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Música para ponerse de pie

Por Santiago Baraldi. Derna Isla, presidente de la Fundación Allegro Argentina, cumple diez años con el proyecto de Red de Escuelas Orquesta. Se suman a la del Ludueña, las orquestas del Hogar del Huérfano y la Esperanza.

Hace diez años Derna Isla tuvo un sueño: llevar la música a chicos y jóvenes en condiciones sociales vulnerables. El primer intento fue en 2001 en la escuela Juana Blanco, donde concurrían chicos de bajos recursos del asentamiento Villa La Siberia, a los que les hizo conocer instrumentos como el violín, el violoncello o el contrabajo y ante el entusiasmo de los alumnos fue más allá y creó una red de Escuelas Orquesta. Isla sentó las bases de la Fundación Allegro Argentina que hoy preside y tiene a la orquesta del barrio Ludueña “como la más conocida”, pero también se sumaron la Orquesta de Violines del Hogar del Huérfano, que ya lleva cinco años, y la Orquesta La Esperanza, que comenzó el año pasado e involucra a niños de los barrios Rucci, 1º de Mayo, Casiano Casas, Esperanza, Cristalería y Parque Field y tiene como representante legal al padre Ignacio Peries. Y este año el objetivo es comenzar a trabajar en la escuela toba San Juan Diego, de Empalme Graneros. Ana María Cazzoli es la vicepresidenta de la Fundación y ex directora de la Escuela 1027 Luisa Olguín, de Camilo Aldao y Humberto 1º, del barrio Ludueña; hoy está jubilada de la docencia, pero trabaja todo el día para conseguir apoyo al proyecto, golpea las puertas de las instituciones y hace los trámites que sean necesarios para que este propósito se traslade a otros lugares de la provincia. “Con nuestra intención queda demostrado que el ser humano está llamado a la excelencia”, afirma Cazzoli.

— Cuando comenzó el proyecto en 2001 eran tiempos de mucha desocupación y miseria, ¿cómo fue llevar música donde había necesidades básicas insatisfechas?

—(Isla) Mi formación era clásica, pero las necesidades de los chicos eran otras. Se me ocurrió entonces compatibilizar mi formación en función de los intereses de los chicos. Recuerdo que preparé dos canciones, un carnavalito y una canción latinoamericana. Llamé a dos compañeras de la Orquesta Juvenil, una que tocaba el violín y la otra el violoncello, los chicos cantaban y se acompañaban con un bombo. La experiencia fue genial. Chicos y grandes disfrutamos un montón. Ahí se me dispararon todas las ideas. Entonces pensé: ¿pero por qué tienen que ser observadores o espectadores? ¿Por qué sólo cantar y acompañarse con un bombo? ¿Por qué no apropiarse de esos instrumentos, que parecían vedados para aquel contexto socioeconómico cultural? Enseguida les pregunté a los chicos si, a la tarde, luego de la escuela primaria, les gustaría aprender a tocar estos instrumentos musicales. Ellos respondieron que sí. Y ahí empezó todo.

—¿Cómo llega a la Escuela del barrio Ludueña ?

—(Isla) Originalmente el programa Vibratto proponía una red de escuelas orquestas dirigidas principalmente a niños y adolescentes  con menores oportunidades, apuntando a los barrios periféricos, más populares, donde los chicos no tenían acceso a este tipo de propuestas. Los primeros trabajos fueron con chicos de la República de la Sexta en la Siberia. En 2005 comenzamos en el Hogar del Huérfano, donde funciona una orquesta de violines, y luego de buscar en 23 escuelas de Rosario y Gran Rosario, seleccionamos a la del barrio Ludueña, del padre Edgardo Montaldo, y de la cual Ana María era su directora y hoy es nuestra vicepresidenta. Ésta es una escuela gratuita, salesiana, les pareció bien esta propuesta pedagógica artística y social, dirigida a los chicos que menos oportunidades tienen.

—¿Cuál fue la reacción de los chicos en aquellos momentos?

—(Cazzoli) Nos parecía utópico que en una escuela en la que se dificultaba la escolaridad se incorporara un proyecto de excelencia, ya que de lunes a sábados había que cumplir un horario en contraturno, donde teníamos que ir a las casas para las inscripciones porque eran voluntarias, íbamos casa por casa… Si no hay una cuestión sociocultural que respalde o empuje el deseo de cambio, el cambio no se da. Este proyecto nos parecía que cerraba perfecto. Las primeras reacciones de los chicos fue una maravilla. Las profesoras pioneras que recorrían las aulas con los instrumentos para hacérselos conocer a los chicos fue algo apasionante, de una respuesta notable. En 2005 la escuela cumplía 75 años y era un año de festejos y al aterrizar este proyecto iba a  cambiar a la institución para siempre. El primer martes de julio de 2005 fue la primera clase y en octubre, para la fiesta aniversario, los chicos ya estaban tocando en el escenario, en el Teatro Lumiere. Es un signo de que los chicos pueden, queda demostrado que el ser humano está llamado a la excelencia.

—¿Con qué tipo de apoyo cuenta la Fundación Allegro Argentina?

—(Isla) Algunas empresas privadas e instituciones hacen donaciones. La orquesta del Ludueña, la más conocida, ya cuenta, gracias al voto del Presupuesto Participativo, con los docentes pagos por la secretaría de Cultura de la Municipalidad. Necesitaríamos que ocurriera lo mismo para los docentes que trabajan para las orquestas del Hogar del Huérfano y la Escuela La Esperanza. Ahora nos están convocando de la escuela toba San Juan Diego, de Empalme Graneros. Estos proyectos los presentamos a concursos nacionales e internacionales. La embajada de Suiza en la Argentina realizó un  concurso de cooperación internacional, al que se presentaron más de 200 proyectos educativos y seleccionaron a los 10 mejores, y la Fundación Allegro Argentina fue la única de la provincia que obtuvo la clasificación más alta. Esto significa para nosotros fortalecer nuestro Banco Solidario de Instrumentos.

—Muchos músicos rosarinos que triunfan en el exterior, ¿están al tanto de la Fundación?

—(Isla) Nos ayudan enviando instrumentos como donaciones, y cuando vienen a la ciudad brindan talleres o clases maestras a los chicos. Contamos con una red de embajadores de músicos rosarinos que difunde nuestra experiencia en sus lugares de residencia. Así, por ejemplo,  Mirentxu Ajubita, cantante lírica rosarina radicada en Suiza, realizó una colecta y nos mandó instrumentos; Leonardo Sturam, profesor de violoncello en España; Alejandro Sandler, director y trompetista que está en Francia;  Ana Borzone, radicada en Londres, les dio clases de violoncello a los chicos o el compositor Claudio Baroni, desde Holanda también ha mandado instrumentos para la orquesta del Ludueña.

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