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Tormenta eléctrica en Rosario

Panorama político, por David Narciso. El combo calor más una infraestructura antigua superada por una creciente demanda puso en jaque el sistema energético en dimensiones inesperadas. La bronca por los cortes y el programa de inversiones.

Hacía muchos años que no se vivía un diciembre sin conflicto social como fue el último. El gobernador Antonio Bonfatti estaba celebrando el resultado de una estrategia que consistió en una larga serie de contactos a lo largo de 45 días para evitar piquetes y los tradicionales pedidos de bolsones, cuando una ola de calor muy propia del verano puso en jaque el sistema eléctrico de Rosario. No es que los cortes no eran esperados, sino que no estaba previsto ni la dimensión ni el epicentro de la crisis.

La Empresa Provincial de la Energía está en proceso de recuperación desde 2003. Desde entonces el Estado invierte en infraestructura para revertir el abandono que sufrió por parte de los privatistas. Sin embargo esa recuperación coincidió con una etapa de crecimiento económico a tasas chinas, que implicó un aumento fenomenal de la demanda eléctrica. Traducido a números, el 10 de enero la EPE entregó a sus clientes un récord histórico de 1.949 megavatios.

Lo que ocurrió la semana pasada en Rosario fue una crisis provocada por esa mezcla de calor, altísima demanda y una infraestructura que, como explicaron las autoridades, requiere todavía años de inversiones. En el caso puntual del centro de la ciudad la salida es la sustitución de todo el cableado subterráneo. Esto implica levantar progresivamente todas las veredas, sacar lo que hay y reponer conductos de mayor capacidad y elaborados con materiales más resistentes. El costo de esos trabajos está presupuestado en 250 millones a ejecutar en cuatro años (la primera etapa se inicia en los próximos meses) y además la obra en sí acarrea incomodidades momentáneas a comerciantes, sobre todo en zonas como calle San Luis, donde hay un local a la par del otro.

El vaso medio lleno

El costado positivo de la crisis de la semana pasada fue que exhibió la fragilidad del sistema y ahora todos saben dónde están parados. Si bien ya habían ocurrido anticipos en los últimos días de diciembre, que motivaron las primeras protestas en plena peatonal, esta vez dio toda la impresión de que ni la EPE, ni funcionarios políticos, ni vecinos y comerciantes esperaban que el problema alcanzara semejante magnitud.

Además, fue muy afectada la red de media tensión, que como se sabe son las fallas menos deseables porque afectan a miles de usuarios a la vez. A medida que la EPE informaba cuáles eran las fallas que motivaban los apagones, perdía efectividad el discurso oficial, que justamente hacía hincapié en que el multimillonario proceso de inversiones hasta ahora estuvo orientado a reforzar la red de media tensión y que, si bien falta en esta área, el paso siguiente es la de baja tensión.

Entiéndase bien, las inversiones están: Rosario pasó de ocho a doce estaciones transformadoras (ET) de 132 kilovoltios en sólo tres años; este año se construirá otra en San Martín al 4300 a un costo de 50 millones de pesos; y cuando termine esa empezará la de Mendoza y Buenos Aires, para reforzar el servicio en media tensión en el centro y zona sur. Santa Fe ciudad sumó dos ET. Dos más se agregaron en otras localidades, y se repotenciaron 18 en toda la provincia. En números que el gobierno provincial muestra orgulloso: 1.000 millones en cuatro años. Sin embargo la demanda fue tal que no sólo reventó cables y equipos antiguos, sino también parte de la red que se suponía que estaba preparada para aguantar.

Con vecinos del centro y zona oeste protestando en las calles y comerciantes enfurecidos por los perjuicios económicos, la voz del presidente de la EPE explicando el plan de inversiones y las razones por las que se corta la luz no era suficiente.

Faltaron voces claras desde el gobierno que ayuden a calmar ánimos y dar previsión a los damnificados. En el pico de la crisis, ese vacío salió a ocuparlo la intendenta Mónica Fein, que si bien no tiene responsabilidad directa sobre el servicio eléctrico, comprendió que había que contener la protesta para evitar derivaciones desagradables.

Elías Soso, experimentado dirigente empresarial, jugó un rol fundamental, tanto en los primeros cortes de diciembre como la semana pasada. Soso le imprimió una mirada inteligente a la crisis, planteándola como una oportunidad de comprometer a funcionarios y conseguir comprensión social para que sin demora se concrete el plan de reemplazo de la red subterránea en el centro y en los principales centros comerciales de la ciudad. Lo contrario hubiera sido que comerciantes enfurecidos salieran a quemar volquetes en demanda de que les repusieran el servicio que no había posibilidades materiales inmediatas de reponer.

También la oposición municipal y provincial ayudó a contener el delicado clima social con su módico silencio, absteniéndose de lanzar combustible sobre el fuego.

Hay un antiguo problema que arrastra el gobierno del Frente Progresista y que tiene que ver con la comunicación política. No se trata de un prensero más o un prensero menos, ni siquiera de un secretario de Comunicación Social. Se trata del rol que deben jugar los principales funcionarios de cada área de gobierno.

Los títulos de los diarios influyen y es posible que algunos por esos días llegasen a los quioscos más cargados de tinta que de costumbre. Pero la realidad era la de la calle: cientos de miles de usuarios estaban sin energía eléctrica desde hacía días.
¿Será esto lo que reprocha la furibunda mirada del gobernador Bonfatti que se aprecia en la foto que acompaña esta nota?

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