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La “maratona” de Venecia

Por: Omar Marsili

La legendaria Venecia nos esperaba tendida. Siete mil humanos la correríamos durante horas para cubrir la “maratona” anual.

El recorrido está rodeado por mansiones varias veces centenarias que testimonian el momento de esplendor dela Repúblicaque dominó los mares del mediterráneo. Sus barcos eran temidos por el avanzado desarrollo técnico que los hizo imbatibles, a lo que se sumaba la vocación de sus navegantes, elegantes trotamundos amantes de la música y la pintura que difundían el arte a la vez que desarrollaban sus hábitos cleptómanos, a diferencia de los incultos piratas, ladrones mal vestidos de educación salvaje.

La romántica Venecia, como un cuento fantástico, surgió de un pantano para transformarse en una de las ciudades más emblemáticas del mundo, quizás la más curiosa, testigo fiel de un pasado heroico que sigue vivo. Carlos V habló del Gran Canal como la “avenida” más hermosa del mundo.

Allí, como en ningún otro lugar, se vivieron intensamente los transgresores carnavales desenmascarando prejuicios y liberando pasiones.

En esos espacios y en otro tiempo brilló otro maratonista, el más codiciado por las mujeres y a la vez, el más envidiado por los hombres de toda la historia, un atleta que dibujó su cuerpo en las sábanas de su época para quedar estampado en la literatura escrita y también oral, con perdón del exabrupto.

Con orgullo en la piel andaremos por la tierra de Casanova escribiendo nuestra página anónima, regalando energía por los lugares que regó con su esperma, con el deseo de cumplir el sueño correremos donde Giaccomo Casanova, el maratonista de Oro, corría de alcoba en alcoba, de fiesta en fiesta para hacer del amor su vida.

Llegó la hora, no digo la hora del amor que son todas las horas, me refiero a la hora de largada. Cuarenta y dos kilómetros ciento noventa y cuatro metros esperan la marcha de siete mil atletas, semiatletas, cuasiatletas, hombres y mujeres con la idea entre ceja y ceja detrás del mismo objetivo, varios alineados y muchos desalineados, todos los cuerpos todos erectos, los ojos en la meta, meta y ponga, dice Casanova el maratonista de Oro. Vamos por la ribera del Brenda con sus palacios bicentenarios,la Villa Pissaniinspirada en el palacio de Versalles,la Villa Malcontenta, Villa Margheritta… una veintena de palacetes con estilo Palladiano.

Corro con la euforia que agitan los sueños, las piernas me llevan como en otras maratones pero ahora el recorrido es entre aguas y cielo que se abren a nuestro paso. Un largo puente nos acerca a la mítica laguna y adelante la tierra de Marco Polo, el hombre que trajo la pólvora y los tallarines de la milenaria China a toda Europa o sólo a Venecia. Por esas callecitas estrechas con puentes que atraviesan pequeños canales pisamos el trayecto con la pasión que los42 kilómetrosdespiertan. Corro cada vez más lento, más cansado, el agotamiento me adormece, como autómata muevo las piernas mientras una voz me canta al oído: “Hoy Venecia sin ti”, nos canta como gimiendo, con su gemido murmura al oído “qué sola y triste está”, corro sobre los puentes y un placentero sueño me invade, jadeo, respiro entrecortado, el hombre canta y gime como gata en celo “que Venecia sin ti”, melosa la voz, me despierto sobresaltado, un pique corto, me queda poca fuerza, los canales se abren a mi paso, la plaza San Marcos muestra orgullosa su lujuria bizantina, corrí, corrimos cuarenta, recorro la plaza San Marcos, puente a puente, tranco a tranco, voy porla Rivierade Sette Martiri, ocho con mi cuerpo muerto, la meta en la punta de los dedos, piso la alfombra, sueño cumplido.

Omar Marsili, maratonista y escritor. Entre sus obras figuran “El paraíso en sus zapatos” y “El maratonista”.

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