“Yo laburé de todo eh. De albañil, metalúrgico, en fábricas. Ahora tengo ganas de estar acá”, contaba La Chula, rodeada de máquinas de coser y de compañeras que iban y venían entre hilos y tijeras.La Chulatiene 30 años y está en camino a ser “trans”. Por ahora, mantiene el aspecto de Walter, pero sólo el aspecto: desde hace unos meses es quien eligió ser, sin doble vida. Ayer, y junto a siete compañeras, todas “trans”, comenzó su trabajo textil en el Centro CulturalLa Toma, donde abrirán un local de ropa blanca, almohadas y, en un futuro, remería. “Me gustaría dedicarme siempre a trabajos formales, pero siendo quien soy. Desde los trece años viví fingiendo ser o no ser, en los trabajos tenía que ser Walter, y cuando le conté a mis compañeros quién soy sentí un rechazo horrible, por eso renuncié”. Este empleo, ese trabajo formal, es el último tramo de un proceso que comenzó en febrero, con la capacitación en industria textil y maquillaje ofrecida porla Subsecretaríade Economía Solidaria y el Área dela Diversidaddela Municipalidadpara quienes, comoLa Chula, decidieron buscar algo más allá de la “clandestinidad” a la que están socialmente obligadas.
“Siempre nos ocupó y preocupó la inserción laboral de los que están fuera del mercado, la población trans entre ellos”, señaló Susana Bartolomé, subsecretaria de Economía Solidaria dela Municipalidad. Trabajandoen conjunto con el Área de Diversidad Sexual, lograron armar cursos de capacitación en maquillaje y costura para transexuales y travestis. Hace poco, las chicas que se estaban especializando en industria textil recibieron un pedido para confeccionar 200 manteles, trabajo que comenzaron ayer y deben terminar para el próximo lunes. Se suma a esto la posibilidad de tener su propio local en el Centro CulturalLa Toma, que en poco menos de dos semanas ya estará habilitado. “Tenían que ver que es posible”, subrayó Noelia Casati, coordinadora del Área de Diversidad Sexual.
Capacitación
“Ya habíamos intentado hacer cursos con héteros, pero por ahí la gente se siente incómoda. Entonces, y lamentablemente, nos juntamos nosotras y vamos todas a un curso en el que no va a haber discriminación porque nos conocemos”, contó Angie Álvarez, de 41 años, transexual, policía y bombera: el ejemplo y sostén de sus compañeras. “Trato de que el grupo se mantenga unido”, contó. “Algunas son chicas conflictivas, vienen de trabajar en otras zonas y piensan que si hay otra es para pelear por el territorio. Entonces yo me pongo en el medio. Y el grupo evoluciona bien”. En ese mismo sentido, Casati explica lo que Angie lleva muy bien a la práctica: “Impulsamos el trabajo asociativo. El afecto empodera mucho, las fortalece”. Así, las chicas pasan de trabajar entre miradas prejuiciosas, la calle, la inseguridad y los insultos, a un lugar donde circulan galletitas y mate, donde una dice “Soy fuego de perfil y de no perfil”, y entra todas se ríen un buen rato. “De esta manera pueden salir, tener un discurso y no ser más un objeto de consumo. La transfobia las pone en la clandestinidad, en la oscuridad”, agregó Casati.
La meta principal que se han puesto es lograr tener una entrada de dinero sin cambiar su aspecto físico. “En muchas empresas sólo te toman por la imagen, y eso nos frena”, explicó Angie. Por su parte,La Chuladestacó que, si bien estos fueron meses complicados, ahora van a tener un local enLa Toma, el trabajo para confeccionar manteles y también puestos en distintas ferias.
Emprendimiento
Este emprendimiento textil está llevándose adelante por siete u ocho chicas de entre 17 y 55 años coordinadas por la capacitadora Graciela Enríquez. La franja etárea tan grande, las distintas realidades sociales que se cruzan, y también la prostitución, hacen que la inclusión y la transformación social y cultural sean un proceso, complicado pero posible al fin. “La realidad social de cada una es por momentos parecida, y por momentos muy distinta. Tiene que ver con lo que cada una puede vivir con su familia y entorno. Hay chicas que ya tienen un trabajo, pero muchas de ellas también trabajan dentro de la prostitución. Y se hace difícil. Ellas tienen que poder querer cambiar su realidad. Lo que más me compromete con este emprendimiento es que ellas, a pesar de tener un trabajo de noche y un horario no determinado, vienen al curso. Se comprometen y quieren cambiar su realidad”, destacó Enríquez.
La Chulasiempre se mantuvo entre un “estoy o no estoy”. Por eso dice que la cuestión de la inclusión para ella es mucho más fácil, y entonces se mira y muestra su aspecto de “Walter”. “Siempre me quedé ahí, por miedo al rechazo, a no tener trabajo… nunca fui yo. Pero ahora ya fue, me cansé, quiero ser yo y hacer algo”. Y se pone a coser, para “agarrar” y hacerse su ropa; y todos los miércoles va al curso de maquillaje, “por tiempo y para una también”. Antes, poder maquillarse ayudaba a su doble vida, a cuando salía los fines de semana a trabajar. Ahora dejó todo: la noche, el peligro, las enfermedades. “Son muchas cosas y yo no lo quiero más. Ninguna querría seguir, a todas les gustaría tener un trabajo tranquilo. Y entonces eso, que se arrimen, que no se queden encerradas, porque hay para hacer”.