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Natalia Carulias, sola frente al micrófono

La humorista porteña, precursora femenina del stand up en el país, habla del show que la trae el viernes al Café de la Flor, en el que repasa los mejores momentos de su trayectoria.

Carulias en Stand Up

Por Ramiro Cordini

“Se da algo muy loco en el stand up: no improvisás; me parece una de las cosas más difíciles del género porque tiene que parecer algo súper espontáneo y natural, pero en realidad está todo muy trabajado”. Así, la humorista y monologuista porteña Natalia Carulias define un género nacido en los Estados Unidos, que aparenta ser simple pero que no lo es, y que la contó, a comienzos de este siglo, entre las precursoras locales. Carulias, que se presenta esta noche, a las 22, en el Café de la Flor (Mendoza 862), con un espectáculo en el que recopila lo mejor de su trabajo a la fecha, contó a El Ciudadano detalles acerca de su presentación, los proyectos que tiene para este año y cómo se insertó en un terreno que hasta su aparición estaba sólo ocupado por hombres.

—¿Sobre qué temática gira este unipersonal de stand up que presentás en Rosario?

—Hay de todo un poco. Como el show dura mínimo una hora, digo mínimo porque puede ser un poco más, hablo de todo, paso por diversos temas. El stand up es humor de observación: uno habla de uno, y este espectáculo es un rejunte de todo lo mejor de mi material, así que arranco desde la época en la que era soltera, una mujer mucho más joven de la que soy ahora, y termino en el presente, que ya estoy más grande y en pareja.

—¿Cómo ves la escena del stand up en la actualidad, sobre todo teniendo en cuenta que fuiste la primera mujer en incursionar en el género en la Argentina?

—Ahora está a full, pero la verdad es que, para nosotros, al comienzo fue complicado, y digo nosotros, porque fuimos un grupo de pioneros del stand up los que armamos el género puro en Buenos Aires. Yo fui la primera mujer de este grupo, y estuvimos por lo menos tres años solos, frente a un público que, incluso, no entendía qué era el stand up. Y hoy en día, en Buenos Aires, vas a cualquier lugarcito y hay un espectáculo de stand up, que no es otra cosa que un humorista parado con un micrófono hablándole al público. También hay de todo: hay gente que piensa que es muy fácil hacerlo, que se sube a un escenario y hace cualquier cosa, y gente que nunca vio un espectáculo del género, ve eso y dice: “No…, no te veo más”. Por otro lado, también hay gente muy talentosa, incluso muchas mujeres.

—¿Qué significa en tu carrera de humorista Alejandro Angelini?

—Fue la persona que trajo el stand up al país. Él estudió en los Estados Unidos, y en 2000 vino a probar, a ver cómo se podía hacer acá. Armó su grupo, no le resultó muy difícil armarlo con varones, pero le faltaba una mujer. Probó varias que no funcionaron y Martín Rocco, otro de los pioneros en el género, me recomendó a mí. Le dijo a Angelini: “Mirá, hay una piba que está haciendo stand up y no se da cuenta”. Me vinieron a buscar, y la verdad es que ellos, Martín Rocco, Alejandro Angelini, Diego Wainstein y Hugo Fili, son los que me enseñaron a hacer esto. Después, entre todos, aprendimos con el público, fue prueba y error. Por suerte, ahora hay cursos y mucha gente estudiando y trabajando.

—¿Compartís la idea de que la participación del público de entonces frente al de ahora cambió mucho, ya que ahora en el stand up se da cierto ida y vuelta con la gente en la platea?

—Sí, incluso al principio hasta teníamos que explicarle al público de qué se trataba. Había como una introducción, la hacía el presentador, que era uno mismo que tenía que explicarle a la gente lo que iba a ver: monólogos de humor, donde va haber solamente una persona parada frente al micrófono, hablando. Parece extraño, pero era así, y la gente se preguntaba: “¿Nadie baila?, ¿nadie se pone en bolas?, ¿qué es esto?”. Ahora ya no pasa: salís a hacer un show de stand up y todo el mundo, o la mayoría, sabe de qué se trata. Yo laburo mucho con la gente, no es que participan, pero yo le hablo al público, entonces se trabaja con lo que está pasando; si alguien te contesta, porque eso puede suceder, eso abre un margen para la improvisación.

—Tu formación viene por otro lado, del teatro clásico; ¿que te aportó esa etapa a esto que hacés?

