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La presidenta Cristina manda el modelo a boxes

Amparada en el apoyo popular, Cristina ordenó revisar el "modelo" de gestión.

Como la capitana indiscutida de un equipo que puntea con mucha ventaja en las pistas de la política nacional, Cristina Kirchner se permitió levantar el pie del acelerador y ordenar la revisión técnica de un “modelo” que, con sus más y sus menos, impone desde hace ocho años las reglas de juego enla Argentina.

“Tenemos que empezar ahora”, ordenó la presidenta tras su contundente reelección, sólo dos semanas atrás. La jefa del Estado replicó de esa forma, tajante, a la sugerencia de un ministro sobre la conveniencia de aguardar al recambio del 10 de diciembre para iniciar la “corrección del rumbo”.

La determinación de Cristina no dio lugar a falsas interpretaciones, por lo que sus colaboradores más cercanos se lanzaron a la apertura de un paquete que, no sin temor, algunos en el gobierno califican como una Caja de Pandora: allí se encuentran el tipo de cambio, los subsidios y los salarios.

En el primer caso, el gobierno viene administrando la cotización del dólar desde los tiempos de Néstor Kirchner, adecuándolo a las necesidades de cada momento para fomentar la competitividad de la economía, basada en los últimos años en la exportación de comodities agroalimentarios.

Esa política le permitió al gobierno en 2008, en medio de la “guerra gaucha”, enrostrar a las entidades agropecuarias que habían disfrutado varios años de grandes márgenes de rentabilidad gracias al nivel del tipo de cambio, que en ese momento le costaba mucho mantener a las arcas del Tesoro nacional.

Tres años después, el Estado pierde dinero a borbotones de las reservas del Banco Central e instrumenta medidas restrictivas para desalentar la demanda de dólares, pero su política parece inconsistente. No sólo el dólar está sensiblemente retrasado en su cotización sino que los inversores y la gente común percibieron que la moneda norteamericana está barata y salieron a hacer sus ahorros en divisas.

De allí la incertidumbre que domina desde hace dos semanas a una buena porción de la economía, especialmente en los mercados inmobiliario y agropecuario, que consideran que “el dólar no tiene precio” porque el gobierno no da señales claras al respecto.

La cara oficial de esta etapa de revisión viene siendo el ministro Amado Boudou, quien seguramente no pensaba atravesar una transición tan ajetreada entre el Palacio de Hacienda y el Senado dela Nación, donde desembarcará el próximo 10 de diciembre.

El vicepresidente electo no comulgó de movida con algunas decisiones adoptadas en este trance por la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Tampoco le agradaron, por cierto, las “desprolijidades” dela Afipde Ricardo Echegaray a la hora de instrumentar los controles al mercado cambiario.

Pero se puso al frente y no viajó junto a la presidenta a la cumbre del G20 que se realizó en la ciudad francesa de Cannes. Allí tomó su lugar el secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, quien mantuvo un perfil bajo porque sabe que las grandilocuencias no ayudan en los momentos previos a una designación clave.

Entre paréntesis, en Francia se lució un funcionario dela Cancillería, Luis María Crekler, quien mostró un manejo de los temas superior al de su jefe Héctor Timerman, según comentaron varios integrantes de la delegación argentina. Cristina aún no confirmó quién seguirá al frente del Palacio San Martín.

Crekler, número tres dela Cancillería, reporta a Julio De Vido, el ministro de Planificación, quien a su vez recuperó esta semana un terreno importante dentro del gobierno al hacerse cargo del espinoso proceso de desmantelamiento de los subsidios que dispuso la presidenta para recuperar holgura fiscal.

Al contrario que lo sucedido con las restricciones al mercado cambiario, el anuncio de un lifting sobre los subsidios fue celebrado por la mayoría de los sectores políticos y económicos, a excepción de las empresas del transporte. De paso, el gobierno nacional anunció el traspaso del subterráneo a la ciudad de Buenos Aires.

A Mauricio Macri, el jefe de Gobierno, la noticia le cayó como un baldazo de agua fría, porque nadie lo contactó para avisarle. El hermetismo con el toma las decisionesla Casa Rosadavolvió a verificarse en esta oportunidad. Sin embargo, el diálogo comenzó luego de manera armónica, aunque sin definiciones trascendentes.

Los problemas en materia de transporte no se situaron, de todos modos, en las vías del subterráneo, sino en las rutas nacionales y provinciales, donde decenas de personas perdieron la vida esta semana a raíz de una mezcla fatal de errores humanos con una preocupante carencia en materia de infraestructura.

Ajena a estas circunstancias, que tocaron más de cerca a los gobernadores Daniel Scioli y Alberto Rodríguez Saá, la presidenta pasó con éxito por los salones de la alta política internacional en la cumbre de los países más poderosos del mundo, nucleados en el G20. La frutilla del postre fue la reunión con Barack Obama.

El presidente de los Estados Unidos fue extremadamente cortés con Cristina y la felicitó por su reelección, pero se mostró más esquivo a la hora de los planteos de la mandataria argentina sobre la persistencia de los reclamos de los “fondos buitre” “Seguramente esos tampoco me votaron a mí”, la cortó.

Igualmente, la delegación argentina quedó satisfecha. Sólo uno de sus integrantes, el industrial José Ignacio de Mendiguren, dio una nota de otro registro al manifestar, desde Cannes, su preocupación por el paulatino distanciamiento de Hugo Moyano, el jefe dela CGT, del gobierno nacional.

De Mendiguren sabe que Moyano encarna como nadie otro de los temas que contienela Cajade Pandora del modelo kirchnerista: el de los salarios. El jefe dela CGT, que viene de sufrir la pérdida irreparable de un hijo, no dio en los últimos días señales de conciliación en ese sentido.

Es más, reflotó los reclamos por la participación de los trabajadores en las ganancias empresarias y mediante sus hijos Pablo y Facundo dejó en claro que piensa salir a la calle si es necesario. La protesta dela Uatre, que Cristina mandó a despejar conla Gendarmería, podría ser un anticipo de lo que vendrá.

El trasfondo es el elevado nivel de inflación que padece la economía argentina. Por eso, sólo tendrá sentido para el gobierno haber enviado el modelo a boxes si, como producto de la revisión técnica, lograra quebrar la expectativa inflacionaria que abarca y complica al conjunto de la población.

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