“La provincia de Santa Fe debería sentirse orgullosa de esta jornada de domingo. Y mucho. Es un día de participación, conciencia ciudadana y democracia”. El que afirma esto es un funcionario cercano a la presidenta que prefiere dejar de lado las encuestas que florecieron como la maleza en la tierra descuidada y pensar en las reglas del juego electoral.
Cuando se cierren los comicios hoy a las 18 será hora de ver quiénes son los ganadores en las urnas y, casi a la par, formar el cuadro de deshonor de los pretendidos expertos en números que deberán ver cómo explican sus resultados a la luz de los votos. “Eso se explica fácil”, dice el mismo hombre cercano al poder. “Bastará con que muestren el talonario de facturas y los cheques recibidos”, se divierte con ironía. Si es cierto que habrá premios y castigos para los cientos de candidatos que se someten a la voluntad popular, ¿habrá elogios y admoniciones para los que dibujaron los porcentajes de intención de sufragio difundidos en “papers” con membrete pomposo de consultoras o especialistas? La prestigiosa y fundadora carrera de Estadística de nuestra UNR, ¿tiene tribunal de ética y disciplina para analizar las valores que son capaces de firmar por un lado blanco y sostener negro sin pruritos por el otro? “No lo digas muy fuerte porque te van a acusar de ser el Guillermo Moreno de las encuestas”, pide el hombre de estado que le entrega a este cronista el último sondeo en el que cree, con la tranquilidad de que la Casa Rosada está satisfecha con lo que se espera para hoy. “Va a ser un buen resultado para el Frente Para la Victoria. Por los propios y por los ajenos”, comenta el hombre. Y asegura que Cristina está conforme con lo que pasará en su partido en Santa Fe. Ella promete, ahora sí, visitar la provincia para recuperar la Casa Gris para el PJ.
Una elección buena
Santa Fe, con los más y los menos, aventaja en calidad institucional al resto de los distritos. Tiene razón Margarita Stolbitzer cuando señala que no tienen demasiado sentido las “Paso” (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) de agosto ya que la suerte está echada. No es una descripción valorativa porque las internas tratan de romper la burocracia partidaria. Pero, empíricamente, la diputada del GEN describe con acierto la realidad.
En la Nación “Cristina es la candidata y nadie va sacar un dedo del plato para presentar otra postulación dentro del PJ. Porque no tendría la menor chance. Y por miedo”, dice uno de los operadores de la Rosada. No se repregunta, porque no se escuchan titubeos. Cristina es la candidata, no duda el interlocutor. La avalancha de votos de la presidenta decapita toda esperanza y genera temor en que cualquier atisbo de rebeldía se pague con la ignorancia en el trato o en el envío de fondos de la poderosa caja rosada. Esto suena paradójico en una gestión que dijo venir a mejorar la calidad institucional, que se maravilló con la interna de Obama y Hillary en los Estados Unidos al punto de participar de algún acto en la campaña de la hoy secretaria de Estado. Ni siquiera en el 73 de Juan Perón se vio que la lista de diputados se escribiera con la única lapicera de la jefa de Estado o que el binomio para la Capital se decidiera en un reducido despacho de Balcarce 50, suele graficar el prestigioso Julio Bárbaro que participó en política, en serio, desde una banca cuando la tercera presidencia del fundador del PJ.
Sin embargo, que Filmus y Tomada sean los candidatos porteños a dedo no es patrimonio exclusivo del verticalismo peronista. ¿Operó algo más que la palabra de Carrió en la unción de la fórmula de María Eugenia Estenssoro y el talentoso diputado Fernando Sánchez en las huestes de la Coalición? ¿Acaso no fue el personalísimo deseo de Pino Solanas el que sopesó si convenía la Nación o la ciudad en pos de más progresismo en Proyecto Sur? ¿Y los radicales? ¿Qué elección, o al menos, qué debate con participación de los votantes propició Silvia Giudici? No se puede olvidar, por fin, los turnos de exámenes y recuperatorios (de los que no se conocieron las notas y resultados) a los que Mauricio Macri sometió a Rodríguez Larreta o Gabriela Michetti para quedarse él con la candidatura y elegir compañera “a gusto y piacere”.
Si a esto le sumamos, sin ser exhaustivos, la interna malograda por orden de desaparición de la UCR que decantó en Ricardo Alfonsín, la autocalificada por su protagonistas como “vergüenza” de la interna del PJ Federal, el cuadro de autoritarismo interno de los partidos políticos argentinos queda patentizado.
Santa Fe, como no lo hace la Nación, Capital Federal y casi ningún distrito de la Argentina, muestra hoy un espacio de debate partidario con cierta cuota de valentía en el sistema general de internas y, en particular, ensayando por primera vez con tantos electores una boleta única de sufragio que busca inhabilitar alguna de las vivezas criollas de los cuartos oscuros. No es poco.
Progresismo: ¿quo vadis?
La provincia con forma de bota fue recorrida por los candidatos en tantos kilómetros como un viaje a la luna. El que usa esta metáfora es un diputado nacional porteño que, con la excusa de encuentro gremial, se maravilla mirando afiches y spots de campaña a horas de la veda electoral. El verdadero objetivo de su viaje es tratar de “abrochar una esperanza” con el gobernador de Santa Fe para empezar mañana mismo el armado de una fórmula presidencial con el mentor de este legislador, un hombre de honesta trayectoria sindical. No se puede decir que se vaya con las manos vacías pero ni siquiera pudo tener un cara a cara con el mandatario local, totalmente abocado a la campaña de la interna.
El “progresismo nacional” se abre en varias opciones. Una es patear el tablero de todas las fuerzas nacionales y disputar el tercer lugar que rompa con el bipartidismo. Allí militan Luis Juez y Pino Solanas. Este último dice a los suyos que pudo interpretar algunos gestos y muecas (sic) de Hermes Binner que lo hacen pensar que cuenta con el hombre del PS para el proyecto. Margarita Stolbitzer cree en la misma arquitectura política. Pero no logra decodificar al gobernador santafesino.
Otros, proponen abrazarse a Ricardo Alfonsín pero no a la UCR. “Y eso se puede”, cuenta un filosocialista, muy amigo de los de Proyecto Sur que conversa con el “juecismo” de Córdoba. Cuando se recuerdan las puestas de límites tanto de Rubén Giustiniani como de Hermes Binner a la hora de pensar en el aparato radical de los 90, tan funcional al peronismo, se responde que en Santa Fe eso se sorteó sin problemas. ¿Y Francisco de Narváez?, se pregunta. “A Binner le molesta más que el colorado charle con Reutemann que la propia ideología del colombiano. Tiempo al tiempo”, concluye el mismo operador.
En la Casa Rosada, la posibilidad de un tercer frente progresista con miras a octubre no sólo no preocupa sino que hasta agrada. “Los votos de Cristina son como la primera parte de la Constitucional Nacional: pétreos. No se mueven. Si aparecen los ‘progres’ van a limar a Ricardito y no a nosotros. Son los votos como la segunda parte de la Carta Magna. Se modifican, como en el 94, sin problemas”, vuelve con la curiosa ironía el operador que ingresa a la sede del Ejecutivo como Pancho por su casa.