—La verdad, nada. Para hacer stand up no es necesario que estudies teatro, es otro laburo. Yo estudié teatro durante cinco años, al segundo de estar estudiando estaba laburando, y me di cuenta ahí, en el teatro, que lo mío era el humor. Fue todo muy natural, porque la verdad es que tampoco aprendí guión o a escribir, después fui aprendiendo con el público. Fue difícil en el sentido de lo que te tenés que bancar, si te va mal, te va mal con la gente, no es como hacer un curso que tenés un profesor que te dice: “Che, este chiste corregilo”.

—¿Cómo fue tu inserción en un género que, históricamente, esta relacionado con los hombres y no con las mujeres, cuyas problemáticas suelen ser el motivo del monologuista?

—A mí, en realidad, me vino muy bien. Me diferenciaba como la única mujer, como la primera mujer, me dio mucho laburo. Sin embargo, me decían: “Lo bueno tuyo es que vos escribís como un hombre”, algo que en ese momento, para mí, era un piropo, y con el tiempo me di cuenta que no, que era una mirada muy machista sobre mi trabajo. Esas cosas, en realidad, me vinieron muy bien. Siempre me preguntan por el humor femenino, y yo contesto que no existe un humor femenino, la visión es la de una mina porque soy mujer, pero hablo de todo, igual que los hombres. Son temas de minas que les interesan tanto a los hombres como a las mujeres.

—Viniendo del teatro y habiendo transitado también espacios radiales, ¿dónde te sentís más cómoda?

—En los dos lugares. De todos modos, me siento más cómoda en el escenario. En radio también me vinieron a buscar. El primero fue el Chavo Fucks. Fui recomendada y le gustó mi trabajo. En radio, en realidad lo que usás es la observación, pero no es un monólogo. Del mismo modo fue con Roberto Pettinato, a quien le habían hablado de mí y se dio. Pero no fui a buscar laburo a la radio, sino que me llamaron y hoy es un lugar en el que me siento muy cómoda. También laburé con Ronnie Arias y ahora con Elizabeth Vernaci. La Negra es como lo mejor que me pasó en radio, es “la señora de la radio”. Es más mi estilo y tiene más que ver con mi público, lo noté en el teatro: laburando con Vernacci lleno cada función porque el tipo de público que nos escucha es el mismo que disfruta del stand up en el teatro.

—¿Qué proyectos tenés para este año?

—El 2012 arrancó a full con la radio, nuevamente con la Negra. Vamos a pasar a la mañana, de 9 a 13, en el horario en el que estaba Mario Pergolini (Rock & Pop). Estoy feliz porque vuelvo a ser parte del equipo, también voy a dar mis cursos, como todos los años, en el Paseo La Plaza (el multiespacio teatral porteño de Corrientes 1660).

—¿Cómo es un día de trabajo tuyo con Vernacci en la radio?

—Por lo general, todos los días llevo un tema armado, trabajado, y después se arma la mesa: yo tiro el tema y para dónde quiero ir. Ahí se genera la charla, y después los sigo a ellos. Ése es mi momento especial, mi columna, pero después estoy todo el programa participando, aunque entro y salgo porque hay mucha gente en el piso.

—¿Qué te dejó tu paso por la tevé?

—La verdad es que en la tele no me siento muy cómoda. Lo haría, pero se tendrían que dar muchas cosas, tiene que ser algo que me divierta mucho. En televisión laburé mucho como guionista, pero no lo hago más porque es un trabajo muy esclavo; me gustó en su momento, ya no me interesa, no son tus guiones, después los hace cualquiera, los destrozan. Lo único interesante que hice fue en Canal 7, Spa (2007), un programa que me vino genial porque estuve nominada al Martín Fierro, más allá de algunas dificultades que tuve que afrontar.

—¿Por qué el público rosarino no debería perderse tu espectáculo?

—Porque la van a pasar muy bien, siempre me fue muy bien en Rosario, y puedo avalar esa teoría que dice que el rosarino es un público muy exigente. La primera vez que vine fue un desafío, porque es un público que en la ciudad tiene muy buenos comediantes. Es más, Buenos Aires está lleno de humoristas rosarinos, y hasta se dice: “¿Es un buen comediante?, es rosarino”. Es un público que va a verte y que no te regala nada, pero conmigo funcionó el boca a boca. A partir de la primera actuación, la gente que me había visto trajo a otra gente. Me gusta mucho el público de acá y creo que a los rosarinos les gusta mi trabajo, porque el humor stand up es humor de identificación: lo que le pasa a la gente abajo del escenario, es lo mismo que me pasa a mí arriba.

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