La batalla en torno al proyecto de referéndum sobre la independencia de Escocia amenaza con degenerar en crisis constitucional en el Reino Unido, antes incluso de empezar a examinar temas fundamentales como la viabilidad económica o la pertenencia ala UEde la región semiautónoma.
Los gobiernos de Londres y de Edimburgo están en desacuerdo sobre casi todo: la pertinencia, el calendario, el censo electoral, las modalidades e incluso la (o las) pregunta(s) que habría que formular a los cinco millones de escoceses ligados ala Coronade Inglaterra desde 1707.
Si no hay un compromiso, el rompecabezas terminará enla Corte Suprema.
El primer ministro conservador británico David Cameron –acérrimo defensor de la unión constituida por Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte– entabló una verdadera partida de póquer al aceptar el principio del referéndum, pero bajo sus condiciones.
Preconiza una votación vinculante en un plazo de dieciocho meses –antes de mediados de 2013– para terminar con “la incertidumbre perjudicial para la economía”, abierta a los electores mayores de 18 años y con una pregunta única que limite la respuesta a “sí” o “no” a la independencia.
“Tengamos el debate y mantengamos nuestro país unido”, proclamó ayer en su comparecencia semanal ante los diputados enla Cámarade los Comunes. Parte de la base que sólo alrededor de un tercio de los escoceses aspiran a la independencia y que puestos entre la espada y la pared dirán “no”.
El jefe del gobierno semiautónomo escocés, Alex Salmond, líder del Partido Nacional Escocés (SNP) rechaza esta postura “arrogante” mientras en las redes sociales proliferan las críticas a “la pérfida Albión”.
La independencia es la ambición de toda una vida para este economista convertido en hábil político que fue triunfalmente reelegido en mayo con la primera mayoría absoluta de la corta historia del parlamento escocés en mayo de 2011 con la promesa de organizar un referéndum.
Ayer defendió la legalidad de su iniciativa, al afirmar que “tiene que ser un referéndum concebido en Escocia y decidido por el pueblo escocés”.
Salmond tiene intención de hacer votar a sus compatriotas en el otoño (boreal) de 2014, en pleno fervor patriótico con motivo del 700º aniversario de la famosa victoria de Bannockburn contra los ingleses.
Eran los tiempos en que al impulso de William Wallace, retratado en el filme Corazón Valiente, y con Robert de Bruce como el jefe de los nobles, Escocia intentaba afianzarse como un país libre.
Siete siglos despu’es, Salmond abrirá antes de fin de enero una consulta sobre el formato del referéndum, que quiere que sea consultivo y esté abierto también a los jóvenes de 16 y 17 años, sin descartar una segunda pregunta bautizada “devo-max” (para una transferencia máxima) que propondría más autonomía, especialmente en materia de fiscalidad.
La fórmula (inspirada en los independentistas quebequenses derrotados en las urnas en Canadá) buscaría evitar que una victoria del “no” entierre para siempre la búsqueda de independencia.
En virtud de una ley aprobada en 1998, Escocia tiene un parlamento autónomo que goza de competencias en materia de educación, de sanidad, de justicia y de medio ambiente.
También tiene su propia bandera y sus selecciones de fútbol y de rugby pueden participar en competiciones internacionales, pero depende todavía del gobierno británico para las cuestiones de defensa y las relaciones exteriores.
En el marco del “devo-max”, el territorio seguiría albergando fuerzas militares británicas dotadas del arma nuclear, reconociendo a la reina de Inglaterra (como otros quince países dela Commonwealth, además del Reino Unido) y conservaría la libra esterlina como moneda.
En cambio, si triunfa la idea del “todo o nada” defendida por Londres, una Escocia independiente debería solicitar nuevamente la adhesión ala Unión Europea(UE) y compartir con Inglaterra sus ingresos petroleros y de gas off-shore, e incluso sus reservas de oro.
“Referéndum de independencia: quedan mil días para decidir nuestro futuro”, tituló ayer el diario “The Scotsman”.