Benedicto XVI llamó ayer a Europa a que impida que los pueblos gitanos sean una vez más objeto de “vejaciones, rechazo y desprecio”, recordando la exterminación “bárbara”, “muy poco reconocida”, durante el nazismo, en una histórica reunión en el Vaticano.
“Miles de mujeres, hombres y niños fueron exterminados de manera bárbara en los campos de concentración”, recordó el Papa al recibir a los gitanos en la Sala Pablo VI del Vaticano.
Ante unos 2.000 de sus representantes, Benedicto XVI destacó que, frente a los rápidos cambios sociales, numerosos gitanos tratan a terminar con la vida nómada e integrarse.
“Europa, que derriba sus fronteras y considera como riqueza la diversidad de los pueblos y de las culturas, también les ofrece nuevas posibilidades”, declaró.
Para una buena integración, una “colaboración efectiva y leal” es necesaria para que “vuestras familias se integren dignamente en el tejido social europeo”, dijo el Papa.
El Papa saludó a los gitanos, que agitaban pañuelos amarillos y blancos, los colores del Vaticano. “La Iglesia es una casa para todos ustedes”, dijo citando lo que les había declarado Pablo VI, en 1965, en Pomezia, al sur de Roma: “En la Iglesia no están al margen, sino en ciertos aspectos están al centro, en su corazón”.
En una ceremonia acompañada de música tradicional, Benedicto XVI escuchó el testimonio de una sobreviviente austríaca de Auschwitz y de Bergen-Belsen, de una monja gitana de Eslovaquia, y de dos jóvenes que crecieron en campamentos en Roma.
Ceija Stoika, deportada a los nueve años, dijo que “hoy Auschwitz y los campos (de concentración) se han dormido y no deben nunca más despertarse”. “Tengo miedo de que Auschwitz esté sólo amodorrado”, agregó, antes de acercarse al Papa y dialogar con él, con los ojos llenos de lágrimas.
La mujer formaba parte de una familia de 200 personas de los cuales sólo seis sobrevivieron a la guerra y a la exterminación. Pamela, de 28 años, declaró que “nunca se había sentido diferente” de los italianos, si bien la integración en la escuela no es fácil. Carlo, de 18 años, dijo sentirse “plenamente ciudadano europeo” y destacó que “las faltas jamás deben recaer sobre una etnia”.