Ya sea en el escenario de algún boliche o en alguna casa donde haya alguna “joda”, viernes y sábado por la noche, cerca de las 3 de la madrugada, los “Wachitiernos” hacen su show: bailar, con los pocos años que llevan encima y tal como lo hace la famosa banda “Los Wachiturros”. Es difícil saber si el show son ellos mismos, lo bien que imitan los pasos, o el combo de sus diez y trece años y la forma que tienen de moverse. Lo que es claro es que en el noroeste de la ciudad y en la noche de la cumbia, las personas ya los esperan y saludan por la calle, las chicas los buscan y ellos salen de los boliches entre patovicas que los ayudan a esquivar manotazos de los fans. Rosario tiene sus nuevas estrellas de la cumbia, sus propios Wachiturros. Son seis chicos de la zona noroeste: Agustín, Gian, Milton, Yael, Claudio y María Eugenia.
Todos los días, después del horario de clase, “Los Wachitiernos” se juntan a bailar en el pasaje 1357, la calle con más sombra de la ciudad. Allí, una zona humilde del noroeste de Rosario, ensayan en la casa de alguno de ellos, de un vecino o sobre la misma vereda. También se sacan fotos, filman videos y escriben las letras de lo que alguna vez, esperan, serán sus propias canciones. Los seis bailarines son amigos del barrio. Entre algunos hay ciertos lazos de familia, otros simplemente son “de ahí a la vuelta”. Están lookeados en lo que se supone es la nueva onda tropical: con piercings, el pelo corto y teñido de rubio. Todos tienen una gorrita que un padre compró especialmente para el grupo, para que luzcan “iguales”. Y ahora, de a poco, están juntando para el calzado, que también tiene que ser acorde. Completan el vestuario chombas o camisas, más bermudas casi siempre lisas y color blanco.
Según cuentan, ya hacía tiempo que se juntaban en la cuadra a imitar los pasos de Los Wachiturros, el fenómeno 2011 de la cumbia. Sin embargo, “la versión rosarina” y bastante más joven de la banda se lanzó recién para los festejos del Día de la Madre: “En el barrio hicimos una fiesta en la calle y ellos mostraron un show. Pusieron música, bailaron, festejamos. La gente se empezó a amontonar y a partir de ahí, que alguien los vio y llamó, empezaron las presentaciones en los bailes”, contó Bahiana, parte de la familia que oficia de “manager” de los chicos.
A partir de la primera presentación, que dicen que gustó tanto porque los chicos no se avergonzaron, todos los fines de semana la banda tiene un show que dar, ya sea en un boliche o en alguna fiesta que se hace en el barrio. Entre las tres y cuatro de la mañana les toca mostrar cómo bailan. Algún padre los lleva en auto o se paga un remís; luego, se vuelven todos a dormir a la casa de Claudio: “Nos vamos rápido cuando bailamos. Casi siempre nos volvemos a mi casa, seguimos bailando, ensayamos y nos dormimos”.
De la escuela al boliche
Durante la noche, la vida de Los Wachitiernos cambia completamente. De ser chicos cuya preocupación es hacer la tarea, pasan a subir y bajar escaleras rodeados de patovicas, a lidiar con chicas y chicos mucho más grandes que ellos, a vivir como verdaderas “estrellas”. Al grupo le sobran anécdotas para contar, más cuando con su corta edad, el mundo del boliche es al que aspiran conocer cuando sean grandes. “Una vez una chica me agarró, me dijo «hola hermoso» y me dio un beso. ¡Una chica grande!”, contó Gian, a quien señalan como el Wachitierno más lindo. “A mí quisieron darme cerveza. Cuando salí de bailar un loco me dijo «bailaste re-bien» y me ofreció, con un vaso grandote”, contó Claudio, todavía sorprendido.
Por ahora, no hay un peso
Tal como mandaron los dueños de boliches, el show y el grupo ya empezaron a tomar la forma necesaria para llamar la atención. Por eso hay una sola nena, María Eugenia, de 13. Y por lo mismo son los más chicos los que forman parte del elenco. Sin embargo, las ganancias que deja el público que ellos atraen quedan para los promotores del baile. Bahiana explicó que ellos no cobran nada para hacer la presentación: “Como recién empiezan, por ahora no cobran, ni nada. Esperan hacerse conocidos”. Pero a la pregunta sobre dónde les gustaría estar cuando ello suceda, los chicos se ponen tímidos y dicen que no saben. Pero, mientras tanto, admiten estar trabajando en la que será su primera canción, que esperan presentar durante estas fiestas de Fin de Año.
Fama adelantada en el barrio
Por lo pronto, el trabajo que están llevando adelante en el barrio comienza a dar sus frutos. Todos los vecinos pasan, saludan, y se muestran acostumbrados a ver a “los pibitos” sacándose fotos o bailando la música que sale de sus celulares. “Cuando vamos por la calle nos gritan «¡Ahí vienen los Wachitiernos!»”, contaron orgullosos de su protagonismo. Las madres, por su lado, agregaron que hay chicas que los buscan, preguntan por dónde están y hasta algunas osaron tocar timbres. “Siempre nos felicitan. Nos dicen que el grupo está re-bueno, que siga para adelante”, contó Agustín. Dentro de la escuela, la situación no cambia, y aunque vayan todos a distintas instituciones y cursos, a cada uno le pasa lo mismo: llueven felicitaciones y “dale para adelante”. “El otro día bailé en la escuela y todos bailaban conmigo, después las señoritas me regalaron una coca porque estaba muy cansado”, relató con orgullo Claudio.