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De la euforia política a la incertidumbre económica

El país transita un sinuoso camino que enciende luces de alerta en la economía.

El país transita en los últimos días por un sinuoso camino que lleva de la euforia oficialista por el contundente triunfo electoral de la presidenta Cristina Kirchner al comienzo de una etapa que enciende luces de alerta en el plano económico.

La consolidación del oficialismo como bloque predominante en la política nacional no sólo se concretó en las urnas, sino también en otros hechos relevantes como la sentencia contra los represores que actuaron enla Esmay los homenajes al ex presidente Néstor Kirchner en el primer aniversario de su fallecimiento.

A la vez, esos dos hechos acentuaron la certeza de que hay ciclos que se cumplen, lo que pone al oficialismo en la necesidad de recrear expectativas: a juzgar por sus movimientos tras la reelección, la presidenta comprende mejor que nadie este nuevo escenario, en el que será la protagonista casi excluyente.

En boca de un funcionario del gobierno, esta sería la lógica presidencial: “En este país el poder es volátil. Acá hay que tener presente que Néstor la piloteó tras haber sacado sólo el 23 por ciento de los votos en 2003 y que en 2008, con mucho más poder acumulado, casi se nos esfuma en la pelea con el campo”.

 Enla Casa Rosadala euforia se va disipando con el correr de los días, porque el entorno presidencial sabe que Cristina tiene ahora más responsabilidades que antes, al haber quedado posicionada tras las elecciones como la líder indiscutida dela Nación, con un peronismo disciplinado y una oposición diezmada.

Para decirlo con claridad: la presidenta tiene mucho poder, pero al mismo tiempo se le achicó el margen de error en la toma de decisiones. La designación del Gabinete que la acompañará desde el 10 de diciembre, en el inicio de su próximo mandato, será por lo tanto una determinación trascendente para la mandataria.

En ese contexto, no será menor la elección que Cristina Kirchner haga para suceder al ministro Amado Boudou. Si bien se da por sentado que los jefes de Hacienda del kirchnerismo son ejecutores de las decisiones del poder, no menos cierto es que las malas nuevas que se acercan desde el Primer Mundo requieren precisión y mano firme desde el mismo sillón de Economía.

Aunque nunca sabe hasta qué punto sus opiniones serán tomadas en cuenta, el vicepresidente electo tiene a su propio candidato para el máximo cargo del Palacio de Hacienda: se trata del secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, un técnico sólido a quien viene “adoctrinando” en materia política.

Se sabe que la concepción política de la economía, basada en un rol activo del Estado, es una ley de hierro que dejó Kirchner como parte de su legado. La intervención oficial en el mercado cambiario, ante la persistente presión sobre el dólar, ratifica por estos días la filosofía inaugurada en 2003.

Pero los costos de esa intervención son altísimos porque el Banco Central padece una constante pérdida de reservas y el gobierno no consigue frenar el persistente goteo pese a una serie de medidas sucesivas para controlar el mercado de cambio.

Se conforma así un círculo vicioso que desalienta las inversiones, algo que podría suceder tras las medidas aplicadas sobre la liquidación de divisas de las petroleras, las mineras y las aseguradoras, que fueron incluidas en el paquete pese a que las dos primeras tienen fluida relación con el gobierno. “Kirchner eximió a las petroleras y las mineras durante ocho años”, dijo en este sentido el diputado Miguel Bonasso. Ese cambio de actitud estaría determinando, justamente, que la administración kirchnerista necesita tomar otras fuentes de recursos ante el notorio agotamiento de cajas como la dela Ansés.

Por eso los gremios levantan la guardia: hace rato que trascendió el interés del gobierno en apelar a la caja de las obras sociales sindicales, que concentran unos 30.000 millones de pesos anuales, aunque ahora duda de una medida de tal magnitud. El paulatino distanciamiento de Hugo Moyano con el kirchnerismo tiene que ver, en parte, con esa disyuntiva.

