Rosario, viernes 05 de diciembre de 2025
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Rosario, viernes 05 de diciembre de 2025

Celebración y homenaje a la obra de Willy Harvey, el legendario «poeta maldito» de Rosario

Será el miércoles 3 de setiembre, a partir de las 18, en la Biblioteca Argentina Juan Álvarez, en el ciclo "Memorabilias", del que participarán familiares, amigos y lectores del poeta, entre ellos los escritores Beatriz Vignoli, Alicia Salinas, Eduardo Valverde, Marcelo Cutró y Juliana Vitale, junto a la exhibición de un video-poema editado por Elián Turlione
Celebración y homenaje a la obra de Willy Harvey, el legendario "poeta maldito" de Rosario

El miércoles 3 de setiembre, en la sala Angélica Gorodischer de la Biblioteca Argentina Juan Álvarez (Roca 731, 4to. piso), con entrada libre y gratuita, se celebrará un homenaje al poeta rosarino Willy Harvey a 43 años de su muerte (Roldán, 1931- Rosario, 1982). En el evento, que tiene formato de ciclo y se llama Memorabilias, a las 18, habrá un conversatorio titulado El riesgo de lo vivo, en el que participarán familiares, amigos y lectores, sobre la vida del poeta y que integran las periodistas y poetas Beatriz Vignoli y Alicia Salinas; los familiares de Harvey, Guillermina y Martín (sobrina e hijo del poeta) y la psicoanalista y crítica Juliana Vitale. A las 19, las mencionadas Vignoli y Salinas, los poetas Eduardo Valverde y Marcelo Cutró, su sobrina Guillermina y Vitale animarán una ronda de lecturas titulada “¿Para qué la palabra? (poemas en voz alta de y para Willy). A las 19.40, se exhibirá el video-poema Alternativa, que cuenta con edición del videasta y gestor cultural Elián Turlione y música del trío Canto Desigual (Carolina Andreetti, Renata Lozupone y Verónica Mercado).

A pesar de haber publicado poco, Harvey adquirió un estatuto de poeta a fuerza de presencia y escritura. Sus libros publicados fueron El riesgo de lo vivo (La ventana, 1976), –solventado con aportes de amigos y conocidos–, e Imágenes de asedio (2011), al cuidado de Horacio Aige. Los que lo conocieron –en encuentros fugaces pero de los que calan hondo, como en el caso de quien esto firma– sabían que escribía mucho, tanto como a veces le gustaba leer en original a T.S.Elliot, Ezra Pound, Wallace Stevens, William Carlos Williams para embelesamiento de los presentes.

El narrador, poeta y ensayista Eduardo D’Anna menciona otro libro, Obsesiones, al parecer publicado en 1977, pero que más tarde se descubriría que se trataba de cierta cantidad de ejemplares fotocopiados con poemas de Harvey. Tal vez igual que otra buena cantidad de poemas que –antes de que el vino berreta le trabucara las palabras– solía leer en algunos de los bares que frecuentaba en un radio céntrico de pocas cuadras.

Este cronista lo recuerda una noche de lluvia en el bar Pravia, de San Juan y Buenos Aires, sentado a una mesa en la que estaban también los poetas Héctor Paruzzo y Carlos Capella, entre otros –la memoria traiciona y pone caras en duda–, leyendo a Joyce en una gastada edición de Lumen del Ulises, al que cuestionaba la traducción de ciertos fragmentos, y que otra tarde le regalaría a Willy Santervas, otro poeta en ciernes muerto prematuramente. Hay otras escenas, una es la que el más tarde conocido como el “poeta maldito” de Rosario lee en voz alta en el asiento del fondo de un ómnibus de la línea 215 en dirección hacia el oeste; lo hace con esa voz inconfundible que este cronista detecta apenas paga el boleto y decididamente camina hacia atrás sorteando a otros pasajeros tomados del caño superior del vehículo. En ese escenario improvisado, el largo asiento trasero de los micros de ese entonces –mediado de los 70– está literalmente ocupado por dos personas, Harvey, de saco y cuaderno en mano y un poco más allá, Paruzzo, de sobretodo y asintiendo con sus ojos cerrados.

Pese a que quienes viajaban en el 215 iban en general hasta Echesortu o Barrio Belgrano, y se trataba de un trecho extenso para ir de pie si se tomaba en el centro, evidentemente nadie se atrevía a sentarse junto a esa extraña pareja, cosa que sí hizo este cronista, luego de que con un movimiento de cabeza Paruzzo lo invitara al verlo acercarse. Más que “poeta maldito” –aunque ese mote no fuera exagerado por su lugar entre los poetas de la ciudad–, Harvey aparecía como una figura marginal que encarnaba una suerte de aspiración a la verdad y a la lucha por el sentido en su escritura, insistiendo en que en la vida había siempre una noción de realidad que escapaba a la evidencia inmediata y entonces había que descifrarla en la escritura. Hay algo de elegíaco y hasta místico en sus poemas, como si de perseguir la trascendencia se tratara, entre destellos de emoción e intensidad.

Incluso en la letra de los tangos, que a veces Harvey cantaba apasionado –que podían ser de Discépolo o Manzi–, podía verse la irrupción de los rastros de un sentido. Había otro bar que Harvey frecuentaba, llamado Café Artaud –Mendoza entre Moreno y Balcarce–, que regenteaba el también poeta Gustavo Freiberg, donde podía encontrárselo sentado en una de las sillas de madera con asientos de pana roja y acodado en una de las mesas de madera tallada con un galeón al costado, que daban al espacio un aspecto rarísimo.

El lugar bullía de música –tocaban grupos en vivo– y poesía y era una parada obligada para quienes andaban la ciudad en busca de los pares, y verlo a Harvey allí sentado ya resultaba una tentación irresistible, porque, para algunos, eso resultaba ese poeta, un tipo siempre ocurrente, con una cabeza lúcida y un bagaje de lecturas impresionante que le gustaba transmitir y lograba que se corriera a buscar a esos autores y los pasajes de los libros que mencionaba. No pocas veces esas conversas se resentían por el carácter hosco que portaba Harvey o por su excesiva ingesta de alcohol, dando lugar a momentos incómodos, pero nada anulaba el deseo de encontrarlo otra vez para seguir conversando o escuchándolo leer.

Imágenes de asedio tuvo una edición en 2011 al cuidado de Guillermo Ibáñez, quien también prologó los 22 poemas publicados por Poesía de Rosario, y se presentó en el Centro Cultural Fontanarrosa como un primer homenaje a Willy Harvey. Otra cuidada revista editada por Horacio Aige y Armando Vites (poeta y librero anticuario), Mirto, publicó en 2019 una serie de 29 poemas con el nombre de Obsesiones, que no era otra que la que citaba D’Anna en su historia de la poesía local.

En esa oportunidad y apostando a que la obra de Harvey sea reunida y publicada, Aige supo decir: “Es el maldito de la poesía argentina, por sobre Alejandra Pizarnik, en una línea de lucha y de combate que va de Baudelaire a Rimbaud y Artaud” y que reconocerlo sería “un acto de justicia”. El homenaje a Willy Harvey –motorizado por el “obsesionado” en la historia de la poesía Elián Turlione– en el ciclo denominado Memorabilias, el conversatorio sobre su obra entre poetas y escritores y familiares, y las lecturas de sus poemas, no dejan de enmarcarse en ese “acto de justicia”.