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El tango ballet de Mora Godoy

La prestigiosa bailarina de tango y ballet abre la temporada del Mozarteum. El lunes a las 21, en el Fundación Astengo. Sensualidad y pasión para un tango ecléctico y alegre.  Por Javier Hernández.

En el marco de la XXIX Temporada del Mozarteum Argentino filial Rosario, esta noche, a partir de las 21, la prestigiosa bailarina de tango ballet Mora Godoy llegará al Auditorio Fundación Astengo (Mitre 754) para iniciar su nueva temporada, que la tendrá desde el viernes protagonizando su habitual gira internacional. Las localidades anticipadas y fuera de abono pueden adquirirse en la boletería del teatro.

Referente del tango en distinto niveles, es considerada la representante más importante del tango ballet argentino. Profesora y directora de su propia compañía, cabeza de un ballet escuela y productora de shows, su danza combina lo tradicional y lo moderno del 2×4 con técnicas de ballet clásico, en una búsqueda por quitarle al tango su pesar. “Fui buscando temas que vayan levantando y que nos pongan más arriba”, refirió la artista en diálogo con El Ciudadano.

Egresada de la carrera de Bailarina Clásica del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires, cuando niña pudo presenciar un concierto de Piazzolla que llevaría a establecer una bisagra en su pasión por el tango. “El día que Piazzolla ensayaba para un concierto en el Colón, con una amiga nos escondimos en el palco para escucharlo; fue un hecho que me marcó porque cuando decidí bailar tango de eso no me olvidé”, evocó Mora Godoy.

—Vuelve a Rosario para presentar su nuevo espectáculo…

—Sí, el año pasado presentamos Milonguera y este año vamos con uno nuevo que no tiene nombre pero si le pusiéramos uno sería Mora.

—¿Cuántos artistas participan?

—Somos dieciséis personas en total, de los cuales hay diez bailarines, cuatro músicos y dos asistentes técnicos.

—A nivel escénico, ¿cuál es la dinámica que va a presentar? ¿De qué trata la obra?

—De alguna manera sigo innovando en todo lo que es fusión de música con técnicas de baile porque bailamos cosas contemporáneas. Por supuesto siempre es tango pero desde allí fuimos desprendiendo cosas jazzeadas, salsa, candombe y cosas latinas. Es una compañía que se caracteriza por tener virtuosismo, una gran vanguardia en todo lo que hace, y mucha velocidad y precisión –por lo cual nos obliga a estar técnicamente muy bien preparados y entrenados–. Hace más de un mes y medio que estamos ensayando para este show, por lo que de improvisado no tiene ni el saludo.

—Es la primera presentación de la gira, ¿dónde continúa?

—Es la tercera o cuarta vez que abrimos la temporada en el Mozarteum de Rosario, y no nos habíamos dado cuenta hasta este año. Después nos vamos a Israel. Íbamos a hacer más tours por el interior del país pero los tuvimos que levantar y sólo quedaron ustedes, como siempre.

—¿Fue el espectáculo “Tanguera” el que quizá marcó un antes y un después en su carrera?

—En Tanguera hay un antes y un después mío porque lo creé, ideé, coreografié y  protagonicé, y fue la primera vez que había un musical con historia de tango. Fue una bisagra, pero después, cuando los Rolling Stone me pidieron un show en exclusiva, también fue otra gran bisagra; o cuando Baremboim me convocó para salir desde la Argentina al mundo, todo fue sumando. Obviamente que como creadora y como protagonista Tanguera fue algo diferente.

—En su baile se percibe una cosa muy sensual y a la vez algo de acrobacia.

—Si, hay una cuota de acrobacia, pero también hay una cuota de pasión y de precisión. Si la acrobacia está mal hecha es un desastre y se ve horrible. Hay un gran vértigo coreográfico, eso lo admito, pero no deja de tener sensualidad y pasión. Ahora tenemos coreografías sumamente sensuales y nos preocupa llevar cierta ropa: “Vestiditos tan cortos no, dijimos”, porque vamos al Mozarteum.

—¿Cómo se desarrolla la propuesta coreográfica?

—Es básicamente de baile: una orquesta que toca los temas que elegí. La primera parte es más tradicional, también hay candombes, un popurrí de milongas, hacemos un tema que se llama “Retrolonga” que es una mezcla de salsa con tango electrónico y después nos vamos más hacia Piazzolla y lo moderno, que termina también con tango electrónico, y con una fusión de candombe y otros ritmos.

—Por ser un adelantado a su tiempo, Piazzolla fue amado y odiado.

—Sí, como mucha gente que, recién después de su muerte, pasa a ser valorada, conocida y vende; a Piazzolla le pasó eso. También era una época muy oscura y especial de nuestro país, pero es un gran referente y me considero una gran admiradora suya por lo que es infaltable poner su música en la obra.

—Usted hacía Ballet clásico y de golpe pasa al tango, ¿en cuánto influyó Piazzolla?

—Es cierto, soy egresada del Colón. Casualmente el otro día una amiga me preguntó si me acordaba de una anécdota de cuando éramos estudiantes: Nosotras nunca nos habíamos rateado de una clase del Colón y el día que Piazzolla ensayaba para un concierto en el Colón, nos escondimos en el palco cazuela para escucharlo; fue un hecho que me marcó porque cuando decidí bailar tango de eso no me olvidé.

—Una parte del tango suele ser melancólica, ¿cuál es el aporte que hace desde el baile para mostrar su contracara?

—Muchos críticos dijeron que yo le quito la melancolía al tango; de hecho, al fusionar todo esto y hacer cuatro milongas seguidas todo se vuelve alegre. Si yo hiciera cuatro temas de Pugliese seguidos todo sería distinto; hay un solo tema «pugliesado». El tango de por sí tiene una nostalgia y una melancolía como para hacerla surgir si se quiere. Si buscás temas medio “depre” el espectador sale y se quiere matar; acá sale y quiere ir a bailar tango.

—Con respecto a eso, tu escuela de baile lleva más de una década de vida.

—Este año cumple trece años ininterrumpidos y viene gente de todas partes del mundo y de diferentes edades; el tango no discrimina edades.

—Y ¿qué buscan las nuevas generaciones de bailarines?

—Entre otras cosas una salida laboral, además de querer bailarlo y reencontrarse con sus raíces.

—¿Europa sigue reclamando tango?

—Europa y Asia, más que nunca, piden tango. Yo siempre insisto que hay que llevar cosas buenas afuera y creo que desde el Gobierno se debería instalar algo que, así como los productos que se exportan deben tener un sello de calidad, los espectáculos también lo tengan.

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