Cada cual atiende su juego, y así trataron de hacerlo Central y Tiro. Claro que en un día en que el fútbol se transformó en otro juego, distinto. Sin nombre, apenas respetando las reglas. Y Central ganó porque dentro de las mismas se mantuvo vigente aquello que ganaba el que más veces la metía en el arco rival. Y el canalla lo hizo. Con esfuerzo, con lucha, con las ganas que le metió en el final del partido. Mientras Tiro no pudo hacer pie en su cancha, porque hay jugadores como Armani (su ídolo, justo él) que cuida el detalle para ponerse debajo de la camiseta rosa una remera con el número 100 (tiene 99 goles), pero que no lucha por conseguirlo. Apenas si espera por un penal, o un rebote fortuito. Todo mientras su equipo (es el capitán) se está yendo inexorablemente al descenso.
En este juego sin nombre Central acertó más que Tiro y ganó. La lluvia y el campo (bien gauchito, por cierto) le sirvieron para disimular sus miserias. No es un buen equipo, juega como puede y lo que es realmente peligroso, cualquiera se le anima. Sin embargo trató de ser prolijo para cubrir espacios, esperando que Méndez le solucione los problemas. ¡Qué torpe es Toledo! Típico jugador del ascenso, entiende el juego desde el roce. Lento, sin matices, al igual que Armani espera por un rebote salvador. Parece difícil suponer que pueda generar algo por las suyas.
El partido, por llamarlo de alguna manera, estaba servido para que lo ganase el que se equivocara menos. O bien aquel que aprovechase un error rival. Palma tuvo una intuición, lo puso a Rivarola y lo sacó a Medina. ¿Cambio raro? Cambio ganador, porque a Pirulo le quedó un regalito de Calgaro y la clavó lejos del sufrido Vega, como en la Sudamericana pero en el Nacional. Así Central ganó su final, con el salvador de siempre, y asoma la trompa en la Promoción, ya que quedó a tres puntos de Belgrano, cuando faltan doce. Tiro perdió la suya, y como a los gatos le quedan pocas vidas por dilapidar, ya gastó demasiadas.
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