En un momento en que todo se empequeñece al ver el castigo de la naturaleza y el hombre se vuelve más cotidiano que nunca, la política argentina aparece secundaria cuando cuesta encontrar acuerdos mínimos.
La ausencia de un entendimiento entre la Nación y la ciudad de Buenos Aires para solucionar la toma de viviendas en el Bajo Flores habla de miserias y pronuncia el nombre de la antipolítica.
Más cuando hay gente humilde en el medio y nunca faltan los oportunistas de siempre que tratan de sacar tajadas del sufrimiento ajeno.
Este caso y el Indoamericano marcaron los momentos de mayor enfrentamiento, al que se agregaron en los últimos días cruces por la ausencia de terminación de la autopista Arturo Illia. Unos pocos kilómetros de frustraciones.
A la luz de lo sucedido, parece que tanto Cristina Fernández de Kirchner como Mauricio Macri han coincidido en que el gran negocio electoral para ambos será la polarización extrema de los votantes.
“El gobierno no cumple con la ley y nadie tiene garantizado el derecho a su propiedad”, disparó Macri, en alusión a la orden de desalojo impuesta por el juez Luis Armella.
Apuntó con su discurso al lugar que más réditos le puede dar: la apelación al miedo de la clase media y a la primarización del pensamiento.
Su objetivo es contrastar este reclamo de política de mano dura con el “dejar hacer” que propondría el gobierno nacional, plasmado en las calles con los piqueteros y con las tomas de tierras.
Un entendimiento se hace cada vez más complicado si se tiene en cuenta que Cristina y Mauricio apuntan a convertirse en los ejes polarizadores de la elección de octubre para que la gente escrute sobre dos modelos de país muy distintos.
No obstante, el líder del PRO aún navega sobre las aguas de la incertidumbre con respecto a su destino electoral y el abanico sigue abierto entre su candidatura presidencial o presentarse a la reelección o la doble candidatura.
Su principal asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le aconsejó que esperara un mes para tomar la decisión, tras ver las encuestas que ubican bien posicionada a la presidenta, cerca de ganar en primera vuelta, sin necesidad de balotaje.
El temor es que el efecto arrastre de la Nación termine por hacerle perder al PRO su gran bastión y en este marco Macri se convertiría en la gran carta de triunfo y allí podría hacer jugar su reelección.
Con respecto a la doble candidatura, es decir ganar en Capital para luego participar en la presidencial, el gran temor que anida en la filas macristas es que sea tomado como algo tan poco serio como sucedió hace dos años con las listas testimoniales de Néstor Kirchner.
Todo es debate dentro del PRO. También la posibilidad de sellar una alianza con Eduardo Duhalde.
El ex presidente tiene casi garantizada la victoria dentro del Peronismo Federal en las internas abiertas y simultáneas, ante la lejanía de Alberto Rodríguez Sáa y el llamativo desinterés que demuestra Mario Das Neves.
Prueba de ello es que el chubutense aceptó casi sin chistar el cronograma de internas propuesto por Duhalde que comienzan en la Capital y terminan en la provincia de Buenos Aires, es decir, con dos victorias al alcance de la mano.
Das Neves quedó atrapado entre esta interna que no se le presenta favorable y su manifiesta aspiración a que Daniel Scioli se lance al juego nacional para ampliar el tablero de la disputa electoral, algo que no sucederá.
Es que el gobernador bonaerense ha dado nuevas muestras de fidelidad hacia el proyecto nacional, una conducta que lo ha llevado en poco más de una década a la primera fila de la polìtica doméstica.
En el PRO dan por descontado también el triunfo duhaldista, pera aclaran que el candidato deberá ser Macri, mientras que Duhalde, dicen, deberá conformarse con una senaduría y otros cargos para sus hombres.
En la Casa de Gobierno ven con agrado la polarización y se entusiasman con una holgada victoria, ante las dificultades de un aceitado y competitivo armado nacional por parte del PRO.
Las candidatura de Miguel del Sel, en Santa Fe, y Alfredo Olmedo, en Salta, no hacen más que alentar la esperanzas del oficialismo.
La presidenta sigue, en tanto, jugando con sus intrigas aunque nadie duda de que finalmente se presentará a la reelección.
Así se lo reclamaron miles de personas reunidas en el estadio de Huracán, convocadas por el Movimiento Evita, La Cámpora y la Juventud Sindical.
El PJ tradicional no convocó al encuentro y mira con recelo los nuevos “amigos” de la Rosada. Hugo Moyano no movilizó pero prepara otro acto en la Plaza de Mayo o frente al Obelisco, para dar una demostración de fuerzas aún mayor.
Todos, uno y otros, confluirán en una misma propuesta en octubre, ya que nadie sacará “los pies del plato” mientras las encuestas sigan favoreciendo al Frente para la Victoria.
Pero las divisiones entre los viejos militantes justicialistas y los representantes del “cristinismo” pueden provocar fuertes pujas por los espacios de poder luego de octubre.
El ahora denominado “cristinismo” es considerado por ellos como una etapa superadora del kirchnerismo, sin que éste haya tenido nunca una definición clara.
Los jóvenes de La Cámpora, de las agrupaciones sociales y los recién arrimados al calor oficial pueden chocar con el aparato tradicional, aunque, es espera, no sea como en otros viejos y cruentos tiempos de colisiones internas.
No en vano la presidenta expresó en el Tomás Ducó de Parque Patricios: “Hay que abandonar las disputas dirigenciales. La política no debe ser una feria de vanidades”.
Mientras tanto, este fin de semana se realiza en Catamarca el primer test electoral del año, tras una campaña plagada de sospechas de prebendas.
Prácticas que uno siempre sueña que queden desterradas en este lado el mundo, bendecida por su lejanía de los devastadores tsunamis que empequeñecen la magnitud del hombre terrenal.