ante la necesidad de mantener su cabeza y su corazón inmersos en otro tema, tras la muerte de su nietito. “Mi nietito era bebé cuando murió y mi hija y yo decidimos canalizar nuestro amor por otro lado, por eso, y ante la gran necesidad en el barrio, emprendimos esta tarea”, dijo.
Y señaló que si bien tuvo sus dudas y miedos al emprender la actividad, “los chicos eran conscientes y querían salir de esa situación. Nosotros (por los vecinos) nos dimos cuenta, ellos cambiaron mucho y dañaban a sus vecinos. Entonces les dijimos que no era bueno vivir en esas condiciones deplorables. Incluso les hablamos de los peligros que representan para todos que ellos estén borrachos todo el día, manejando un auto o una moto, que podían matar a alguien y muchos lo entendieron y se pusieron las pilas para mejorar”.

Paralelamente, comentó que su hija es tutora de un joven que tuvo problemas con la ley. “Este chico robaba, era detenido y le pegaban mucho en la comisaría. Cuando lo largaban, iba a su casa y su madre lo ignoraba, lo maltrataba, le daba de comer sólo a sus hermanitos y a él no. Tampoco conseguía trabajo y estaba muy necesitado de una familia, de alguien que lo comprendiera, que lo ayudara a salir de esa situación. Prometió no volver a robar y ahora está colaborando en el comedor”, relató.
En cuanto al trabajo que realizan los chicos que pudieron solucionar gran parte de sus problemas, Mary detalló que muchos de ellos se encargan de retirar las donaciones, cargar cosas o bien organizar a la gente que se acerca a diario por su ración de comida. “Somos muy pocas personas las que llevamos adelante toda esta tarea y siempre necesitamos donaciones, sobre todo cerca de fin de mes cuando el dinero que nos dan desde Desarrollo Social se termina y tengo que hacer malabares con la comida”, se quejó. Dijo que para Navidad se buscó la manera de que las familias del barrio Ludueña tuvieran una noche diferente. Es por eso que Mary se encargó de lavar los 30 peluches que les habían donado para entregárselos a los más chicos del comedor y repartió pan dulce y budines.Por último no pudo ocultar su preocupación por la llegada de los meses más críticos del año: enero y febrero. “Las autoridades se van de vacaciones, al igual que la gente que nos da una mano a lo largo del año. Y nosotros, invierno o verano, seguimos con las mismas necesidades”, concluyó.

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