El tema que musicaliza la presentación inicial lo dice todo. Abrazado a la ilusión que lo condena, Argentina alarga su invicto, luce sólido y sigue en lo más alto del Preolímpico. En el inicio de la segunda fase la víctima fue Canadá, que amagó con complicar pero se quedó sólo en buenas intenciones.
Le costó apenas un rato a Argentina acomodarse en el juego, porque a Scola en la posición de pivot le costó resolver la defensa de Anthony y las posesiones se hicieron trabadas y de baja efectividad. Pero con una defensa férrea el equipo albiceleste comenzó a abrir el juego, que cambió de rumbo cuando ingresó Oberto para jugar bien abajo y generó espacios para sus compañeros. Canadá fue a zona y Argentina respondió con triples y corridas para el 21 a 9 del segmento inicial.
Pero Canadá trabajó otra vez el partido en el segundo cuarto y metió un parcial de13 a4 para descontar cifras con la buena tarea del pibe Olynyk (promesa de la Universidad de Gonzaga y con futuro NBA) ante un equipo nacional que, si bien lo tenía controlado, no lucía y sufría el recambio.
Sin embargo, Manu Ginóbili apareció en escena para acaparar el balón y lastimar con sus rompimientos. El bahiense acumuló la atención y con sus conversiones más sus asistencias, los de Lamas recuperaron la ventaja y cerraron el primer tiempo arriba37 a22 en un Polideportivo que se fue llenando poco a poco, complicado por el horario (fue a las 18).
El juego se hizo pesado, porque si bien Canadá descontó de a ratos, nunca brindó la imagen de un elenco con la capacidad de amargarle la tarde al equipo argentino, que con algunas apariciones de Delfino se mantuvo al frente.
El último cuarto mostró un buen rato del equipo de Lamas, que se regaló un momento de lujos para levantar a la gente con una jugada que bien vale el precio de la entrada: tras larga posesión con pases, Ginóbili asistió de caño a un rival a Scola, que anotó. Impresionante.
Y así se fue el encuentro, entre un equipo que dominaba cómodo y otro que no tenía cómo cambiar el rumbo. Argentina sigue abrazado a la ilusión que lo condena: Londres.