La cooperativa editorial y de reciclado Eloísa Cartonera, que nació al calor de la crisis de fines de 2001 y editó a autores de la talla de Tomás Eloy Martínez y César Aira, cumple sus primeros diez años en el mercado under literario y lo festeja con una serie de recitales de poesía y música que comenzarán el sábado próximo en su sede del barrio deLa Boca, en Buenos Aires.
Son 121 títulos los que engrosan el catálogo de Eloísa, una iniciativa –hija de la emergencia económica– que hoy se ubica bajo la bandera de la difusión de literatura a bajo costo.
“En estos diez años Eloísa se posicionó en el mercado literario under y alternativo. Nos mantenemos con peso propio”, dice Julián González, uno de los diez trabajadores de la cooperativa.
Los libros del sello son de tapa de cartón –“los cartoneros amigos nos venden el mejor cartón seleccionado”, cuentan– con dibujos artísticos, collages e imágenes coloridas: cada uno cuesta 6 pesos en el local de la cooperativa y en ferias independientes, mientras que en las librerías salen entre 10 y 15 pesos.
Autores poco conocidos enla Argentina, pero sí en países latinoamericanos, primeras obras de escritores argentinos, ensayos y poesía, cuentos, novelas breves, teatro y literatura para chicos componen el listado de libros que, según González, editan a demanda de acuerdo al título, incluso a veces realizan ediciones de 500 ejemplares “que se agotan a los seis meses”.
Los derechos de las obras son o fueron cedidos por autores como Washington Cucurto –que además es uno de los fundadores de la editorial junto al artista Javier Barilaro– Gabriela Bejerman, Damián Ríos, Rodolfo Fogwill, Fabián Casas, Néstor Perlongher, Leónidas Lamborghini, Dalia Rosetti, César Aira y Ricardo Zelarayán.
También publicaron en Eloísa Alan Pauls, Elsa Drucaroff, Andrés Caicedo, Ricardo Piña, Ernesto Camilli, Juan Diego Incardona, Manuel Alemián y Tomás Eloy Martínez, quien antes de morir le cedió el ensayo inédito Bazán.
El panel internacional está compuesto por el alemán Timo Bergerlos, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, los chilenos Sergio Parra, Gonzalo Millian y Enrique Lihn, los mejicanos Julián Herbert y Mario Bellatin y la brasileña Camila Do Valle. “Autores poco conocidos enla Argentina, pero sí en sus propios países”, subraya Julián.
Eloísa, el nombre de una mujer que hechizó de amor a Barilaro, también fue la inspiración para armar un proyecto editorial de libritos de colores y poesía junto a Cucurto.
Los vaivenes económicos hicieron el resto: el papel aumentó cuatro veces más y de un día para otro fue casi imposible editar de forma independiente: “Nacimos de la necesidad de publicar”, enfatiza Julián.
La alianza con los cartoneros fue el primer paso, la autogestión como forma de trabajo fue la filosofía y pronto llegó el primer taller de armado en la calle Guardia Vieja en Almagro. Así nació Eloísa Cartonera.
“Al principio vendíamos libros y verduras. Fuimos un suceso en la calle y en la prensa mundial. Diarios y radios de todos los países del mundo vinieron a fotografiarse con nosotros y ahí nos dimos cuenta que nuestros libros eran hermosos y que la gente los quería”, cuentan estos editores-artesanos.
El primer libro publicado fue Pendejo, de Gabriela Bejerman, la poeta, perfomer y cantante latin pop. Y con este primer impulso se fue configurando un catálogo interesante y abultado: llegaron los viajes a las ferias de todo el país y enseguida la necesidad de convertirse formalmente como cooperativa de trabajo.
“Con el cooperativismo aprendimos que el trabajo es lo mejor que nos puede pasar. Convertimos el trabajo en parte de nuestra vida y nunca una obligación, algo desagradable; convertimos al trabajo en un sueño, en nuestro proyecto”, dicen los de Eloísa.
Además, desde la editorial invitan a los autores a acercarse a su sede en Aristóbulo del Valle 666 para participar del “Concurso permanente mejor gol a los ingleses”, en el cual “no hay primeros premios ni últimos rezagados, sino la posibilidad de ser parte del catálogo”.
“Nacimos en esta época loca que nos tocó y nos toca vivir, como muchas cooperativas y microemprendimientos, asambleas, agrupaciones barriales, movimientos sociales, que surgieron por aquellos años por iniciativa de la gente, vecinos y trabajadores. Y acá estamos”, escriben en su página web, quienes supieron capitalizar la emergencia y convertirla en un foco extenso y sostenido de difusión literaria.