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Las Torres Gemelas: un ojo rosarino adentro del infierno

Por Santiago Baraldi.- Cuando supo que lo imposible estaba ocurriendo, un fotógrafo salió a la calle. Miguel Rajmil dormía en Nueva York el 11 de septiembre de 2001: lo despertó una llamada de LT8.

“Nueva York siempre te sorprende”, aseguró alguna vez Woddy Allen, pero aquella mañana del 11 de septiembre, hace hoy 10 años, sería un día bisagra en la vida de los estadounidenses y de buena parte –sino todo– el mundo. Las imponentes Torres Gemelas, ícono del poder económico norteamericano, eran atravesadas por dos aviones como misiles ante la mirada globalizada –y atónita– en las pantallas de TV. Pero allí y en el exacto momento en que ocurría el horror, había una mirada rosarina: al talentoso reportero gráfico Miguel Rajmil, que reside en Nueva York desde 1980, lo despertó un llamado telefónico de la producción de LT8 e inmediatamente prendió el televisor sin poder creer lo que pasaba. Tomó su cámara y pasó a buscar a un compañero de la revista Gente, Gustavo Cherquis, y comenzó un raid con sirenas de fondo y la adrenalina de un día de aturdimiento. Todavía no había podido saludar a su mujer, que cumple años, justamente, el 11 de septiembre.

Es muy difícil encontrar arte en medio de la tragedia. Rajmil intenta escindirse del dolor y busca la toma que reemplace a las palabras. En su retina y en sus lentes quedarán grabadas instantáneas con las que duerme aún: las caras de la gente que no salía de su asombro, de los llamados por celular, ubicar a los seres queridos, la angustia, el polvo, el humo, los olores, los dolores. ¿Cómo hacer una buena foto en un momento así? Las hizo. Además se convirtió en corresponsal de cuanto medio de Rosario lo llamara. Puso palabras al dolor, eso lo ayudó a realizar su trabajo de fotógrafo más aliviado. Tenía que compartir lo que vivía, narrar el espanto. Buscar las respuestas que a esa hora nadie tenía.

Historia de una foto

Rajmil, de 64 años, recuerda en primera persona y como si fuera hoy aquel día. Así lo relata en diálogo con El Ciudadano desde Nueva York: “Eran las 9 de la mañana y mi mujer ya se había ido, ella trabaja en una agencia de viajes. Cumple años justo el 11. A la noche nos juntábamos a celebrar. Me llamó un productor de LT8 para contarme lo sucedido, prendí el televisor y no salía de mi asombro. Tomé la cámara y comencé a organizarme para la tarea periodística, que por cierto fue ardua. Pasé a buscar a mi compañero en ese momento, Gustavo Cherquis, corresponsal de Gente, y empezamos a acercarnos y fue un incordio porque estaba todo cortado; uno de los túneles por el que habitualmente pasábamos también estaba bloqueado. En ese momento pasamos por el cementerio viejo de la ciudad, y como el embotellamiento hacía todo muy lento, me bajé del auto y tomé una de las primeras imágenes: se ven las tumbas, sus cruces y detrás las Torres con espeso humo negro… Siempre veía esa postal y quería hacer esa foto con el contraste del cementerio y los rascacielos detrás, pero la primera vez se dio ese día… Hicimos fotos desde la costa de Queen y recién por la tarde pude entrar a la ciudad”.

Sus hijos estaban en la escuela y los mandaron de vuelta a su casa; su mujer no pudo volver porque al final de la tarde no había transporte y se quedó en lo de una hermana: ya ni se le ocurría festejar el cumpleaños. Miguel siguió con su trabajo: registrar el infierno. “Ese día fue terrible, no sólo por el impacto emocional de todo eso. Para los estadounidenses las Torres eran un símbolo muy fuerte, es como si en Rosario derriban el Monumento a la Bandera un día que está lleno de gente. El humo negro se veía desde cualquier lado de la ciudad. Después vino el tema con los sobrevivientes… Un amigo mío, argentino, que tenía un carrito y vendía lomitos en una esquina céntrica, tenía dos hijas y una de ellas murió en una de las Torres. Estuvo dos semanas dando vueltas hasta que encontraron restos de ella. La familia quedó destruida”.

“Después estaban todas las historias de los que se salvaron porque ese día no fueron a trabajar, o perdieron el tren, o estaban ingresando cuando el primer avión chocó la primera torre. En fin…”.

El cuidado de las imágenes

Las imágenes que llegaban desde Estados Unidos de aquel fatídico día no mostraban nada macabro. Tal vez la foto de un hombre saltando al vacío desde una de las Torres, que publicó el diario The New York Time, haya sido lo más impactante. Al respecto, Rajmil señaló: “Hubo como un bloqueo o autocensura de lo que se podía mostrar. La verdad que en los medios de aquí no están buscando sangre. En la cantidad de fotos que hice no hay cuerpos mutilados o cosas desagradables: en mi caso, no tengo nada de mal gusto. Impactó mucho la foto del hombre saltando desde las alturas, pero no hubo mucho más. En el momento que uno toma la cámara está pensando en la luz, el ángulo, la lente… Todo eso hace como un colchón emocional. El tema es después, cuando parás y las emociones se cruzan, es donde uno se quiebra. No es lo mismo ver las fotos publicadas en el diario que estar ahí y sacarlas, en medio de gritos, ordenes, ruidos, sirenas, todo eso me afectó muchísimo. Lo mismo había ocurrido cuando fui a cubrir el terremoto de México en 1986. Tomamos dimensión de la tragedia cuando estamos ante la foto”.

Rajmil llegó a Nueva York en 1980 y trabajó para la revista Siete Días, luego para Gente, Caras, la agencia Associated Press y actualmente lo hace para la agencia española EFE. Su trabajo lo llevó a realizar retratos de figuras internacionales del mundo de la política, el arte y el espectáculo de lo más variado. Para su lente posaron, por ejemplo, Bill y Hillary Clinton, Clint Eastwood, Penélope Cruz, Cameron Díaz, Roger Moore, David Rockefeller, Antonio Banderas, Paloma Herrera o Geraldine Chaplin, entre otras tantas personalidades.

Un  antes y un después

El reportero rosarino también recorrió los hospitales, donde escuchaba los testimonios desgarradores de los familiares o amigos de personas heridas o desaparecidas. “Al final de la tarde pude estar en lo que quedaba del World Trade Center; al día siguiente ya las restricciones fueron más severas, el área estaba más complicada para hacer fotos. Recuerdo que me hice pasar por fotógrafo de una compañía de seguros, que tenía que tomar imágenes de los daños ocurridos en las oficinas de un edifico de enfrente, donde tenía un cliente y ahí me dieron una acreditación de ingreso. En la esquina opuesta y desde la ventana de un cuarto o sexto piso pude hacer fotos dos o tres días después. Cuando se cumplieron cinco años volví al lugar pero después nunca más. Las luces que pusieron donde estaban las Torres, por lo que escuché en la radio, parece que este es el último año, porque es algo muy costoso.. Viajar en avión es un incordio, molesta pero es algo necesario, por el tema seguridad hay muchos controles, no se puede llevar nada, revisan varias veces, es curioso pero aquí no existe el DNI, la identificación es la tarjeta de crédito o el registro de conducir. Para todos los que viven en Estados Unidos, hubo un antes y un después del 11 de septiembre, no hay dudas”.

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