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La gente es como eres

Elige qué quieres ver: eres tú el que da significado a lo que miras. Eres más libre de lo que piensas. Cree en los demás como quisieras que creyeran en ti, pues vas hacia ti mismo a través de tus hermanos.

Por Rodrigo Joaquín del Pino*

Nada tiene un significado fijo, eres libre. Elige qué es lo que quieres ver. Eres tú el que da los significados a todo lo que miras. Eres más libre de lo que piensas. Cree en los demás como quisieras que creyeran en ti, pues vas hacia ti mismo a través de tus hermanos. No puedes ser en solitario, siempre eres con todos, porque tu pensamiento acerca de ellos es aparente. A través de lo que piensas de la gente aprendes a encontrarte a ti mismo, porque lo que piensas de la gente es lo que piensas de ti. Las personas son espejos donde te miras. Las personas son personajes de tu propia historia, no están afuera, sino en tu mente. Y te maltratas al ver defectos en los demás. Ellos son o bien pensamientos de temor, o bien pensamientos de amor de tu propiedad.

Los Vedas de la India dicen: el mundo está siendo proyectado por tu mente, lo único que ves son tus significados. El ego, o la percepción distorsionada, siempre quiere convencerte de que lo que miras no te pertenece. El ego fabrica la separación mirando, se siente diferente a otros. Pero queda encerrado en un mundo donde no se encuentra a sí mismo en ninguna parte, y así pues, nada le satisface. El ego piensa que cuando creemos en otros, somos crédulos, pero en verdad, cuando creemos en nuestros hermanos, los vemos por primera vez y nos vemos también a nosotros. Los vemos porque confiamos en ellos. No necesitamos creer en sus pensamientos, pero sí necesitamos vernos a través de ellos. Necesitamos sentirnos amor y confianza. Esa es la oportunidad liberadora y sanadora que te brinda cualquier persona que esté cerca de ti.

Tu identidad amor se descubre día a día gracias a la presencia de los hermanos que te rodean. La gente no es como es, sino como eres. Estamos en contacto con las personas y no con sus ideas. Aceptamos la forma de pensar de cualquiera, de tal manera que si quieren cambiarla, puedan hacerlo. Al tenerle miedo a las ideas de otro las hacemos reales y perdemos el contacto con la inocencia de la persona, y por lo tanto, con nuestra inocencia. Nos perdemos a nosotros mismos ya que nos volvemos temor como actitud de defensa.

Los defectos que podemos percibir en un hermano, no es más que lo que encontramos dentro de nosotros, ahora proyectado hacia afuera. Para poder elegir qué es lo que queremos ver en las personas, necesitamos entregar en intimidad nuestro ego al Amor. Esta fuerza abunda y es lo único real, pero tienes que invocarla. Si pensamos que las personas son tal como ellas eligieron ser cometemos un error, ya que están siendo simplemente como tú las eliges ver, pues tú eres libre.

Por temor a que nos lastimen sacamos la espada antes: juzgamos. ¡Pero el miedo está en ti y en nadie más! Cuando nos damos cuenta que lo único que puede interrumpir la visión real de alguien es nuestro propio miedo, encontramos una base para el amor verdadero. Eres más libre de lo que piensas, y la gente no es como es, sino como eres. El miedo toma la forma de pensamientos, y el pensamiento sólo debe servir para amar, cuando no lo hace hay que soltar.

Debido al miedo haces de tus pensamientos miles de “pre-ocupaciones”. Te alejas de la realidad, de tu identidad inmortal. Y lo que miras día a día son esos pensamientos defensivos. La solidez de las cosas que ves y sientes en el mundo, tal como tu cuerpo y el de otros, es debido a que tus pensamientos ya han formado una matriz o estructura sensorial. Sobre esta estructura se depositan más juicios productos de la percepción, pero nacidos de esta misma creencia-raíz.

Por haber perdido la actitud de observarte, te “re-interpretas” como cuerpo y te identificas con lo que muere. Le das vida al miedo y ya no sientes la Vida, sólo produces pensamientos dentro de la matriz. Quedas ciego al amor. No ves a tu hijo, ves lo que piensas de tu hijo, no ves a tu esposa, ves lo que piensas de tu esposa, no ves a la gente, ves lo que piensas de la gente, no ves tu cuerpo, ves lo que piensas de él, no ves ni la muerte ni la enfermedad, sino sólo tus pensamientos de temor, no ves el mundo sino lo que piensas del mundo. En verdad no ves… Tu visión fue cubierta por tus pensamientos y lo que miras es una ilusión de realidad, ya que cada vez que piensas estás en el pasado y el pasado ya no existe.

El miedo es el tesoro escondido del ego, la carta bajo la manga, que usa cuando te acercas a tu Divinidad. El ego te enseñó a temerle a Dios. Cuando vivimos bajo la nube subconsciente del miedo todas las cosas tienen el mismo significado: miedo.

El hombre y la mujer adheridos al cuerpo sienten pesar cuando ven al cuerpo envejecer. Y lo lamentan. El tiempo los educa para la eternidad, la gran verdad educadora. Tan adheridos al cuerpo que dicen: “estoy envejeciendo”. El mundo con su temporalidad, donde cada cuerpo en que los ojos se depositan se está extinguiendo lentamente, crea una única sensación profunda pero bien escondida: miedo.

El ego, que se cree Dios, busca una solución ficticia y temporal: esconderlo de la vista. El miedo es ahora subconsciente pero igual interpreta cada uno de los acontecimientos de nuestra vida. Esa es la dinámica de todos los procesos humanos dirigidos por el ego. De tal manera que lo que sentimos por las cosas o por las personas es apego o rechazo, me gusta o no me gusta, pero no ecuanimidad.

El ego acepta que te sientas deprimido, orgulloso, exitoso, alegre, angustiado, feliz o ansioso, pero no permite que registres el miedo. Si percibes el miedo, el ego te enseña a minimizarlo con los juguetes del mundo, como anestesias del dolor, pero nunca, nunca a erradicarlo por completo. Recuerda que el ego no cree en el amor y con tu permiso tomo como rehén al mundo.

El ego no es simplemente un mal hábito, sino un sistema de pensamiento completo que nosotros hemos aceptado. El ego dice que este mundo es todo lo que hay, y ya que el mundo no cree en el amor incondicional, piensa que el caso está cerrado.

Lo cierto es que sólo la mente enamorada cree en el amor y ella difunde por el mundo algo que parece extraño a sus habitantes. Cuando despertamos al Amor, todas las cosas también tienen el mismo significado: amor. Como el propósito de tu mente se habrá aclarado, cualquier cosa te hablará de lo mismo. Tal como cuando una jovencita se enamora y comienza a ver todo bello al ponerlo en relación con su objeto de amor, asimismo la mente enamorada del Divino sentirá en cada encuentro humano el éxtasis del amor eterno. Eres más libre de lo que piensas. Eres libre, cuando no piensas o cuando piensas sólo pensamientos de Amor.

(*) www.humanodivino.com

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