El destacado actor Héctor Alterio, nacido en Buenos Aires en 1929, murió este sábado en España, a los 96 años, según informó su familia en un comunicado distribuido por Pentación Espectáculos.
“Con profundo dolor queremos comunicaros que hoy, 13 de diciembre por la mañana, nos ha dejado Héctor Alterio. Se fue en paz después de una vida larga y plena dedicada a su familia y al arte, estando activo profesionalmente hasta el día de hoy. Descanse en paz”, dice el texto que recorre las redes y los portales de noticias.

Héctor Alterio se subió a los escenarios siendo muy joven y en ellos continuó su tránsito hasta el final de su vida, con una gira con el texto Una pequeña historia, un material de tintes autobiográficos.
Se estableció en España en 1975, cuando tuvo que abandonar Argentina por amenazas de la Triple A que ya operaba previo al arribo de la última dictadura cívico– militar y desarrolló una importante carrera en el cine español.
El gran Héctor había nacido en el seno de una familia de emigrantes napolitanos y su vida familiar fue tan importante como la profesional, incluso sus dos hijos son destacados actores del cine y la tevé españoles.

Para entender la dimensión de Héctor Alterio basta recordar que hace 77 años se subió a las tablas de un teatro por primera vez, para interpretar, en 1948, el clásico Cómo suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, y una entrevista reciente había afirmado que mantenía las mismas ganas de “entrar en escena”, pero, al mismo tiempo aseguró que “las ganas no se pueden medir, pero si hay una medición real es lo que siento con el apoyo del público”, que lo acompañó a lo largo de toda su carrera.
Su última obra estuvo escrita y dirigida por Ángela Bacaicoa, su “compañera de vida”, y relataba cómo él, en 1974, llegó a España para presentar la película La Tregua, dirigida por Sergio Renán, y ya se quedó a vivir. Y sobre la base de sus “pequeñas historias” contaba “un viaje de ida y vuelta Buenos Aires–Madrid–Buenos Aires, con “los recuerdos de estos años en la poesía, la música y la emoción”.

“Todo lo relacionado con esta propuesta lo escribió mi mujer, y con ella trabajo”, explicó el actor, resumiendo un papel complicado, que le dio a él todo el protagonismo en el escenario, en un monólogo con matices que iban cambiando según pasaban los minutos, entre textos León Felipe, Borges, Catulo Castillo, Piazzolla, Horacio Ferrer, Hamlet Lima Quintana y Eladia Blázquez.
“Con esta edad uno sabe cuáles son sus límites, lo que puede y no puede hacer, y también es verdad que se va clarificando el futuro”, dijo sobre su “despedida total” que espera “un final rápido, no doloroso, que no me dé ni cuenta, a dormir y sin que duela”, cuando habló de la muerte con la naturalidad de alguien que sabía que tuvo una vida prolífica y coherente.
Una vida en escena
Héctor Benjamín Alterio Onorato había nacido en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1929. De ascendencia italiana, sus padres eran originarios de Carpinone, comune de la provincia de Isernia, región de Molise.
Su debut en los escenarios se produjo en 1948. Al finalizar sus estudios de arte dramático, creó la compañía Nuevo Teatro en 1950, que renovó la escena argentina de la década del 60 y que montó espectáculos hasta 1968.
Sin embargo se hizo famoso sobre todo por sus trabajos en el cine que empezaron en 1965 con Todo sol es amargo, de Alfredo Mathé. Durante los años siguientes, Alterio intervino en algunas de las mejores películas de la entonces nueva generación de cineastas argentinos.
Colaboró con Fernando Ayala en Argentino hasta la muerte de 1970, con Juan José Jusid en La Fidelidad, del mismo año; con Héctor Olivera en La venganza del Beto Sánchez de 1972 y dejó una marca en La Patagonia rebelde de 1974, Oso de Plata en Berlín.
Con el director más destacado de esa generación, Leopoldo Torre Nilsson, participó en El santo de la espada de 1969, La Mafia de 1971 y Los siete locos de 1972.
En 1975, ya radicado en España, se reunieron con él su esposa Modesta Ángela Bacaicoa Destéfano, y sus hijos Ernesto Alterio (1970) y Malena Alterio (1974), que siguieron sus pasos como actores.
Desde su exilio, Alterio también tuvo participación en muchas producciones españolas, dejando memorables creaciones en A un dios desconocido (1977) de Jaime Chávarri, con la que obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián; El crimen de Cuenca (1979) de Pilar Miró; El Nido (1980) de Jaime de Armiñán, película nominada al Oscar y premio al mejor actor de la Asociación de Cronistas de Nueva York; o Don Juan en los infiernos (1991) y El detective y la muerte (1994), ambas películas de Gonzalo Suárez.

Sin embargo, no dejó de participar en numerosas películas en la Argentina, tras el regreso de la democracia, donde fue uno de los protagonistas principales en cuatro de las primeras cinco películas nacionales que llegaron a ser candidatas en la instancia final del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, e incluso una de ellas lo ganó el codiciado premio.
Dichas películas fueron, previo al exilio, La Tregua (1974) y ya en democracia, la icónica Camila (1984), La historia oficial (1985), ganadora del Oscar, y El hijo de la novia (2001).

En Vientos de agua, una serie de televisión hispano argentina de 13 episodios, que narra el fenómeno de la inmigración a través del exilio de un español hacia la Argentina, huyendo de problemas políticos y el retorno de su hijo en 2001 debido a la crisis económica del país. En ella actuaron tanto él como su hijo (en realidad ambos hacían el mismo personaje).
En 2004 recibió el Goya de Honor y en 2008 el Cóndor de Plata por su trayectoria profesional. Fue un reconocido hincha de Chacarita Juniors por su tío el arquero Eduardo Alterio, alias Pibona, quien fue el primer arquero en marcar un gol en el universo del fútbol profesional.