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El candidato oficial ya camina solo

Por Luis Novaresio, especial para El Ciudadano.

“Antonio Bonfatti ya camina solo. No necesita más del andador de Hermes”. Así se expresó el asesor más poderoso del candidato a gobernador del Frente Cívico y Social de Santa Fe en la última reunión de campaña. “Binner mira a la Nación. Nosotros nos consolidaremos en nuestro trabajo acá”, concluyó.

Éste será el eje del discurso de las últimas tres semanas de campaña del PS, cuando se intentará despersonalizar (“¿desbinnerizar?”) la propuesta. ¿Hay pelea o distanciamientos? En absoluto. “Tenemos equipo, podemos exhibir gestión y, sobre todo, debemos ser capaces de demostrar que todo lo bueno hecho es producto de una idea que se prolonga en el tiempo”, suele decir en privado Bonfatti. Algunos creyeron ver esta corrección en las acusaciones de Agustín Rossi, que pidió que el oficialismo dejara de cobijarse en las polleras del gobernador. Sin embargo, fue el propio primer mandatario el que recomendó a su amigo, y ahora candidato a sucederlo, que sostuviera sus declaraciones sin tanto acompañamiento de él. “Ya podés hacerlo solo”, lo animó Binner a su delfín.

Este médico nacido el 1º de diciembre de 1950 se muestra eufórico cada vez que ingresa a un acto o a una reunión con los suyos. Recorre lugares con la última encuesta de su consultora electoral siempre cargada en distintos soportes informáticos y la exhibe enseguida. La mujer de sus estadísticas acaba de cerrar un estudio de 1.938 casos efectivos que le otorga un 95 por ciento de confianza en capacidad de gobierno y un 43 por ciento de voluntades para que su partido siga en el gobierno. Sólo el 27,1 por ciento prefiere cambiar de signo político y, quizá lo más llamativo del sondeo, casi el 21 por ciento no sabe a quién votará en tres domingos más. El dato no es menor porque la diferencia entre Bonfatti y Rossi es del 9 por ciento. ¿Y Del Sel? 18 puntos abajo, apuntan los socialistas.

Cuando se lo indaga sobre las chances de reacción del FPV, el candidato calvo del oficialismo dice en la mesa de sus cercanos con los que se confiesa que el “Chivo (Rossi) llegó al techo. Se le terminaron los ascensores de Buenos Aires y las escaleras en Santa Fe”. Antonio Bonfatti está convencido de que Cristina Kirchner le soltó la mano a su candidato provincial y que el salvoconducto local de Carlos Alberto Reutemann está dinamitado. “Me da la impresión de que la nueva vida de esposo, su olfato por la fortaleza del kirchnerismo y, por qué no, el reconocimiento de su propio paso del tiempo lo han mandado al Lole a boxes definitivamente”, le graficó el candidato de la rosa a un diputado nacional con quien almorzó esta semana.

También se valora como inocuo un eventual efecto CFK. El disciplinado e implacable equipo de medios del socialismo, experto en chequear todo lo que se dice y se escribe, puntea las ausencias de referencias expresas de la primera mandataria hacia el jefe del bloque de diputados peronistas. No esperan que Cristina impacte mucho si viene a la provincia. Y, a lo sumo, vendrá una vez. Más les preocuparía que la presidenta usara los medios nacionales para hacer campaña porque creen que de Firmat para abajo y el norte fuera de la ciudad de Santa Fe se informa por los canales porteños. Es por eso que sus mismos coordinadores van a tratar de hacer desfilar a su candidato por cuanta señal de TV de Buenos Aires tengan a mano.