El gobierno mantiene por ahora acorralado al jefe dela CGT, pero la toma de la caja de las obras sociales le daría a Moyano una excusa perfecta para reagrupar fuerzas entre los gremios. Esa reacción sería una tabla de salvación, además, para un sector del peronismo que no comulga con la vanguardia kirchnerista.

Tal vez preparando el terreno para afrontar futuros embates, el kirchnerismo invitó esta semana a los derrotados del peronismo a regresar al partido para dirimir las diferencias en una elección interna el año que viene. El escenario central de esa instancia será, otra vez, la provincia de Buenos Aires.

Allí, las urnas acaban de reafirmar al gobernador Daniel Scioli como el dirigente mejor perfilado dentro del oficialismo para afrontar un proceso de sucesión en los próximos cuatro años. “Vieron cómo es esto, ya comenzó a correr la cuenta regresiva”, se sinceró un colaborador del mandatario.

Scioli viene de una victoria tan contundente como la de Cristina, a tal punto que opacó al extremo otras alternativas oficialistas en la provincia, como la que lidera el diputado Martín Sabbatella. Y su performance también sembró de dudas el futuro de dirigentes opositores como Francisco de Narváez.

Pero el gobernador no las tendrá todas consigo: deberá lidiar con un grupo de intendentes con base en la primera sección electoral, donde penetra fuerte el predicamento de Sergio Massa, el jefe comunal de Tigre, quien acaba de extender su influencia política a los distritos de San Fernando y San Martín.

En esa misma sección electoral hubo otras definiciones que alteraron la hegemonía K, como la victoria de Jorge Macri en Vicente López, derrotando al histórico intendente Enrique “Japonés” García; y la ratificación del peronista disidente Jesús Cariglino en Malvinas Argentinas.

“Yo quedé en libertad de acción, ya no tengo jefe político”, se le escuchó decir en las últimas horas a Cariglino, quien reportó a Eduardo Duhalde durante buena parte de su carrera política. Está claro que el veredicto de las urnas dejó al ex presidente demasiado cerca de su ocaso político.

Mucho mejor parados quedaron, por cierto, el jefe de Gobierno Mauricio Macri y el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, quienes ya dieron señales de que disputarán el liderazgo de la oposición en los próximos años. El porteño contaría, a priori, con la ventaja de pararse en la vereda de enfrente del kirchnerismo.

“Cuando el peronismo se corre a la izquierda, no queda mucho más que enfrentarlo por derecha”, dicen en el entorno de Macri, aunque el jefe de Gobierno evita las categorizaciones políticas en público. En este cuadro, a Binner y el Frente Amplio Progresista les tocaría un rol crítico pero más funcional al gobierno.

El mismo análisis se hace en el radicalismo, donde el mandato de sus actuales autoridades vencerá en los primeros días de diciembre. En el centenario partido ya se inició, por este motivo, una trabajosa búsqueda de consensos para encumbrar al próximo presidente dela UCR, lo que definirá el rumbo de la fuerza.

Tras la frustrante campaña de Ricardo Alfonsín, que no logró ser considerado un líder nacional por sus propios correligionarios, todas las miradas apuntan a la ciudad de Córdoba. Allí se recorta la figura del intendente Ramón Mestre (hijo), un dirigente joven que podría encarar una renovación.

Sin embargo, muchos dudan del interés de Mestre por hacerse cargo del partido en estas circunstancias: “Mirá si Ramoncito viene y me dice que quiere ser presidente, yo lo voto no una vez, sino cuatro veces. Pero la verdad es que no le interesa, nunca vino”, deslizó un miembro del Comité Nacional.

Más incertidumbre se cierne sobre el futuro de Elisa Carrió, a quien los cuestionamientos sobre su liderazgo le restan autoridad política dentro de la propia Coalición Cívica. Tampoco queda claro el rumbo que tomarán los hermanos puntanos Rodríguez Saá, aunque salieron mejor posicionados de la elección general.

Cada uno desde su propia realidad, con sus más y sus menos, oficialistas y opositores comenzaron a proyectar el futuro. La mayor responsabilidad la tiene, por cierto, el gobierno nacional. Así lo decidieron los argentinos de manera contundente.

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