La enfermedad celíaca es crónica y se caracteriza por una lesión de la mucosa del intestino delgado, originada en una intolerancia al gluten del trigo, cebada y centeno. La alteración se produce por una reacción inflamatoria en la mucosa intestinal de tipo inmunológico que interfiere con la absorción de los alimentos y nutrientes.
En las personas genéticamente predispuestas, la celiaquía es precipitada por la ingestión de gluten (componente proteico entero del trigo, también presente en la cebada, el centeno y posiblemente en la avena).
Aproximadamente el 1% de los adultos y niños de la población mundial padece esta enfermedad; sin embargo se considera que en los países desarrollados, por cada paciente con diagnóstico de enfermedad celíaca, existirían un promedio de 5 a 13 afectados sin diagnóstico, probablemente debido a que presentan molestias mínimas o permanecen asintomáticos. Se puede desarrollar en cualquier momento de la vida, desde la infancia hasta la adultez. Asimismo, los familiares de pacientes celíacos tienen mayor riesgo de presentar la enfermedad.
Las manifestaciones clínicas varían mucho con la edad. Los lactantes y los niños pequeños generalmente presentan diarrea, un abdomen distendido y retardo del crecimiento. Sin embargo, también son comunes los vómitos, la irritabilidad, la anorexia y aún la constipación. Los chicos mayores y adolescentes suelen presentar manifestaciones extra-intestinales, como talla baja, síntomas neurológicos o anemia.
La presentación clásica en los adultos es la diarrea, la cual puede estar acompañada por dolor o malestar abdominal. Otras manifestaciones en los adultos incluyen la anemia por déficit de hierro, la osteoporosis, el dolor abdominal, la pérdida de peso, la constipación o los síntomas neurológicos. Las personas con celiaquía son más propensas a tener enfermedades autoinmunes (artritis reumatoidea, lupus eritematoso sistémico), problemas tiroideos, diabetes o intolerancia a la lactosa entre otras dolencias.
Por razones que se desconocen, las mujeres sufren la dos a tres veces más que los hombres. En general, la prevalencia de enfermedades autoinmunes es mayor en el género femenino, y la aparición de ferropenia y osteoporosis deben motivar el estudio de la enfermedad celíaca.
Debido a que los síntomas semejan muchas otras enfermedades, la detección de la enfermedad celíaca no es sencilla. Una gran proporción de pacientes ha recibido previamente el diagnóstico de síndrome del intestino irritable. No es infrecuente que los afectados hayan tenido síntomas durante un largo tiempo e incluso sufrido varias hospitalizaciones y procedimientos quirúrgicos antes confirmarse la afección.
Afortunadamente existen estudios serológicos específicos para identificar el trastorno. Más del 90% de las personas con enfermedad celíaca que no han comenzado aún una dieta libre de gluten presentan anticuerpos de tipo IgA antiendomisio y anti transglutaminasa tisular. El diagnóstico se puede confirmar con una biopsia de duodeno donde se visualizan las lesiones características con atrofia de las vellosidades intestinales.
La base del tratamiento consiste en eliminar el gluten de la dieta. La celiaquía no se puede curar. Sin embargo, los síntomas desaparecerán y las vellosidades en la mucosa del intestinal sanarán si se mantiene una dieta libre de gluten de por vida. No se pueden consumir alimentos, bebidas ni medicamentos que contengan trigo, centeno, cebada o posiblemente avena. Es importante cumplir con la dieta de manera estricta porque mínimas cantidades de gluten pueden agravar la enfermedad.
Se puede ordenar una biopsia de control o análisis de sangre varios meses después del diagnóstico y de iniciada la dieta para evaluar la respuesta al tratamiento. Los resultados normales significan que la respuesta fue favorable lo cual confirma el diagnóstico. Sin embargo, esto no significa que la enfermedad haya sido curada.
Algunas recomendaciones
• Evite los alimentos que contengan trigo, cebada, centeno, malta y avena (en el caso de la avena, se recomienda no consumirla salvo que se especifique que no contiene gluten y que fue procesada en un ambiente libre de gluten)
• Consumir alimentos que no contienen gluten, estos incluyen arroz, maíz, papa, carnes, huevos, frutas, verduras, legumbres, soja, nueces y otros frutos secos entre otros.
• Lea con atención las etiquetas de los alimentos elaborados y de los condimentos.
• Si tiene intolerancia a los lácteos, elija productos sin lactosa hasta que mejoren los síntomas.
• Consulte con un nutricionista para conocer qué alimentos se deben evitar y cuáles incorporar para alcanzar una nutrición balanceada.
• Un alimento que no contiene gluten puede contaminarse por estar en contacto con otros alimentos que sí lo contengan, o bien por utilizar para manipularlos los mismos utensilios para unos y otros sin higienizarlos correctamente. A esto se lo llama contaminación cruzada. Evitarla es tan importante como elegir para consumo aquellos alimentos que no contengan gluten.
• Combine una buena alimentación con actividad física regular, ya que favorece el funcionamiento general del cuerpo, la movilidad, la fuerza muscular, la vitalidad, la respiración, además ayuda a controlar la ansiedad , el estrés y mantener un peso adecuado.
Consulte con algunos de los numerosos organismos y asociaciones que brindan información y apoyo a los celíacos, entre ellos Asociación Celíaca Argentina; Celíacos Argentinos; Programa Nacional de Detección y Control de Enfermedad Celiaca; Ministerio de Salud de la Nación; Acela (Asistencia al Celíaco de la Argentina) y Ce.Di.Ce (Centro de Difusión de la Celiaquía).