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Ante el desafío de barajar y dar de nuevo

Se vienen tiempos de "pases de facturas" para Alfonsín en el seno de la UCR.

Al menos en los primeros dos años de su segundo mandato, Cristina Fernández tendrá enfrente a una oposición fragmentada, buscando cómo recuperarse del golpazo que supuso el arrollador triunfo del oficialismo. No parece exagerado decir que nunca antes un presidente tuvo esa ventaja objetiva para encarar un inicio de gestión. Sería tan necio negar que Cristina ganó la continuidad por méritos propios como desconocer que la oposición le dio una mano gigante.

Hace apenas dos años el clima en el kirchnerismo era casi de velorio luego de la derrota en los comicios legislativos, que tuvo como cara visible al fallecido Néstor Kirchner. Pero los opositores, en especial el peronismo crítico, nunca supieron capitalizar esa victoria, que no fue arrolladora pero melló al oficialismo en el Congreso.

Acaso el PJ opositor haya dado señales de lo que deberá afrontar de ahora en más con el regreso al oficialismo de Felipe Solá. Es probable que se den otras deserciones de dirigentes que en esta elección jugaron con Eduardo Duhalde o con Francisco de Narváez, quien ya perdió dos veces frente a Daniel Scioli en Buenos Aires.

A De Narváez le queda apenas el consuelo de ser el segundo más votado en la provincia. De aquella alianza ganadora que lo juntó en 2009 con Felipe y Mauricio Macri, el único que aparece con más chances de edificar un liderazgo nacional con miras a 2015 es el alcalde porteño, quien se ha propuesto seducir a los peronistas que insistan en quedarse en la vereda de enfrente del kirchnerismo.

Es una creencia extendida en el macrismo: Mauricio necesita de un soporte justicialista para extender su proyecto fuera dela Capital Federal.Macri todavía debe estar aplaudiendo el consejo del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien lo convenció de no disputar la presidencial con una Cristina en ascenso, que hace meses asomaba como imbatible. Así, pudo ganarle al kirchnerismo en julio pasado al conseguir su reelección.

El Frente Amplio de Hermes Binner se alzó, aun con la distancia abismal que le sacó el oficialismo, como la segunda fuerza de esta elección. Disfruta un pequeño triunfo: de salir cuarto en las primarias de agosto logró ahora subirse al podio. Como todo collage de partidos, el desafío inicial del FAP es mantener la cohesión interna.

Y también, desde su condición de fuerza progresista, lograr edificar un perfil nítido de alternativa al kirchnerismo, aun cuando coincidan con éste en la visión sobre varios temas. Binner no tendrá cargo formal pero su socialismo seguirá siendo gobierno en Santa Fe, con una Legislatura provincial dominada por el peronismo.

El radicalismo sufrió una derrota sobre la derrota. Ricardo Alfonsín, que antes de la primaria sabía que ganarle a Cristina en octubre iba a ser un milagro, vio naufragar aquella idea de polarizar con ella para darle ala UCRmayor representación parlamentaria. Será difícil que sus correligionarios no le endilguen a él (y a su fallida decisión de aliarse con De Narváez) la responsabilidad de haber perdido el segundo lugar de agosto. De retroceder aún más.

Tratándose de una fuerza centenaria, que se asomó otras veces al abismo, sería imprudente hablar de la muerte del partido. Pero ¿cómo parar la revulsión interna y la pelea que se viene entre el debilitado Alfonsín y los dirigentes que lo resisten, como Ernesto Sanz o Gerardo Morales?

Eduardo Duhalde dijo que no piensa retirarse. Tal vez no sea una decisión que pueda tomar él mismo, luego de salir quinto de una oferta de siete postulantes. Aun si surgiera una corriente dentro del PJ con ánimo de pelearle poder a Cristina, hoy no parece posible que él pueda encabezarla con posibilidades de éxito.

Su figura quedará peligrosamente al borde de la vetustez. Acaso sería diferente la historia si se hubiera concretado la fórmula con Alberto Rodríguez Saá, quien desde su módico resultado de una cifra volvió a mostrar que tiene un puñado de votantes nacionales fieles.

Con dos años más de mandato como diputada, a Elisa Carrió se le viene un vendaval interno que le cuestionará su liderazgo personalizado y su tendencia refractaria a sellar alianzas estratégicas. De ser la segunda más votada en 2007, con un nada despreciable 23 por ciento de los votos, terminó conla Coalición Cívicaen papel testimonial y peleando por no salir última con el trotskista Jorge Altamira, del Frente de Izquierda, quien gozó de un impensado pico de popularidad mediática cuando en las primarias consiguió llegar al piso que le permitió presentarse a las elecciones. Se lleva como enseñanza la enorme utilidad del Twitter para hacerse conocido.

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