La hasta ahora frustrada creación del Fondo del Bicentenario con el que el gobierno pensaba afrontar los vencimientos de deuda de este año con el uso de las reservas del Banco Central por un poco más de 6.500 millones de dólares causó más ruido político y judicial que cambios en concreto en materia económica.
Pese a que la utilización por parte del gobierno de estas reservas –que pertenecen al Banco Central y para la cual se necesita la autorización que Martín Redrado se negó a dar– se encontró con escollos, no es la primera vez que desde el Tesoro se recurre a fondos de la entidad monetaria para salvar las cuentas públicas. Según el área de Estudios Económicos del Banco Ciudad, “La conexión entre lo monetario (el BCRA) y lo fiscal (el Tesoro) venía funcionando más o menos elegantemente en los últimos años. En 2009, el BCRA financió (directa e indirectamente) al Tesoro por un total de 24.000 millones de pesos, utilizando al máximo los límites legales previstos en la Carta Orgánica del Banco Central”.
En ese contexto, ¿cuál sería la necesidad de recurrir a la creación de un fondo especial para poder hacerse de dólares durante 2010? Por un lado, según distintas estimaciones de consultoras privadas, los vencimientos de deuda no serían tan agobiantes durante este año y el número oscilaría entre 3.000 y 4.400 millones de dólares, cifras un tanto por debajo de lo que se pagó en 2009. Claro que esto es sin tener en cuenta el rojo de las provincias, cada vez más agobiadas en sus cuentas. De ser así y en un contexto de relativa calma (que implica que haya confianza en el sistema y no exista una masiva salida de capitales), los ingresos obtenidos por el superávit comercial deberían ser suficientes.
Además, de concretarse la reapertura del canje de la deuda y de ocurrir el pronóstico que vislumbran en Casa Rosada, hasta ingresarían fondos frescos por 1.000 millones de dólares por esta transacción.
En este contexto, no son puramente los vencimientos de deuda lo que preocupa al gobierno en el intento de hacerse de parte de las reservas de libre disponibilidad del Banco Central. Sí, en cambio, el elevado ritmo de incremento del gasto (y las pocas o nulas perspectivas de reducirlo) sumada a un contexto de menor recaudación pone en jaque las cuentas públicas, hecho que presiona a la necesidad de conseguir fondos frescos en un escenario en el que todavía no hay un pleno acceso al mercado voluntario de crédito.
Por caso, la días atrás se conocieron los datos del resultado fiscal de diciembre y de todo 2009, y pese a que desde el gobierno resaltaron que a pesar del año de crisis se había alcanzado superávit en las cuentas, lo cierto es que de no haber sido por el dinero que se recibió desde el Fondo Monetario, por la estatización de los fondos previsionales un año antes y por las utilidades del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Ansés, se hubiera pasado del resultado positivo a un rojo. En ese sentido, según las planillas distribuidas por el Ministerio de Economía en el superávit de 2009, de 17.277,9 millones de pesos, incidieron el aporte del FMI por 9.937,7 millones; en el rubro “rentas de la propiedad” de los institutos de seguridad social (básicamente, Ansés), la caja se abultó en 8.325,9 millones de pesos, y, por la eliminación del régimen de jubilación privada ingresaron alrededor de 10.000 millones de pesos extra. Así, otra hubiera sido la situación de no contabilizar estos recursos.
Sin embargo lo más alarmante es la inconsistencia en el ritmo de crecimiento de los ingresos con el del gasto: mientras que los primeros crecieron en 2009 a un 18 por ciento (y este guarismo encierra las “ayudas” que se recibieron el año pasado), las erogaciones crecieron a casi el doble, a un 30 por ciento.