Único orador, Hugo Moyano trepará al escenario a las 13.30. Hablará unos 40 minutos, recordará a Néstor Kirchner, renovará -sin reproches- su respaldo a la Presidente, se rodeará de la cúpula cegetista, Daniel Scioli, el gabinete K y más de 20 intendentes del PJ.
Pero la postal de ese escenario poblado -al fondo, ploteadas, relucirán monumentales imágenes del patagónico, de Juan y de Eva Perón será, en la lógica Moyano, reflejo de los casi mil metros de avenida 9 de Julio que, juramenta, llenará este mediodía.
El número, inabarcable e incomprobable, es de 300 mil asistentes. Superior, calcula, a las más de 200 mil que, en ese mismo sitio reunió en 2009. Su gente, Camioneros, aportará gran parte de esa multitud: desplegará, estiman, una tropa de 100 mil.
La ausencia de Cristina de Kirchner, que sembró furia y desazón en CGT, ya se computa como una anécdota: la marea, que desembarcará a partir de las 9 de la mañana, «se oirá desde Santa Cruz», bromeaba anoche uno de los dirigentes a cargo de la organización.
Un acto de esas dimensiones, episodio que remite a otras décadas, traficará un mensaje dual: el «movimiento obrero», según sus términos, es parte inherente del proyecto nacional, acompaña a la Presidente, pide y defiende su reelección pero quiere, además, discutir «lo que viene».
Facundo Moyano, hijo, heredero y jefe de la Juventud Sindical es el vocero más osado de ese planteo: «Defender el modelo -dijo ayer- no debe transformarse en un slogan sino en un objetivo».
El dirigente fue, semanas atrás, quien detonó una queja incendiaria contra la «intelligentzia» K, en particular la mediática, a la que acusó de subestimar y despreciar el protagonismo y la contribución de los gremios, tanto en su categoría senior como juvenil.
Con otro formato (ambos remontan la liturgia discursiva del 45 y los legados de Perón y Eva) Moyano padre martilla sobre el concepto de que el rumbo político y su conducción -es decir Cristina- son inescindibles de «los trabajadores» -es decir, los gremios-.
La más sagaz de las gambetas no derrumba la certeza de que la Presidente, aun con el argumento sentimental de su refugio familiar en el sur, evitó compartir atril con Moyano. Es una línea que ha explorado antes. Sin ir más lejos, anteayer al pedir calma en las paritarias.
Que este mediodía Julio De Vido -intermediario entre Moyano y la mandataria-, Aníbal Fer-nández-, Carlos Tomada, Carlos Zannini -que quedó a cargo de las últimas gestiones-y Amado Boudou sonrían, hoy junto al camionero y sus laderos, no muestra lo contrario.
Tampoco que, simbólicos, participen dirigentes de La Cámpora, la emblemática agrupación la más pura extensión de Olivos fuera de Olivos. El Movimiento Evita, la JP Descamisados, el MUP y, entre otros, Peronismo Militante, todos grupos K, aportarán alguna bandera en un mar sindical.
Quizá el dato más relevante, en la actuación partidaria, sea la promesa de 26 intendentes del PJ bonaerense -según el registro de anoche-de participar del acto. En su último show, el 17 de octubre en River Plate, apenas cuatro alcaldes aceptaron la invitación.
Hoy, presumen, la cosecha será más auspiciosa. El daño -el sesgo diferenciador; la toma de distancia ostensible-lo produce la ausencia presidencial. Como nunca antes, Moyano requirió la presencia de un Kirchner en su acto. En 2009, por caso, no invitó al expresidente y a su esposa. «Es un acto nuestro», decían.
Moyano se esforzó -hubo una ardua negociación con el Gobierno porteño-para que el efecto colateral de su acto sea el menor posible. Hasta descartó un show musical porque eso implicaba un montaje que requería de varias horas para desarmar, lo que demoraría la liberación de la 9 de Julio.
Ese detallismo (los micros estacionarán en Constitución, Entre Ríos y el bajo para evitar congestionamientos mayores en el centro) abarca también, la cautela por el campamento de los QOM, instalado en Lima y Avenida de Mayo. Se pidió una custodia aunque, según lo planeado, ninguna columna pasará por esa zona.