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Libia: mientras Gaddafi se aferra al poder, la oposición ya prepara la transición

Se cumplen 13 días desde que comenzó la revuelta contra el dictador. El líder del régimen se niega a abandonar su cargo pese a la presión internacional. El país sigue convulsionado y controlado en gran parte por los rebeldes.

El líder libio Muamar Gaddafi se aferra al poder haciendo caso omiso de la presión popular, de las sanciones de la ONU y de los llamamientos que piden su renuncia pero, a pesar de ello, la oposición ya prepara un gobierno de transición en el este de Libia.

Cuando se cumplen 13 días de una revuelta sin precedentes contra su régimen, el coronel Gadafi no da señales de que vaya a dejar el poder que ejerce desde hace casi 42 años.

Uno de sus hijos, Saif al Islam, considerado durante mucho tiempo su probable sucesor, afirmó ayer que la situación era «excelente» en tres cuartas partes del país, aunque admite una «voluntad interior de cambio» expresada por los manifestantes «manipulados por el extranjero».

En Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad una serie de sanciones contra el dirigente libio y sus allegados.

Pero nada indica que la congelación de los haberes del clan Gaddafi en el extranjero, la prohibición de viajar y un embargo sobre las ventas de armas a Libia basten para acabar con la política de represión del «Guía» de la revolución libia. Y eso que el presidente estadounidense Barack Obama insistió en ello, al declarar que el coronel Gaddafi había perdido la legitimidad al frente del país y debía «marcharse ahora».

En tanto, el gobierno británico afirmó que «llegó el momento» para que Gaddafi renuncie a su cargo y agregó que el Reino Unido le retiró la inmunidad diplomática al líder libio, como también a su familia.

Por su parte, la responsable de la diplomacia europea, Catherine Ashton, además de pedir de nuevo el cese «inmediato» de la violencia, advirtió al régimen que la represión tendrá «consecuencias» para el coronel Gaddafi y los suyos.

En la misma sintonía, la cancillería rusa condenó el uso «inaceptable» de la fuerza contra los civiles.

La oposición armada controla el este del país, pero la situación es confusa en las ciudades cercanas y aledañas a Trípoli.

En Bengasi, la segunda ciudad del país y epicentro de la revuelta a 1.000 km al este de la capital, la oposición se organiza y espera que Trípoli se «libere».

El ex ministro de Justicia Mustafá Abdel Jalil, quien dimitió en protesta por la violenta represión de la revuelta popular, mencionó la creación de un gobierno de transición encargado, principalmente, de preparar elecciones.

Este gobierno comprendería «personalidades militares y civiles. Estaría vigente como máximo tres meses. Luego habrá elecciones justas y la gente podrá elegir a su dirigente», afirmó.

Abdel Jalil descartó negociar con Gadafi para permitirle, eventualmente, marcharse del país y afirmó que el líder libio debe ser juzgado en Libia.

En Trípoli, sólo circulaban los milicianos del coronel Gadafi a bordo de todoterrenos. Los habitantes se aventuraban a veces en las calles para comprar pan o ir a las estaciones de servicio. En general la gente está encerrada en casa. Mientras, se desplegaron tanques en las rutas que llevan a Trípoli y controlan los accesos.

Al este de Trípoli, «mercenarios» a sueldo del régimen fueron transportados por helicópteros a Misrata (a 150 km de Trípoli), donde abrieron fuego contra el edificio de la radio local y los manifestantes que acudían a los funerales de las víctimas de los combates.

En su entrevista Saif al Islam calificó de «mentira» las informaciones sobre la presencia de mercenarios pagados por el régimen.

Aún resulta difícil evaluar el balance de la violencia. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, habló de un millar de muertos.

El líder libio tomó la palabra el viernes por la noche frente a cientos de partidarios suyos en el centro de Trípoli para proclamar: «Vamos a luchar y venceremos».

Frente al caos, prosigue la evacuación de ciudadanos extranjeros en condiciones difíciles. Varias decenas de miles de personas ya se fueron del país por tierra, mar y aire.

En el principal puesto fronterizo entre Libia y Túnez, en Ras Jedir, los aduaneros libios desertaron, pero siguen presentes los militares y policías leales a Gaddafi.

La Media Luna Roja tunecina calificó de «crisis humanitaria» el éxodo de más de 10.000 personas, en su mayoría egipcios, el sábado desde Libia hacia Túnez, precisamente por el paso de Ras Jedir, y pidió ayuda internacional.

Asimismo, las regiones argelinas fronterizas con Libia se encuentran en estado de alerta militar y el Estado Mayor del Ejército envió unidades y equipos de refuerzo para intensificar su control.

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