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De la Difunta Correa al Gauchito Gil

Por: Mora Cordeu / Télam

En Santos ruteros, la escritora Gabriela Saidón vuelca la experiencia de un viaje por las rutas argentinas tras las huellas del Gauchito Gil yla Difunta Correa, para constatar in situ la devoción popular que suscitan ambas figuras y como en los últimos años la imagen del correntino desplazó a la madre que aún muerta siguió amamantando a su hijo.

Cuentan que un 8 de enero de mil ochocientos setenta y tantos fue degollado Antonio Mamerto Gil Núñez, un gaucho matrero que se negó a ir a la guerra dela Triple Alianzacontra el Paraguay. Antes de ser muerto por Juan dela Cruz Salazar, Gil le advirtió a su verdugo que al llegar a su casa iba a encontrar a su hijo enfermo, pero que por su sacrificio mejoraría.

La leyenda dice que así ocurrió y su verdugo volvió para enterrar a su víctima al pie del algarrobo donde lo había matado y colocar una cruz. La sanación de su hijo fue el primer milagro del Gauchito.

Otra leyenda anterior, situada entre 1830 y 1840, dice que Deolinda Correa salió de San Juan con su bebé a cuestas a buscar a su marido reclutado por la montonera y cayó muerta –aunque su hijo continuó viviendo gracias a la leche de sus pechos– en un monte que hoy se llama Vallecito.

En los últimos años y a bordo de un motorhome, con su marido al volante, la autora empezó a imaginar un viaje que, “estableciendo un triángulo con vértice en Buenos Aires, Corrientes y San Juan, une las sedes centrales de esos cultos en este país,la Argentinaque, allí donde los Estados Unidos fabrican superhéroes, no para de inventar santos”, escribe en el prólogo.

¿Un país que inventa santos? “La sensación que tengo es que Estados Unidos se inventó a los superhéroes –y lo hace todo el tiempo–, con los cuales luchar de manera simbólica. Enla Argentinatenemos una característica, algo especial que vi en los pueblos, y es que proliferan los santos locales”, afirma Saidón.

“Está la necesidad de crear un santo que sea poderoso y que tenga la capacidad de intermediación con la divinidad. Y en el caso del Gauchito es interesante el triple sincretismo (católico, guaranítico y umbanda), el tema de la triple frontera”, repasa.

El culto pasó a tener elementos más afianzados en la religión católica. “Acá la raza blanca triunfó mucho más y esto tiene que ver con la conquista, con las misiones jesuíticas”, dice Saidón, autora de La montonera. Biografía de Norma Arrostito (2005). Y hace foco en la rapidez de la difusión del culto al Gauchito en nuestros días: “Me parece que hay dos juegos de circulación fundamentales: las rutas o autopistas e internet”, sostiene.

También influyen las migraciones. Es notable como el Gaucho Gil sale de Corrientes, entra en las rutas, llega al Sur, a Cuyo, al Conurbano y ala Capital. Estáhasta en las plazas”, ejemplifica. “Acá lo quisieron sacar con topadoras, pero la gente persiste y las imágenes resurgen de forma imprevista”, asegura.

El culto muta, se transforma. “La vestimenta, la cosa del trapo rojo, el chiripá y las boleadoras es una mezcla de entrerriano y pampeano –describe la autora–; el hecho de pasar del celeste al rojo tiene una connotación ideológica más de los 60, donde aparece la iglesia tercermundista. Y además de ser federal, es el rojo comunista”.

Estos santos ruteros han transitado por todo el país. “Es lo que pasó primero en la década del 70 conla Difunta Correapor todas las rutas, con sus altarcitos y las botellas, al principio de vidrio y después de plástico. Ahora esos altarcitos, que muchos persisten, fueron reemplazados o conviven con los del Gauchito Gil”.

“Las devociones populares –considera Saidón–, son canteras de mucha creatividad e imaginación. La ofrenda básica siempre fue la flor o la vela, pero después al Gauchito le llevan cigarrillos, vino, hasta chupetes, zapatitos, fotos, cantidad de objetos. Esto tiene que ver con los cultos de los pueblos originarios”.

La investigación tras los rastros de esa religiosidad popular le da al libro una densidad tejida por múltiples voces, testimonios que enriquecen el sentido de estas dos figuras veneradas, algo que impide simplificar un fenómeno complejo “al que hay que acercarse sin prejuicios”, advierte la escritora.

Los rastros de estas figuras, “se pierden en imprecisiones, orígenes inciertos, pruebas que se esfuman; la historia oral es transmitida de generación en generación, recreada; hay elementos que aparecen o desaparecen cada vez con mayor rapidez”.

Tanto el gobierno de San Juan como el de Corrientes tienen injerencia en estos cultos que “no son oficiales muy entre comillas: no son santos reconocidos institucionalmente perola Iglesiaconvive con ellos. Hablamos de millones de personas”.

Entre otros entrevistados aparece en el libro el cura Julián Zini, correntino. “Es chamamecero –autor de muchas letras consagradas por Los de Imaguaré–, da recitales y recorre el conurbano bonaerense llevando las figuras del Gauchito yla Virgende Itatí –otro sincretismo– con los que bendice al público”, contó Saidón.

El pensador Carlos Lacau dice que el gaucho en Corrientes no existió “y es interesante pensar que eso sucedió en una provincia productora de gauchos santos. El Gauchito sería una emergente y tal vez una síntesis”, arriesga Saidón.

El declinamiento dela Difunta Correaestá relacionado con el auge de las vírgenes, señala. “Las santas reconocidas porla Iglesiatienen un éxito popular cada vez más grande comola Virgendel Rosario, la de Luján yla Desatanudos”, grafica.

El tema de la poca vigencia de la leyenda dela Difunta, opina la escritora, “tiene que ver con que es la fidelidad absoluta al sacrificio, algo que no está muy de moda, al contrario del Gauchito, un santo de grandes resonancias enla Argentinade hoy”.

También es una lucha. “Hay un macho argentino que va a conquistar las rutas y se va a imponer y la va a prepotear a una mujer que está amamantado a su hijo y que hay que ir a verla a su casa en Vallecito (San Juan)”, indica la autora de las novelas Qué pasó con todos nosotros (2007) y Cautivas (2008).

Lo que más le llamó la atención fue escuchar las historias: “Me aparecieronla Difuntao el Gauchito como personajes curadores, cómo está tan puesto fuera de uno y de la ciencia la posibilidad de curarse o de estar mejor. La fe…–reflexiona–, en realidad me sigue resultando un enigma”.

Y aclara: “No quise quedar imantada como le pasó a muchos artistas o periodistas. Tampoco caer en la tentación de interpretar estos cultos o convertirme en una difusora. Quise tratar de comprenderlos”.

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