Pechito mira la calesita

“Nosotros recogimos el barrilete y miramos que no choquen la calesita”. El que utiliza las dos metáforas lúdicas es un legislador que habla diariamente con Rubén Giustiniani. En verdad, debería decirse que el barrilete dejó de volar por los piedrazos sufridos en la elección interna, en la que el primer senador socialista después de Alfredo Palacios quedó relegado a un inesperado tercer lugar. Más que arriado del cometa, hubo caída en picada libre. Lo de la calesita es el modo figurado de observar la gestión de gobierno y, especialmente, la campaña. “No vamos a hacer locuras porque queremos conservar la provincia”, aclara el mismo legislador. Pero el desprecio entre Binner y Giustiniani es visceral. El gobernador ya ni se cuida en disimularlo públicamente ni llama al orden, por ejemplo, a una diputada nacional ni a su hijo cuando, como voceros suyos, destratan abiertamente a los partidarios del senador. “Que se la banquen y que sigan tragando sapos sentados en el cordón de la vereda”, lanzó este joven dirigente socialista ante la mirada sorprendida de los asistentes a un encuentro llevado a cabo en la zona sur de Rosario.

Giustiniani y los suyos, a la vez, actúan la moderación pero sufren de urticaria grave no tratable con Pancután cuando les mencionan al titular del Poder Ejecutivo provincial. El senador y el candidato presidencial no se dirigen la palabra desde hace muchos días.

El clímax del desencuentro se vivió con el armado de las listas para diputados nacionales. Juan Carlos Zabalza y Bonfatti eran permeables a que el giustinianismo tuviera el cuarto lugar entre los aspirantes. Allí hubiera merecido estar la lúcida Silvia Augsburger, de notable gestión en su mandato como legisladora, ofrecida como opción junto a Sergio Liberati. Sin embargo, a última hora, el dedo decisor supremo de Binner ofreció el quinto escaño. Inadmisible para el otro sector socialista, sobre todo cuando se ubicó al honesto Fabián Peralta del GEN (“es un partido familiar”, acusan) en la cuarta posición y antes al dirigente de Federación Agraria Omar Barchetta. De paso, alguna vez habrá que ver cómo se explica que la mesa de enlace del campo admita que CRA vaya con Lilita, la Rural con Duhalde, FAA con los radicales, los socialistas o los independientes y Carbap con quien le dé lugar. Pero ése es otro tema.

Párrafo aparte merece la relación con la UCR. Habrá que agradecerle a Ricardo Alfonsín sus arrumacos, besos y “V” de la victoria lanzados de la mano de Francisco de Narváez en el escenario nacional. Salvo Jorge Boasso y Mario Barletta (“es un petiso muy difícil”, dicen los bonfattistas), el enojo del radicalismo santafesino con Binner quedó superado con ese corrimiento a la derecha plasmado esta semana con el acto del hijo del ex presidente abrazado con el barón del conurbano Osvaldo Mércuri. Fue demasiado, rumian bronca los boina blanca.

El gabinete

“Vamos a mantener el mismo gabinete”, aseguró esta semana Antonio Bonfatti cuando le preguntaron los nombres de un eventual gobierno. Sin embargo, eso parece difícil por distintas razones. El ministro coordinador deberá, por lógica, ser otro. Nadie quiere dar pistas de los candidatos. Héctor Superti quiere irse. Y lo tiene prácticamente decidido. “Quedate al menos un año”, le pidió el candidato. No se ve la luz al final del túnel. Allí suenan Enrique Font y Juan Lewis. Élida Rasino irá a la Cámara de Diputados. La mujer que la reemplazaría hace años que da cursos como especialista en docencia en todas las universidades del país. Y es militante del PS, lo que no es poca cosa. Ángel Sciara quiere quedarse en Hacienda. El impulso que le ha dado Binner como eventual ministro nacional de un gobierno del Frente Amplio es sólo un mimo. ¿Y si Miguel Ángel Cappiello se va? “No se va a ir el gordo”, dijo Bonfatti. “En cualquier caso, quedan las chicas”, agregó en alusión a Débora Ferrandini y sus colegas. El presidente de Diputados va a ser Raúl Lamberto, “si todo sale bien”, confesó en privado Bonfatti. Traducido significa esperar que, primero, se le gane a la lista de María Eugenia Bielsa y, luego, que “los muchachos no armen ningún bardo” (sic), según el decir del candidato a gobernador. Faltan pocos días para tener sólo certezas.

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