A la espera de otro shock negativo en Capital, el gobierno desempolvó una fórmula matemática que opera como ansiolítico: una ecuación que preconiza por qué, según los cálculos K, Cristina de Kirchner tiene garantizado un triunfo con más de 40 puntos el 14 de agosto.
El modelo no es un pergeño kirchnerista. A su existencia, quizá centenaria, se atribuye que Carlos Menem, durante el pacto de Olivos con Raúl Alfonsín, haya promovido el balotaje “ala Argentina”: se gana con más del 45 por ciento o más del 40 por ciento a 10 puntos del segundo.
El mix del desastre porteño y el tropiezo en Santa Fe, empujó a los operadores cristinistas a retomar una ecuación que, en el pasado cercano, manoteó Néstor Kirchner para esponsorear la candidatura de Martín Sabbatella, simultánea a Daniel Scioli, en la provincia de Buenos Aires.
El regreso a esa numerología confirma que, luego de Capital y Santa Fe, en el gobierno el resultado de la primaria se observa ahora con precaución. Hace apenas un mes, la elección del 14 de agosto se consideraba un trámite; una encuesta grande, y positiva, de la general de octubre. Con otro clima, los kirchneristas ahora tienen que recurrir a la aritmética, la más modesta expresión de las matemáticas, luego de que, como decían ciertas escuelas filosóficas sobre la metafísica, las encuestas se convirtieron en una rama de la literatura fantástica.
Tercios
La teoría que anuncia la victoria es lineal. Divide el universo electoral en tres bloques, que se reparten en tercios aproximados el padrón de votantes, áreas que a su vez expresan –o intentan expresar– conductas políticas parecidas. Veamos:
La provincia de Buenos Aires, con un 37,5 por ciento del padrón, conforma el tercio I. Ha sido, desde siempre, un reducto que aportó votos clave a las distintas versiones de peronismo que gobernaron en las últimas tres décadas. En ese territorio, el kirchnerismo espera superar el 45 por ciento. Dos semanas atrás, Poliarquía –amparada en que anticipó la holgura del triunfo de Mauricio Macri– señaló que Scioli tiene un 53 por ciento de intención de votos y que Cristina de Kirchner está unos puntos por encima. En estas horas, una consultora contratada porla Casa Rosadabajó la expectativa al 45 por ciento. En tanto, en 2009 el FpV sumó un 32,2 por ciento. Frente a eso, con una estimación que es juzgada “conservadora”, hablan de la captura del 41 por ciento. Ese porcentaje aporta 15,2 puntos a la bolsa del 40,1 por ciento que requiere, en su versión más benévola, el régimen del balotaje. Otro dato: en Buenos Aires, cada dos puntos y medio, se arrima 1 punto a la sumatoria nacional. A partir de esos índices, en un escenario marcadamente distinto, Kirchner promovió la colectora de Sabbatella.
El segundo tercio se compone con los territorios más esquivos: Capital, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, que sumados participan con el 30,1 por ciento del padrón nacional. En 2007, cuando Cristina obtuvo el 45,3 por ciento, anudados las tres primeros distritos tuvieron un promedio del 27 por ciento (Córdoba 23,4 por ciento; Santa Fe el 35,5; Capital el 23,8 por ciento), pero Mendoza, que unió al peronismo y al radicalismo con Julio César Cleto Cobos como vice de Cristina de Kirchner, levantó el promedio al aportar el 60 por ciento. Así y todo, el kirchnerismo estima que, como mínimo, la media del segundo tercio será del 28 por ciento, cifra que aporta 8,5 puntos a la bolsa de los imprescindibles 40.
El tercer tercio, que abarca las 19 provincias restantes, ha sido y pretenden que sea la verdadera salvación: en las provincias del interior, se estima un “piso” del 50 por ciento para Cristina de Kirchner. En doce de esos distritos, en 2007, el FpV logró más del 50 por ciento: en cuatro de ellas superó el 60 por ciento y en otras cuatro, obtuvo más del 70 por ciento. El peor resultado fue en Neuquén con un 38 por ciento. Por eso, en los pronósticos “de mínima” de los operadores K, el oficialismo estará por encima del 50 por ciento con lo que arrimaría 16,2 puntos al paquete nacional.
Alertas
Los datos mencionados son los que la presidenta requiere para superar los 40 puntos. En Casa Rosada, y desde el sciolismo, hacen estimaciones más holgadas en particular para espantar los fantasmas del balotaje, limitando las posibilidades de los competidores.
La cautela, en ese ítem, es entendible. ¿Qué efecto puede tener en el electorado que, en la primaria, Cristina supere los 40 puntos pero un candidato opositor –la disputa se concentra entre Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde y Hermes Binner– se ubique encima de los 25 puntos?
Eso podría producir un corrimiento del voto opositor, movilizado por una utilidad anti-K, y potenciar a quien quede segundo en la primaria para, de cara a la general de octubre, empujarlo por encima de los 30 puntos, en cuyo caso forzaría al FpV a lograr más de 45 puntos.
El oficialismo sostiene que ese riesgo no existe, reduce a cero la probabilidad de ese escenario. El 14 de agosto arrimará una respuesta y establecerá, con más precisión, el margen de error. Allí radica, más allá del respeto de la ley, la trascendencia de las primarias.