Dennis Edney ya tenía 54 años cuando aquella llamada que cambiaría su existencia lo arrojó a la inesperada disyuntiva entre una vida tranquila y económicamente asegurada y la incierta aventura de asumir la defensa legal del preso más joven de Guantánamo, el “niño soldado” de origen canadiense Omar Khadr.
Para aquel entonces, Khadr, de 16 años, ya había pasado tres meses en Guantánamo desde haber sido capturado por tropas estadounidenses en Afganistán y, según afirma su abogado, torturado hasta confesar lo que querían oír sus interrogadores: que él era culpable de la muerte de un soldado norteamericano en un enfrentamiento.
Aún acostumbrado a los retos y famoso por su apetito por casos que casi ningún abogado quería agarrar, la decisión no fue fácil para Edney, quien apenas había oído hablar de Guantánamo y que gozaba de los deleites de una feliz vida familiar y una lucrativa carrera en la tranquila ciudad canadiense de Edmonton.
Nueve años después de que el destino los uniera, Edney es hoy uno de los críticos más activos y reconocidos de Guantánamo, y Khadr, el primer “niño soldado” condenado por crímenes de guerra desde que se creó el término, cumple ocho años de cárcel gracias a un pacto por el que evitó la cadena perpetua.
Pero el proceso abundó tanto en obstáculos y frustraciones que el abogado afirma que estuvo muchas veces al borde de abandonar todo ante la total y “vergonzosa” falta de apoyo político y financiero de su gobierno, la “apatía” de la sociedad canadiense y la autofinanciación de una defensa que consumía más y más los ahorros de su familia.
“En aquel momento, la gente no conocía mucho sobre Guantánamo, y ciertamente yo tampoco. Entonces me puse a leer, y cuanto más leía sobre Guantánamo más me horrorizaba. Así fue que decidí emprender ese viaje a lo desconocido e ir y ayudar a Khadr”, dijo Edney a la agencia Télam en su reciente paso porla Argentina.
Edney dice que la defensa de Khadr fue un “viaje emocional” y que nunca olvidará la impresión de la primera vez que fue a la bahía cubana y vio al adolescente, discapacitado y mutilado por las heridas que sufrió en el combate que terminó con su captura, en 2002, y las posteriores torturas en Afganistán y Guantánamo.
“Cuando vi a mi cliente, un niño encadenado al piso –y nunca lo vi de otra forma que no fuera encadenado al piso–, cuando me reuní con él en esa celda, Omar no había hablado con nadie durante meses”, relató Edney, quien acaba de visitar Buenos Aires para promocionar un documental sobre Khadr recientemente estrenado.
“Era como un pajarito herido; estaba ciego de un ojo, no podía ver bien del otro y tenía todo su cuerpo severamente lesionado. No podía creer que los estadounidenses pudieran encerrar a chicos en un lugar como Guantánamo y tratarlos así”, agregó.
La reclusión de Khadr tuvo un gran impacto en la opinión pública de Canadá, un país pionero en leyes de protección de los derechos humanos cuyos ciudadanos gozan de la garantía constitucional de un juicio público, con reglas de prueba, procedimientos y varias instancias de apelación.
Único occidental que permanece preso en Guantánamo, el caso de Khadr es excepcional en el sentido de que el gobierno de Canadá nunca pidió su extradición ni repatriación, pese a los reclamos de Unicef, Amnistía Internacional,la Asociaciónde Abogados y Jueces de Canadá y otras múltiples organizaciones de todo el mundo, afirma Edney.
Indignado con la “vergonzosa” inacción de su gobierno, el abogado se puso el caso al hombro y triunfó las siete veces en que desafió a los gobiernos de Estados Unidos y Canadá ante los tribunales, incluyendo una en la quela Corte Supremaestadounidense autorizó la difusión de un video de un dramático interrogatorio de un sollozante Khadr en Guantánamo por parte de espías canadienses.
Las imágenes, mechadas con declaraciones de Edney y otros protagonistas de la historia, ocupan un lugar central en el documental A usted no le gusta la verdad, que se estrenó la semana pasada y que se verá enla Capital Federalhasta el sábado próximo en el marco de la muestra internacional de cine “2011 docBuenosAires”.
“Ninguno de nosotros podría decir que la ley internacional está funcionando bien. El imperio de la ley está en problemas, la sociedad está en problemas. La tortura se ha colado en muchas mentes como si fuera una cosa normal, y justificamos cualquier cosa diciendo «estos son terroristas»”, dijo Edney.
“La guerra contra el terrorismo está exagerada, más que exagerada, y es usada como una herramienta de miedo para manipular a la gente para que haga cosas que no debería estar haciendo, y para lograr fines políticos”, agregó, con su marcado acento escocés, el abogado nacido en Dundee y nacionalizado canadiense.
“Nunca conocí a una persona que haya sido tan abusada y abandonada por tanta gente como Khadr”, señaló.
“Más allá de nuestros problemas cotidianos creo que tenemos una obligación, un contrato social, para asegurar que nuestra sociedad civil se conduzca de acuerdo a la moral”, prosiguió.
“Si estoy en París, Londres o Canadá, y hay gente que es sometida a abusos, eso es también mi responsabilidad, así como Guantánamo es tu responsabilidad y de todos los demás, porque al fin y al cabo somos todos responsables de permitir que exista un lugar así”, agregó Edney.
En octubre de 2010, Khadr aceptó un acuerdo extrajudicial por el que evitó la cadena perpetua y recibió ocho años de cárcel, con la posibilidad de completar los últimos siete de la condena en Canadá, siempre y cuando el gobierno de Ottawa solicite su custodia a partir del 31 de octubre próximo, algo en lo que Edney desconfía.
“No lo creo. No puedo creer en nada que el gobierno de Canadá diga que va a hacer hasta que lo vea hecho”, disparó.
Edney dice que su vivencia cambió para siempre su forma de ver la infancia.
“Entré en Guantánamo como un abogado y salí como un padre, como un padre triste, porque tuve que mirar a mis propios hijos a la cara y entender la vulnerabilidad de los niños, entender cómo piensan, cómo actúan y cómo no deberían ser tratados con los mismos parámetros que los adultos”, señaló.