Decía el filósofo Lucio Séneca: “Nunca hay viento favorable para el que no sabe hacia dónde va”, y la frase nos invita a reflexionar acerca de que la planificación es un aspecto indispensable para el desarrollo humano, tanto en la escala individual como en la colectiva. En la Argentina, a diferencia de los países desarrollados del mundo, en muy contadas oportunidades se han encarado procesos de planificación estratégica.
El 5 de este mes la presidenta Cristina F. de Kirchner presentó las metas del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial 2010-2020 (PEA), que tiene por objeto “generar una visión compartida del futuro para el conjunto del sector, con el aporte de todos los actores que lo integran”. Desde otra perspectiva, pretende “elaborar una nueva ruralidad” en base a mantener equilibrios dinámicos entre lo productivo, lo social, lo territorial, lo medioambiental y lo institucional.
El documento presentado es el resultado de un proceso participativo que comprendió la realización de más de quinientas reuniones, en las cuales han participado más de siete mil personas vinculadas con el sector (productores, científicos, trabajadores, empresarios, etc.). Acudieron también un total de 53 facultades de las ciencias agrarias, veterinarias, de la alimentación, económicas y de ciencias sociales. Además, organismos como el Inta, Inti y Senasa; Cepal, FAO, Iica y PNUD. Las cámaras empresarias del sector superaron las 140 y en más de 400 escuelas agrotécnicas se recabaron opiniones a partir de quince mil encuestas formuladas a alumnos y sus familias. También participaron actores de la economía social y de la agricultura familiar en gran número. Para organizar una iniciativa tan vasta como compleja se crearon cuatro consejos federales, cada uno abocado a una temática definida: Agropecuaria, Ciencia y Tecnología, Sistema Productivo y Desarrollo Económico y Social.
El PEA propone firmemente un cambio en el modelo de desarrollo del sector agroalimentario y agroindustrial. Esto es, pasar de un modelo vinculado con la producción de productos primarios con bajo o nulo valor agregado y con un destino preferente de exportación, a otro donde se haga hincapié en el agregado de valor en origen a partir de la transformación industrial de las materias primas. Esto último pretende impulsar un proceso de desarrollo con inclusión social mediante la generación de más y mejores puestos de trabajo en el ámbito rural, siempre en el marco de la sustentabilidad ambiental y el equilibrio territorial. Lo anterior, sin dudas, implica un salto paradigmático desdela Argentina“granero del mundo” a un país que cimente sus esfuerzos en el concepto de soberanía alimentaria para, a partir de él, poder proyectarse como proveedor de productos elaborados de alto valor y alta calidad.
Se establece como meta quela Argentinallegue a producir 160 mil toneladas de granos, lo cual traerá aparejado un incremento en la superficie cultivada del 27 por ciento en comparación con la actualidad. Además, pretende incrementar la producción de carne porcina en un 193 por ciento, de carne aviar en un 88 por ciento y de las carnes bovina y ovina en alrededor del 40 por ciento y para la producción láctea se tiene como meta un incremento del 76 por ciento, entre otros.
A la par de lo anterior y como rasgo distintivo, el PEA incorpora metas vinculadas con el cuidado del medio ambiente y el desarrollo humano. En cuanto a éste y por mencionar algunos, incorpora plenamente los objetivos del milenio (ODM) de Naciones Unidas en cuanto a reducción de la pobreza y eliminación de la indigencia y el hambre, plantea la desconcentración demográfica e incluye y hace propio el concepto de responsabilidad social empresaria. En cuanto al medio ambiente, por ejemplo establece metas vinculadas la reducción de la erosión de los suelos, plantea el incremento de la superficie boscosa y de la superficie a destinar como espacios de reserva y resguardo de la biodiversidad, etc.
En definitiva, el PEA establece cuáles son las metas a alcanzar en las distintas cadenas productivas en términos cuantitativos, y en varios aspectos sociales, ambientales y territoriales a partir de indicadores diversos. Es decir, que el PEA indica claramente el “qué” y además aporta premisas vinculadas con la equidad territorial, la inclusión social y el cuidado del medio ambiente que deberán ser tenidos en cuenta a la hora de construir el “cómo”.
Esto implica que el sector en su conjunto deberá profundizar debates, construir consensos y aportar grandes dosis de innovación e inventiva a efectos de encontrar los medios de realización para alcanzar esas metas. Aquí vendrá una etapa muy intensa e interesante en donde los actores sectoriales que participen deberán comprender las complejidades interrelacionadas de los problemas a resolver, aportar soluciones amplias y sistémicas, y procurar por todos los medios no perder el rumbo.
Docente e investigador del Centro de Estudios Territoriales y de la Cátedra de Manejo de Tierras de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR.