La batalla en el radicalismo ya tiene fecha: el 18 de noviembre. Para ese día fue convocada la convención nacional partidaria donde se anuncia que va a desatarse el debate por los errores cometidos en la campaña electoral y el futuro de la estrategia y la conducción dela UCR.
Será la gran explosión interna que se vino conteniendo durante la campaña tras el resultado de la primaria del 14 de agosto, aunque la convención no esté citada para eso sino para ratificar lo actuado por la conducción, la plataforma (un poco tarde tras las elecciones) y la fórmula.
El problema para Hipólito Solari Yrigoyen, presidente de la convención nacional, será conseguir quórum. La convocatoria para el 18 está firme, pero para esa instancia deberán encontrar dirigentes radicales que estén dispuestos a mostrar la cara en la sesión de la convención y dar explicaciones. Todo esto se estima en momentos en los que se vislumbra que el radicalismo probablemente sufra el domingo una debacle tan dura o bastante peor que la de la primaria.
Esa convención, además, sesionará con la distribución de bancas actual, es decir sin haber pasado por una nueva interna. Por lo tanto, tras la derrota habrá planteos sobre la representatividad.
De hecho ni los triunfadores del radicalismo, como el cordobés Ramón Mestre o el mendocino Víctor Fayad, están en condiciones de empezar tan rápido la segura pelea por los cambios en la conducción.
Posición lógica
En medio de toda esa beligerancia está Ernesto Sanz, el presidente dela UCRque sigue haciendo campaña en Mendoza, en especial por San Rafael, intentando aparecer mínimamente porla Capital Federal.
Su posición es la única estratégicamente lógica: pidió licencia en la conducción para presentarse como candidato a presidente compitiéndoles a Ricardo Alfonsín y a Julio Cobos. Cedió en esa carrera y volvió al comité nacional, pero más allá de un par de fotos juntos y algún viaje de campaña no fue mucho el protagonismo de Sanz en la campaña presidencial.
Lejos quedó de su pretensión inicial de elaborar una plataforma electoral que respetara todos los precandidatos a presidente del partido y fijar líneas comunes en la estrategia de campaña.
Aunque no lo reconozca, la lejanía que terminó manteniendo con Ricardo Alfonsín y su comité de campaña podría beneficiarlo. Aunque a último momento y tras el resultado del 14 de agosto la conducción del comité nacional y del Morena haya desembarcado en la campaña de Alfonsín para exigir cambios, poco de eso se vio en la práctica.
De ahí que sea en la convención o en una reunión del comité nacional la pelea por definir cómo será el radicalismo tras el resultado electoral parece inevitable. Más aún cuando, salvo algunas excepciones, como la de Gerardo Morales en Jujuy, donde no parece correr riesgo su senaduría, la propia existencia de la representación dela UCRen el Congreso como primer partido de la minoría está en juego.